Gerónimo Espejo: el "escribidor" de la Gesta Sanmartiniana

La figura del General Gerónimo Espejo emerge con fuerza a través de su testimonio sobre la hazaña liderada por José de San Martín desde Mendoa para liberar a medio continente. Un artículo de Eduardo Da Viá.

Eduardo Da Viá
Gerónimo Espejo: el "escribidor" de la Gesta Sanmartiniana

El General Gerónimo Espejo nació en Mendoza el 30 de septiembre de 1801, en el seno de una familia de cierta posición económica y social, lo que permitió se le diera una educación no muy común en los hogares de aquella época. Hay quienes sostienen que procedía de hogar humilde, de todas maneras de ser así no hace sino engrandecer su personalidad, pero me inclino a pensar que con ese objetivo ha sido destacado como de raíces pobres.

No existen datos fidedignos de los estudios realizados por el héroe en su niñez, época en que la escolaridad en la Argentina era muy inferior al 20%, según se deduce de los datos aportados por el primer Censo Nacional de 1869 y en el que figura esa cifra global de asistencia escolar, lo me hace suponer que en los albores del mismo siglo, justamente cuando Gerónimo debía acceder a la educación elemental, la tasa debe haber sido notablemente menor.

Precisamente en las familias más acomodadas cuyos padres eran alfabetos, la madre se encargaba por lo general de la educación de sus hijos; y en este caso es muy probable que así haya sido, dado que el padre, Don José Espejo era español y de origen noble, y la madre Doña Micaela Portus de Mariño, era exiliada de Brasil, probablemente portuguesa.

Sin embargo existe otra versión en la que el padre era argentino, hijo de españoles, no de estirpe noble, y la madre criolla de ascendencia española y de nombre Micaela Mariño Tobar.

La otra vía para la educación de los niños era la de las institutrices, por cierto privativa de los ricos y a la que al parecer no accedió el joven Espejo.

Lo cierto es que Gerónimo a la edad al menos de los 14 años era alfabeto y con buena caligrafía y facilidad para la redacción; teniendo en cuenta el mismo censo de 1869 que da una tasa de de analfabetismo del 80%, con el sesgo de incluir a Bs. As cuya situación era bastante mejor con índices de alrededor del 48% lo que incorrectamente disminuye el total real para el resto del país.

No me extrañaría que la inclusión haya sido ex profeso para minimizar la vergüenza de semejante porcentual de argentinos que no sabían leer ni escribir.

Seguramente que Gerónimo ignoraba hasta qué punto esta condición de alfabeto iba a influir en su vida, veamos los hechos:

A los 14 años se presentó voluntario para sumarse a las huestes que preparaba el Gran Capitán Don José de San Martín para la campaña libertadora y que quedara sorprendido ante la petición de este cuasi niño y a quien respondió que no podía admitirlo hasta que cumpliera los 15 años.

Cuál no sería su sorpresa, cuando a poco de celebrar su décimo quinto cumpleaños, Gerónimo se presentó de nuevo ante Don José, quien con su inteligencia y habilidad para calificar las condiciones intelectuales de las personas, seguramente le preguntó por qué quería integrar el ejército que sería a la postre, libertador de medio continente, a lo que el jovencito quizás respondió sin hesitar: -Para liberar a la Patria mi General-

Gratamente impresionado ante la firme actitud del aspirante le preguntó que sabía hacer, a lo que Gerónimo respondió supongo que con cierto y bien merecido orgullo: -Sé leer y escribir Sr.-

San Martín, que a la sazón tenía tan sólo 36 años, lo semblanteó unos segundos le dijo: - Estás adentro hijo, serás el cronista de la campaña pero además cumplirás todas tus obligaciones como cadete militar.

Ninguno de los dos podía siquiera avizorar la importancia que en el futuro de sus respectivas vidas tendrá esta relación incipiente.

Amén de la instrucción con la que ya contaba, asistió como los demás cadetes a las clases que dictaba el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Andes, en su campamento de El Plumerillo, que dicho sea de paso, fue el nombre que le dieron los primeros españoles al observar que estaba cubierto de cortaderas, planta de la que nace un penacho blanco similar a un plumero.

