Los jesuitas y los santos agentinos

Luis Elías, profesor de Historia de la UNCUYO, se sumerge en a historia y los aportes jesuitas en Argentina y Mendoza.

Luis Elías

La tradición religiosa argentina hunde sus raíces en épocas de la colonia.

En el siglo XVIII, la obra evangelizadora de España había perdido mucho del empuje de la Corona, en poder no ya de los Habsburgos sino de los Austrias. Sin embargo, la presencia de la Iglesia en América era un factor determinante no sólo en la transmisión de la fe, sino también en la tarea humanista, educativa y cultural que España vino a traer a nuestro continente.

La acción benéfica de los jesuitas en la Argentina

Entre las órdenes religiosas que llegaron a América en los siglos XVII y XVIII sin duda destaca la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola. Los jesuitas, tal el nombre que reciben sus miembros tuvo un rol fundamental en la evangelización de los territorios que en la actualidad constituyen nuestro país. Dedicados a la difusión del evangelio, a la educación y la cultura, a la organización de pueblos y la fundación de estancias productivas, fueron una pieza clave en el desarrollo del por entonces Virreinato del Perú.

Los primeros jesuitas llegaron a nuestro territorio provenientes de Lima en 1587. Su obra fue fecunda. Fundaron pueblos, llamados reducciones o misiones, en Corrientes y Misiones, en el Gran Chaco y en el sur de la provincia de Buenos Aires. En ellas, dos o tres sacerdotes convivían con hasta cinco mil nativos. Las misiones contaban con una gran plaza central, en torno a la cual ubicaban el templo - el edificio principal dedicado al culto a Dios - el cementerio, donde daban cristiana sepultura a los muertos, la escuela para enseñar a leer y escribir, la casas - los indígenas aprendieron a formar familias monogámicas - los talleres en los que se enseñaban oficios, el cabildo conformado por los propios jefes indígenas que gobernaba la misión, y en los campos aledaños los cultivo y corrales. En total fueron 57 pueblos, los que en 1767 contaban con más de 176.000 almas (casi la mitad de la población civilizada de entonces). 

Misión San Ignacio, Misiones.

Misión San Ignacio, Misiones.

El aporte educativo y cultural también fue relevante. En 1610 fundaron en la ciudad de Santa Fe el primer colegio de segunda enseñanza y seis años después hicieron lo propio en Buenos Aires. Allí establecieron las primeras cátedras universitarias y en 1757 iniciaron la fundación de una Universidad. En Córdoba hacía siglo y medio que funcionaba la primera Universidad argentina, creada por los jesuitas en 1622.

Anexo a la Universidad de Córdoba, en la conocida "Manzana Jesuítica", había un colegio secundario: el Montserrat. Escuelas de igual naturaleza tenía la Compañía de Jesús en Mendoza, La Rioja, Catamarca, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Corrientes.

El Colegio Montserrat,´Córdoba.

El Colegio Montserrat,´Córdoba.

Si bien las autoridades reales ayudaban en algo a las misiones, no sucedía lo mismo con la obra educativa. Aun así, ésta era gratuita tanto en los Colegios como en las Universidades. Los jesuitas educaron eficientemente y sin distingo de clases a la juventud argentina desde 1609 hasta 1767.

Para sostener escuelas, universidades y reducciones, crearon estancias a partir de donaciones de particulares y de gobernadores - Hernandarias entre ellos -. No sólo eran centros de producción, sino también focos de irradiación misionera para los naturales de la región. Las fundaron en Buenos Aires, Córdoba, Salta, Santa Fe y Entre Ríos. Las construcciones y templos de algunas de ellas perduran aún.

La espiritualidad ignaciana

Su capacidad de adaptación a las más diversas realidades, su espíritu heroico y magnánimo puestos al servicio de la Iglesia, hicieron de los jesuitas la organización religiosa más activa en épocas de la conquista.

