Libertad de prensa en riesgo: la violencia simbólica del discurso presidencial

"Desde la criminología del discurso, sabemos que las palabras no solo describen la realidad: también la moldean. Los discursos estigmatizantes generan consecuencias concretas", explica en esta nota el criminólogo Eduardo Muñoz.

Eduardo Muñoz
Criminólogo. Autor del libro "El Género de la Muerte". Divulgador en medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad. linkedin.com/in/eduardo-muñoz-seguridad IG: @educriminologo

Discurso de odio desde el poder: una alarma democrática

Las recientes declaraciones del presidente Javier Milei, cargadas de descalificaciones hacia periodistas y medios de comunicación, no deben leerse como simples exabruptos políticos. Desde el análisis criminológico, se trata de un fenómeno profundamente preocupante: la utilización del discurso presidencial para estigmatizar a la prensa siembra un clima de violencia simbólica con consecuencias reales.

La palabra presidencial no es neutra. Tiene un peso específico que, al utilizarse para fomentar la polarización y desacreditar voces críticas, afecta la cohesión social y debilita la democracia.

La criminalización del periodismo: un riesgo para todos

Cuando desde la figura presidencial se intenta instalar la idea de que los medios mienten sistemáticamente o actúan como enemigos del pueblo, no solo se erosiona la confianza en la información. Se construye un clima hostil que:

Fomenta impunidad institucional: Al debilitar a quienes denuncian abusos de poder, se reduce la vigilancia pública y se facilita la opacidad en la gestión.

Nunca debemos acallar nuestra voz

Escala el conflicto social: Los discursos estigmatizantes pueden ser apropiados por sectores radicalizados como habilitación para ejercer violencia concreta.

Alimenta la censura indirecta: El miedo a represalias, simbólicas o reales, lleva a periodistas a la autocensura, lo cual restringe el derecho colectivo a estar informado.

Es importante aclarar: criticar a los medios es válido en democracia. Pero una cosa es la crítica y otra muy distinta es el señalamiento sistemático que los convierte en enemigos públicos. Cuando esto ocurre desde el más alto cargo institucional, se transforma en un acto de disciplinamiento y censura velada.

Criminología y discurso político: palabras que golpean

Desde la criminología del discurso, sabemos que las palabras no solo describen la realidad: también la moldean. Los discursos estigmatizantes generan consecuencias concretas.

Hoy, esa lógica se traslada al periodismo. Cuando desde el poder se señala sistemáticamente a los medios como enemigos o mentirosos, se crea un terreno fértil para el hostigamiento y la violencia simbólica.

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En este contexto, decisiones como la eliminación de la pauta oficial, más allá del debate técnico que puedan suscitar, no deben convertirse en una herramienta para castigar o deslegitimar a la prensa crítica. Una democracia sólida necesita medios diversos, independientes y libres, no un coro uniforme que repita sin cuestionar.

Un llamado a la reflexión: protejamos la libertad de informar

Defender a los periodistas no es defender corporaciones: es proteger nuestro derecho ciudadano a estar informados. La violencia simbólica desde el poder es una forma de agresión que erosiona lentamente la libertad de expresión, instala miedo y condiciona el debate público.

La democracia necesita crítica, no obediencia. Necesita voces plurales, no silencios forzados. Y, sobre todo, necesita que la palabra presidencial no sea utilizada como arma de estigmatización, sino como herramienta de construcción democrática.


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