El predio, propiedad de Don Clemente Segura, fue donado por éste, previa construcción de una capilla, pasando a propiedad del estado.

En 1824, el entonces canónigo Juan María Masta Ferretti celebró misa en esa capilla. Con el tiempo ascendería a la cúspide clerical como el Papa Pío IX.

Nótese la importancia que le daba San Martín a la educación, demostrada por la disposición de que los ingenieros, alfabetos por cierto, dictaran un curso para los noveles soldados.

Volviendo a nuestro protagonista, con sólo 15 años se incorporó al Ejército en su partida rumbo a Chile. Y tuvo su debut de fuego en la batalla de Chacabuco con tales mérito que le valieron la Medalla de Plata, primera de muchas, y que otorgó el gobierno de las Provincias Unidas a los vencedores, por cierto con la anuencia y seguramente la recomendación de San Martín.

A propósito de este prohombre, hay un detalle quizás poco conocido, y es que siendo un hombre culto y gran lector, Don José viajaba con su biblioteca, seguramente algunos libros preferidos, que al parecer leía de noche al abrigo de su carpa.

Como varios de los apuntes que cotidianamente llevaba Espejo, fueron consensuados con el Jefe, yo me imagino y me emociono pensando en una escena muy probable y quizás reiterativa: San Martín leyendo y Gerónimo escribiendo e intercambiando detalles en el medio de la Cordillera. No olvidemos que la columna comandada por San Martín fue la que alcanzó la altura máxima de 5000 m. Pues bien, lector, escribidor y libros, traspusieron ese hito para pasar a territorio enemigo.

No tengo noción de que algún otro de los grandes jefes de las más famosas campañas militares de conquista o recuperación de territorios, tales como Marco Aurelio, Alejandro Magno, el Emperador Romano Septimio Severo, etc. etc. hayan hecho algo similar.

De la supuesta Guerra de Troya no hay registros coetáneos sino solamente los versos de Homero escritos varios siglos después, por ejemplo.

Su verdadero bautismo de fuego fue la batalla de Chacabuco donde actuó con tal bravía que le mereció un ascenso y una distinción.

Fue durante la batalla de Cancha Rayada, derrota del Libertador, al parecer, que se produjo un incendio parcial en el campamento patriota, seguramente a causa de la metralla enemiga. El fuego destruyó buena parte de los archivos de Espejo, quien sin embargo no se amilanó y echando mano de su prodigiosa memoria, de su pasión y de su responsabilidad como cronista, con la ayuda del General, lograron reescribir la historia temporalmente perdida.

Luego sobrevino el sitio de Talcahuano, donde la valía de Gerónimo le significó el ascenso al grado de subteniente de caballería dispuesto por el Director Supremo de las Provincias Unidas de Sudamérica.

Poco después, 5 de abril de 1817, lograron resarcirse con la victoria de Maipú. Como consecuencia de su brillante accionar recibió el Cordón de plata del mismo Directorio Supremo, y la Medalla de Plata por parte del Director Supremo de Chile, en cuyo territorio tuvo lugar el enfrentamiento. Como corolario el propio San Martín le concedió el grado de Teniente 2º el día 12 de abril. Todavía no había cumplido los 17 años.

Una carrera realmente meteórica como militar y como escribidor.

El 20 de agosto se embarca en el puerto de Valparaíso en el navío General San Martín, parte de la flota que partía hacia el norte para la campaña del Perú y en calidad de ayudante del Estado Mayor General del Ejército Expedicionario.

La Flota llega a la isla de Paracas y comienza el desembarco de Pisco.

El constante entrenamiento con la escritura le fue dando suficiente habilidad tanto para tareas de archivos como de confección órdenes que fueran fácilmente legibles por la oficialidad y la tropa.

Un triquiñuela que supo utilizar con mucha frecuencia San Martín, era la de generar informes falsos, con cifras aumentadas de dotación y armamentos que por diferentes vías les hacía llegar a los realistas; pues bien la confección de estas notas las dejaba en manos de Espejo, dándole las guías generales y la responsabilidad de la redacción. Éste fue un secreto entre ambos amigos, que Gerónimo siempre respetó, cuando pudo muy bien vanagloriarse de la confianza que en él tenía depositada el sumo Comandante.

