Hambre es el de África

El lenguaje inclusivo bajo la mirada de Emiliana Lilloy, que se centran en quienes postean su rechazo citando a la RAE, una entidad con 500 integrantes de los que sólo 11 han sido mujeres.

Hace poco se publicó por las redes una carta del padre de un niño con autismo denominada "inclusión de cotillón" en la que relataba una escena en un bar donde la camarera les había saludado diciendo "hola chiques". El hombre cuenta cómo a través de varias preguntas le hace ver a la mujer que ese bar no cuenta con una carta redactada en el lenguaje braille o con signos pictográficos y que ella misma no hablaba el lenguaje de señas para comunicarse con personas sordomudas. Con ello el hombre quiere demostrar que ni ella ni la sociedad en que vivimos son inclusivas, sin perjuicio de que use la "e" en sus palabras.

Creo que nadie en su sano juicio puede dudar de la comprobación que hace este padre cuando visibiliza la ausencia de medios para comunicarnos entre personas con diferentes habilidades y capacidades o modos de estar en el mundo. Esta es una cuestión evidente que debemos abordar como estado y como ciudadanía. Lo que no es tan claro es qué relación tiene esta circunstancia con el lenguaje inclusivo.

El hombre está enojado y quizás tenga razón en estarlo. ¿Pero su enojo debe estar dirigido contra esta chica, o contra las mujeres que promovemos el lenguaje inclusivo o contra el lenguaje mismo que propone justamente incluir en nuestro discurso diario a todas las personas y no solo nombrar permanentemente a los hombres? Quizás aquí también se aplica el dicho de que "una se enoja con quien puede". Porque claro está que él lo hace con esta camarera que lo único que intenta es lograr un mundo más amigable, más ameno, sobre todo para las mujeres y personas no binarias.

Es claro que el planteo no tiene mucha lógica. Porque el hecho de que en África mueran todos los días niños y niñas de hambre y sed, no significa que no debamos preocuparnos por el hambre y la mortalidad infantil en Argentina. El hecho de que en muchas zonas de la provincia no existan sistemas cloacales, no implica que no debamos trabajar en mejorar la educación en nuestras escuelas. En este mismo sentido y a modo de ejemplo, podemos decir que visibilizar la necesidad de revertir las prácticas crueles con los animales no obsta (ni excluye) a que en paralelo y en el mismo momento hagamos políticas contra el maltrato o explotación de seres humanos. Porque nuestras causas, luchas, valores y objetivos no se excluyen sino que se suman y multiplican. Lejos de menospreciarlas, reírnos o hacerlas competir entre ellas, es interesante acompañarlas, apoyarlas y así lograr poco a poco un mundo más inclusivo en todos los aspectos que sea posible bajo el paradigma de los derechos humanos.

Pero esto no parece tan obvio cuando (sin perjuicio de las razones de este padre) los/as detractores del uso del lenguaje inclusivo se abrazaron a este argumento contradictorio y lo viralizaron para defender su postura. Esa postura que se basa en defender lo que establezca la RAE. Esa institución que desde su creación ha tenido alrededor 500 miembros y sólo 11 han sido mujeres. La mismo que define a las mujeres como el sexo débil y que sin perjuicio de que se le ha solicitado innumerables veces que retire esa definición, se ha negado con el argumento de que es una tradición que no debe cambiarse. Para agravantes, ha propuesto agregar a la definición el apartado "con intención despectiva o discriminatoria".

Como si hubiera otra intención posible para querer conservarlo.

Es la misma RAE la que niega el uso de la e y defiende el binarismo. Ese binarismo que sabemos jerarquiza nombrando. Es aquí en donde entendemos por qué hay tanta resistencia. Es aquí donde entendemos por qué una simple letra es una revolución tan grande. Obsérvese si esto no es cierto en la siguiente línea de ideas: en un primer momento se nombró sólo lo masculino con el argumento de que estábamos incluidas (y se rieron de nosotras cuando decíamos no estarlo). Luego logramos ser nombradas, pero todas/os sabemos que el masculino es jerárquico entre otras cosas porque va primero. Esto último es tan cierto que la propia RAE olvida o viola su primer regla gramatical (el orden alfabético) para nombrar y priorizar lo masculino sobre el femenino en todos los adjetivos y sustantivos de su diccionario (ej abogado/a etc) Por eso con la "e" no sólo lograremos ser nombradas, sino que como ya no habrá binomio, tampoco habrá primero ni segundo y por lo tanto jerarquía.

Esto definitivamente ataca a la masculinidad imperante que requiere este estatus y que es defendida tanto por hombres como por mujeres. Así es que la e, es una revolución. Una de la cultura, de las mentes, de la forma de ordenar nuestro mundo. El debate está abierto. Mientras debatimos y argumentamos el lenguaje inclusivo se impone por su fuerza y su propia naturaleza. Porque el lenguaje cambia, vive, es cultura en movimiento.

LA AUTORA. Emiliana Lilloy. Abogada. Directora de la Diplomatura en Género e Igualdad. Vicepresidenta de la Comisión de género del Colegio de Abogados de Mendoza. Directora en IGUALA Consultora. Contacto: emililloy@gmail.com

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