Hipocresía: un hábito de quien no tiene nada que decir
El análisis y la opinión del Prof. José Jorge Chade.
La hipocresía en la sociedad actual se manifiesta en la falsedad, en las incoherencias entre palabras y acciones, y en la tendencia a disimular las verdaderas intenciones para obtener aprobación o ventajas personales. Lo observamos desgraciadamente en personas , algunas que a veces y por años creíamos amigas, esta normalización del engaño, amplificada por factores sociales como la presión del consenso en las redes sociales y la necesidad de conformarse, puede corromper las relaciones y las instituciones, por lo que se requiere conciencia y autenticidad para contrarrestarla.
Manifestaciones en nuestra vida cotidiana
- Falsa moralidad y conformismo:
Se declaran principios éticos que no se respetan para obtener una imagen positiva o para enmascarar los propios intereses. La sociedad actual exige a menudo una adhesión a lo políticamente correcto, lo que puede llevar a un conformismo hipócrita.
- Búsqueda de un consenso superficial:
La cultura de los «me gusta» y la necesidad de complacer a todos para obtener consenso llevan a una autenticidad comprometida con falsa ambivalencia.
- Belleza artificial y narcisismo:
La presión por parecer perfectos, sobre todo en las redes sociales, conduce a una belleza falsa y artificial que oculta las fragilidades.
- Incoherencia entre lo que digo y lo que hago:
La hipocresía es la separación entre lo que se dice y lo que se hace, lo que crea una disonancia entre los valores proclamados y los verdaderos comportamientos.
Causas y consecuencias
- Falta de valentía e inseguridad:
La hipocresía puede derivar de un sentimiento de insuficiencia, de la dificultad para relacionarse con el mundo exterior y del control de las emociones para evitar repercusiones negativas con consecuente baja autoestima.
- Riesgos para la comunidad:
La hipocresía social puede contaminar la vida de la comunidad y las instituciones, lo que conduce a una desconfianza generalizada y a relaciones enfermizas.
- Dificultades para quien es auténtico:
Quien vive sin hipocresía puede encontrar dificultades y aislamiento, porque su autenticidad incomoda a quienes se alimentan de la mentira y la falsedad.
Cómo podemos contrarrestar la hipocresía
- Conciencia y autenticidad:
Es fundamental desarrollar una mayor conciencia para reconocer y rechazar los mecanismos hipócritas, privilegiando la sinceridad.
- Mantener intacto el diálogo interior:
Cultivar un diálogo constante con uno mismo para recordar los propios valores y objetivos puede ayudar a mantener la autenticidad.
- Desenmascarar las contradicciones:
En lugar de discutir, es útil señalar las contradicciones de los hipócritas, manteniendo una distancia con ellos.
- Lucha contra el conformismo:
Resistir la tentación de conformarse con el pensamiento único y defender la propia individualidad es un paso fundamental.
Reconozcamos que uno de los problemas endémicos de la sociedad actual es la hipocresía y su difusión, confinada a grupos sociales reducidos o presente de manera invasiva en casi toda la sociedad. En tal situación, reina en la colectividad un gran grado adicional de confusión que perjudica tanto la programación de un comportamiento como la evaluación del comportamiento de los demás. Por desgracia, todos conocemos a personas que ni siquiera se dan cuenta de su propia hipocresía, ya sea generalizada o limitada a ciertos temas y comportamientos. El deseo de mostrarse inmune a los defectos, aunque sea la simple impresión de no amar lo suficiente a los demás, es inherente a la relación entre precepto, infracción, culpa y castigo, presente en muchas sociedades. Para lograr tal objetivo, se comienza mintiendo más o menos conscientemente y falsificando la propia actitud hacia las cosas del mundo, pareciendo y no siendo.
El hipócrita es un actor comprometido con ocultar sus pensamientos y sentimientos para parecer fiel al comportamiento socialmente correcto, que luego puede cambiar de una sociedad a otra y de una época a otra. La situación se complica aún más por la existencia de la llamada buena educación. Hay personas a las que no les importa mucho, pero casi todos se preocupan por mostrarse «educados» y es bien sabido que la frontera entre la hipocresía y la buena educación es muy difusa.
Así, hoy en día vivimos en un mundo de hipócritas e hipocresía, y los ámbitos en los que la hipocresía es más evidente son el mundo laboral, la religión y, en particular, la política, en la que aparece un vicio bipartidista que aflige a los representantes de todos los partidos políticos y parece haberse convertido en un auténtico «habitus».
Es imposible negar que vivimos en una sociedad hipócrita. Pero me pregunto: ¿ha existido alguna vez en la historia de la humanidad una sociedad que no fuera hipócrita? La hipocresía, en mi opinión, es la otra cara de la moneda del establecimiento de normas y leyes que regulan y hacen posible la convivencia civilizada.
Cada grupo humano, al igual que ha definido históricamente sus propias reglas de convivencia, ha configurado igualmente las formas de eludirlas: desde los compromisos hasta las prácticas para avalar comportamientos que, en cualquier latitud, no se alejan de la fórmula «vicios privados, virtudes públicas». En todo caso, habría que explorar las formas específicas en que se genera la hipocresía, contexto por contexto, componente social por componente social.
Así, la hipocresía, aunque generalmente percibida como odiosa, parece ser inherente a la naturaleza humana. Está por todas partes a nuestro alrededor y esperamos que la máxima del dramaturgo Maurice Donnay del siglo pasado «No hay sociedad posible si no se basa en la hipocresía», parece interpretar bien el panorama político actual, pero, espero, sea completamente desmentida.
Fuente consultada: Columna del Diario Il Mattino di Maurizio Bifulco e Edoardo Boncinelli, Nápoles, Italia, 2019.