El acta fundacional de la Compañía de Jesús redactada por San Ignacio comienza diciendo:

... esta Compañía es fundada principalmente para emplearse toda en la defensión y dilatación de la santa fe católica, predicando, leyendo públicamente y ejercitando los demás oficios de enseñar la palabra de Dios, dando los ejercicios espirituales, enseñando a los niños e ignorantes la doctrina cristiana...

El padre Alfredo Sáenz SJ hablando del fundador de los jesuitas nos dice: "Fue un caballero de Dios, un soldado de Cristo que se lanza y lanza a su Orden a la conquista del mundo para Dios. Su ayuda a las almas se configura en la forma de un combate por Cristo que continúa viviendo en la Iglesia militante. Pero Ignacio no se engaña. La lucha exterior no será verdadera si no comienza y se acompaña por el combate interior".

San Ignacio de Loyola.

San Ignacio de Loyola.

Loyola señala con claridad en qué consiste ese combate interior en sus famosos Ejercicios Espirituales, inspirados por Nuestro Señor durante una penitente y ascética estadía de un año en el monasterio de Manresa.

Pensados para hacerlos en 30 días de silencioso retiro (en la actualidad se predican en sólo 4 o 5 días), el fruto de estos Ejercicios es tal que a través de los siglos han perdurado como uno de los caminos más llanos para ordenar la propia vida según el proyecto de Dios.

El ejercitante comienza meditando el "principio y fundamento" de su vida: alabar y servir a Dios según su específica vocación, haciendo uso de las creaturas en tanto y en cuanto lo ayuden a alcanzar ése fin. A continuación, San Ignacio le invita a examinar su conciencia para "quitar de sí las aficiones desordenadas". Puesta la mirada en Cristo, meditando y contemplando los misterios de la vida del Señor, los ejercicios disponen el alma para dar gloria a Dios y luchar con abnegación bajo la bandera de un Rey eterno y bondadoso, que invita a compartir los trabajos de este mundo para luego gozar junto a Él de la vida eterna.

Decía Pablo VI que estos ejercicios espirituales son "una escuela todavía insustituible para dirigir a las almas a una mayor intimidad con Dios, al amor de la virtud y a la ciencia verdadera de la vida, como don de Dios y como respuesta a su llamada."

El lema ignaciano "Ad maiorem Dei Gloriam" (A mayor Gloria de Dios) sintetiza de alguna manera el espíritu ignaciano, que además de un amor incondicional al Creador y al prójimo, exige heroísmo, creatividad y una profunda vida de oración para formar contemplativos en la acción.

La expulsión de los jesuitas

En 1767 un hecho sin precedentes alterará profundamente la tarea de evangelización que durante más de dos siglos habían llevado adelante los jesuitas: su expulsión de todos los dominios hispánicos. 2630 padres debieron abandonar América (464 la provincia jesuítica del Paraguay, que incluía la actual Argentina), ocasionando un profundo daño espiritual, social, cultural y político.

La Compañía de Jesús y los santos argentinos

La obra heredada de los padres jesuitas encontró continuadores en muchos sacerdotes, consagrados y laicos. Pero fueron Mama Antula y el Cura Brochero, los dos santos argentinos canonizados en los últimos años, quienes se destacaron en su vida apostólica en la organización, prédica y difusión de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.

Santa María Antonia de la Paz y Figueroa (Mama Antula) nació en Santiago del Estero en 1730. Pertenecía a una de las familias de más arraigo y prosapia de Santiago y era descendiente de ilustres conquistadores españoles. Pero para ella la nobleza la hacía la virtud y no la sangre. Se incorporó a los 15 años a un beaterío. Éstos eran casas donde se reunían mujeres dispuestas a una vida de mayor perfección, asistidas por un instituto religioso - en este caso dependiente de la Compañía de Jesús - que les brindaba asistencia espiritual. Enseñaban el catecismo, se ocupaban de los pobres, atendían enfermos, ayudaban con las celebraciones litúrgicas y en el caso de los jesuitas, colaboraban especialmente con los Ejercicios Espirituales y las misiones.

