Instrucción, educación y formación: tres palabras para un contexto
Tres partes de un todo. El análisis y la opinión del Prof. José Jorge Chade.
Para quienes llevamos la docencia en nuestro corazón y hemos trabajado toda la vida en ella, es inevitable encontrarse con tres términos que, a menudo y con culpa, se utilizan como sinónimos. Este malentendido lo encontramos incluso en textos normativos, lo cual es particularmente grave. Indica que, a nivel institucional, existe una falta de claridad respecto a la finalidad de las escuelas y los objetivos que deben perseguir.
Estos tres términos a los que me refiero son instrucción, educación y formación. Por lo tanto, es oportuno y apropiado buscar cierta claridad, especificando sus respectivos significados y sus implicaciones para el sistema educativo.
La instrucción debe entenderse como la actividad de proponer y adquirir conocimientos, información y nociones que forman la base para establecer e iniciar el propio crecimiento personal. El término educación, por otro lado, se utiliza comúnmente para referirse a actividades destinadas a cambiar y promover actitudes y comportamientos que se consideran generalmente positivos. Esto es particularmente cierto cuando los comportamientos y actitudes se relacionan con la esfera moral y la dimensión de la personalidad. Es por eso que hablamos de educación moral, educación para la afectividad, nutrición adecuada, seguridad vial, protección del medio ambiente, ciudadanía y salud. De los términos recién empleados, se desprende claramente que las actitudes y comportamientos deseados y buscados tienden a incidir en ámbitos que van más allá de la moralidad y abordan cuestiones más disciplinarias.
En muchos casos, al término "formación" se le da el mismo significado que el término "educación". La formación tiene como objetivo desarrollar nuevas habilidades y capacidades, especialmente en adultos. En particular, en el ámbito laboral, desde hace algunos años ha aumentado la demanda de programas de formación para ayudar a los trabajadores a adquirir competencias profesionales específicas. En este contexto, la formación se convierte en una verdadera inversión en "capital humano", cuyos resultados son visibles tanto a corto plazo, como en el aumento de la productividad, como también a largo plazo, como en el desarrollo de los recursos humanos de entidades públicas y privadas como también de empresas.
Educación
El término "educación" deriva del latín instruere, cuyo significado original es construir, preparar. Hoy en día, el término indica "la actividad realizada para prepararse en una disciplina o para llevar a cabo una actividad".
Si profundizamos, encontramos que la educación es "el trabajo de enseñanza, que se lleva a cabo sistemáticamente en las escuelas, para introducir a los jóvenes en la cultura y prepararlos para una profesión". Por extensión, el término "educación" también se utiliza para indicar el conjunto de conocimientos adquiridos tanto formal como informalmente. De esto se desprende claramente que el término "educación" tiene un significado "cuantitativo" y posesivo, basado en un mecanismo orientado principalmente a la transmisión de conocimientos, información, hechos y nociones.
Cuando hablamos de educación, es inevitable pensar en las actividades tradicionalmente asociadas a ella, como la enseñanza y la explicación, y, desde la perspectiva del estudiante, las actividades de aprendizaje y estudio.
"Según un concepto del colega Giuseppe Perpiglia, de la Universidad de Pisa, Italia en un artículo del 2021 nos dice: si la ley y el sistema escolar se centran exclusivamente en la educación -o mejor dicho, si continúan centrándose exclusivamente en ella, convirtiéndola en el objetivo de su acción-, seguiríamos teniendo un sistema escolar que tiende a llenar botellas vacías. Sería un déjà vu que dejaría al sistema escolar en un estado permanente de inacción sin futuro. Esta es una actitud obsoleta. Un sistema escolar que se basa únicamente en la educación es una escuela resistente a los numerosos avances pedagógicos que han puesto al estudiante en el centro de atención, ya no como aprendices pasivos, sino como individuos, protagonistas de sus propios planes de vida y aprendizaje. Y todo esto impactaría negativamente en la motivación de un profesorado ya muy afectado por otras preocupaciones."