Las notas tenían destinatario final al Virrey Pezuela, quien al parecer creía a pies juntillas la información que le llegaba.

El 9 de julio de 1821, cumpliendo órdenes de San Martín, entró valientemente y de noche en calidad de parlamentario para dialogar con el Gobernador de la ciudad, Marqués de Montemira.

Como se advierte, con tan solo 20 años se le encomendaban misiones de las que podía depender el éxito o el fracaso de la liberación del Perú.

Después de muchas peripecias, y no habiendo logrado que Bolívar lo admitiera en su ejército, decidió regresar a la Argentina y el 24 de mayo de 1825 se presentó ante el gobierno de Bs As.

Luego participó en la guerra contra Brasil formando parte del Estado Mayor conjunto del General Alvear, a quien permanentemente sugería movimientos de inteligencia, copiados de los que le vio realizar a San Martín y siendo por ello parte importante la obtención del triunfo de Ituzaingó.

Debido a los tristes avatares de las guerras internas argentinas, se vio obligado a exiliarse en Bolivia, luego en Perú para finalmente regresar después de Caseros el 29 de enero de 1853.

El 21 de enero de 1854 fue designado Senador Provincial y poco después Senador Nacional por Mendoza.

Como historiador militar ocupa un lugar de privilegio, por cuanto en plena contienda no se limitaba a observar y batallar sino que tomada genuinas notas de lo acontecido casi día por día.

De resultas de esa encomiable labor, vieron la luz libros como:

Gerónimo Espejo: el "escribidor" de la Gesta Sanmartiniana

"El Paso de los Andes. Crónica histórica de las operaciones del Ejército de los Andes, para la restauración de Chile en 1817"

"San Martín y Bolívar, entrevista de Guayaquil"

"Reflexiones sobre las causas del mal éxito de la expedición a puertos intermedios"

"Apuntes históricos sobre la expedición libertadora al Perú"

"Rasgos histórico-biográficos del General Juan Manuel Pringles"

Como periodista colaboró en la "Revista de Buenos Aires" y en la "Revista de Paraná"

Entabló sólida amistad con Mitre a tal punto de que se lo podría considerar con justicia, corredactor de la famosa obra de Don Bartolomé: "Historia de San Martín y de la emancipación americana".

El mismo Mitre admitió que sin los aportes de Espejo, no podría haber completado como era su deseo tan magna obra, más allá de las opiniones de sus detractores, que todo hombre que se distingue públicamente debe cargar sobre sus hombros.

Falleció en Buenos Aires en 1889, casado con una sobrina casi adolescente, que estimo fue su cuidadora en los finales de su existencia, y no tuvo descendencia.

Soy liceísta desde los comienzos del Liceo Militar General Espejo, y siempre me pareció que los argentinos no le hemos dado la verdadera importancia a este prohombre, que supo aunar bravura militar con delicadeza intelectual.

Escribía mientras batallaba, en las peores condiciones ambientales que normalmente requerimos los escritores para plasmar nuestras ideas, pero tal fue su pasión por las letras que, yo creo se abstraía por completo de las circunstancias que lo rodeaban y empuñaba la pluma como el mejor escribidor solo puede lograrlo a la sombra de un hermoso árbol y a la vera de una inspirador espejo de agua, por cierto en paz interior y ambiental.

Todo esto sea dicho en honor de Mi General.

Comentarios:

No puedo terminar este escrito sin condenar medidas de los actuales gobierno tanto nacional como provincial respecto a educación, como es que los deudores de materias desde 2020 se darían por aprobados; que en la toma de los presentes en los colegios de Mendoza no se mencionará el nombre del alumno sino sólo el apellido como una demostración de respeto a la identidad sexual individual, y por si fuera poco un juez utiliza el lenguaje inclusivo en sus dictámenes.

Analizar estas verdaderas monstruosidades sería muy largo y además escapan al tema del escrito.

Pero deseo que quede clara mi condena.

Eduardo Da Vía






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