Al producirse la expulsión de la Compañía de Jesús, esta gran santiagueña hacía ya 25 años que conocía los retiros ignacianos, su organización, su espíritu, sus frutos. Sabía cómo invitar, los obstáculos a vencer y el ambiente en el que debían predicarse. Recorrió los caminos de nuestra patria tratando de "suplir" la presencia de los hijos de Loyola. Deambulaba con los pies descalzos y en traje de jesuita y con una imagen de Nuestra Señora de los Dolores, patrona de su misión. En cada lugar que visitaba convocaba algún sacerdote que oficiara de predicador. Organizó 60 tandas de retiros, comenzando en su Santiago natal y pasando luego a Tucumán, Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja y Córdoba. En cada lugar recorría casa por casa y rancho por rancho, y en cada tanda participaban entre doscientos y trescientos ejercitantes, no pudiendo albergar más por las limitaciones de espacio de las casas de ejercicios. Finalmente, en 1780 logró que se predicaran ejercicios en Buenos Aires y Uruguay. Allí, para 1788, más de 70000 hombres y mujeres de todas las clases sociales habían pasado por sus retiros ignacianos, que tenían una duración de 10 días.

Mama Antula murió en 1799, tras llevar adelante la edificación de la Casa de Ejercicios en pleno centro de Buenos Aires, con capacidad para casi 200 ejercitantes y donde acudirían varios de nuestros primeros próceres para practicarlos.

Los jesuitas y los santos agentinos

En cuanto a San José Gabriel Brochero, nació en 1840 en la provincia de Córdoba, en una familia humilde y trabajadora. A los 16 años ingresó al seminario. El regreso de los jesuitas al país en 1859 le permitió conocer su principal instrumento de evangelización: los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, de los que comenzó a participar desde muy joven, siendo aún seminarista.

Ya ordenado sacerdote, Brochero se hace cargo del curato de San Alberto, en Traslasierra. Su sencillez y humildad le permitieron adaptarse a la vida ruda, agreste y frugal de la gente de campo, franca, llana, sin dobleces. Sabía montar, dormir al raso y conducirse en campo abierto. Esto le permitió pastorear a una comunidad muy dispersa en un territorio muy dilatado y que se encontraba en verdadero estado de abandono espiritual. En estas circunstancias, como diría su amigo el padre José Bustamante SJ, el padre Brochero, sabiendo de la eficacia de los Santos Ejercicios para comunicar la luz del cielo a las inteligencias, y hacer que la gracia triunfe en los corazones más rebeldes, no vaciló en adoptar esta arma poderosa para la santificación de los encomendados a su cuidado.

Invitaba desde el púlpito y visitando a sus paisanos, hasta el último rincón de su curato.

Comenzó llevando feligreses a Córdoba, a casi 300 km. de distancia. Atravesando las Sierras Grandes, en pleno invierno y con escasez de recursos, en 1874 llevó 200 feligreses. Dos años después bajaban las Sierras casi 1000 ejercitantes entre hombres y mujeres para hacer Ejercicios.

En 1875 comenzó una obra de gran envergadura en el centro geográfico de su parroquia: la construcción de la Casa de Ejercicios en Villa del Tránsito. El trabajo de cientos de hombres, mujeres y niños de su pueblo y pueblos vecinos concluyó en 1882 aunque ya hacía cinco años que se la utilizaba. Gracias a donaciones y la entrega desinteresada de sus parroquianos, sin recibir fondos del gobierno, la casa dio sus frutos. Hasta su muerte en 1914, se predicaron 158 tandas de ejercicios a más de 38000 fieles.

Los jesuitas y los santos agentinos

La Madre Antula y el Cura Brochero, santos típicamente argentinos, advirtieron los beneficios espirituales y morales que tienen los Ejercicios Espirituales heredados de los padres jesuitas. La vuelta a este espacio de profunda reflexión en el silencio sin duda allana el camino para el encuentro personal con Dios también hoy, a 500 años de haber sido inspirados a San Ignacio de Loyola.

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