Instrucción
Educación y formación se utilizan a menudo como sinónimos, pero ambos términos no se superponen completamente. De hecho, la educación se refiere al proceso de desarrollo de las facultades físicas, intelectuales y morales, principalmente a los jóvenes en edad de desarrollo, mientras que la formación se refiere al perfeccionamiento de ciertas habilidades y capacidades dirigidas más específicamente a los adultos, especialmente presentes en el ámbito laboral.
Existe una diferencia sustancial entre instrucción y educación. Mientras que la instrucción, de hecho, intenta introducir algo en la mente del niño: contenido, hechos, nociones, la educación, por el contrario, busca ayudar al niño a extraer, recordando que educare proviene de ex-ducere, lo que lleva dentro: cualidades personales, características, experiencias, necesidades, sueños, aspiraciones. Es evidente que nos enfrentamos a dos maneras diametralmente opuestas de entender al niño (por un lado, se le ve como un recipiente, por otro como una persona): la escuela y el rol del maestro, cuya intervención, en el caso de la educación, no puede ser ni permanecer aséptica. En la actividad basada en la instrucción, el maestro se limita a ilustrar el contenido que el niño, mediante el estudio y la aplicación, debe apropiarse. En el caso de la educación, sin embargo, el maestro tiene un papel mucho más exigente y atractivo. La actividad educativa es mucho más exigente y atractiva, ya que involucra a todo el maestro, lo que lleva a la adquisición de actitudes y comportamientos. Esto solo puede suceder con el ejemplo consistente y eficaz de los adultos. En el proceso educativo, los docentes, si desean obtener la legitimidad necesaria, deben esforzarse por crear y gestionar adecuadamente un canal de comunicación preferencial, caracterizado por una gran comprensión de cada estudiante que se les confía. Deben esforzarse por conectar profundamente con el estudiante para comprender su esencia y ser aceptados como individuos, con todas sus fortalezas y debilidades. (Esto sería humanizar los servicios educativos)
Formación
Es una palabra que debe referirse a las actividades destinadas a desarrollar nuevas habilidades y capacidades en adultos, especialmente en el ámbito laboral. En el mundo laboral, particularmente en esta sociedad en constante cambio, ha aumentado la demanda de programas de formación, tanto formales como, aún más, informales, destinados a la adquisición de competencias profesionales específicas.
En primer lugar, podríamos decir que la educación es una inversión en el estudiante -niño, joven, adolescente- en su camino hacia la edad adulta, mientras que la formación se centra más en el adulto, quien debe estar siempre actualizado en el ámbito laboral. En este sentido, la formación se convierte en una verdadera inversión en el capital humano de una empresa, cuyos frutos son visibles tanto a corto plazo, a través del aumento de la productividad, como a largo plazo, mediante el desarrollo del potencial. Esta línea de pensamiento también está presente en las escuelas; no es casualidad que hablemos de centros de formación profesional en los que se prioriza el componente operativo-instrumental sobre el componente puramente cultural. La educación no es simplemente la transmisión de conocimientos especializados, sino un proceso cuyo papel es fundamental a lo largo de la vida de un recurso humano.
Estas tres actividades que hemos analizado -educación, formación y educación- no están ni pueden estar completas y claramente separadas, pero las tres contribuyen al "desarrollo integral de la persona humana" que exige nuestra Constitución. Se trata de equilibrar cuidadosamente los ingredientes para crear un producto de excelencia, prestar un servicio que satisfaga las necesidades de las personas y de los tiempos, y garantizar que niños, jóvenes y adolescentes puedan expresar plenamente su potencial y progresar rápidamente en la vida. Lógicamente, no pretendo demonizar la instrucción, porque sigue siendo la base de la educación y la formación. La educación para la vida es una serie continua de decisiones que, para ser efectivas, deben estar fundamentadas.
Todas estas consideraciones refuerzan la afirmación y la conciencia de que la instrucción, la educación y la formación, si bien no son sinónimos, son actividades estrechamente relacionadas que no pueden separarse, sino que deben combinarse y amalgamarse con criterio y cuidadosamente.