La fuerza de la experiencia: ¿por qué necesitamos a los mayores de 60 en el centro del desarrollo?
En Argentina, más de 7,2 millones de personas tienen 60 años o más, lo que representa cerca del 15,7 % de la población. Este dato, lejos de ser una simple estadística demográfica, nos habla de un cambio estructural; vivimos más y también, con expectativas.
La perspectiva de vida se ha prolongado gracias a los avances en salud, nutrición y calidad de vida, y hoy los adultos mayores no somos sinónimo de inactividad, sino de potencial humano disponible. En Mendoza, la situación no es distinta ya que más de 330.000 personas superan los 60 años, es decir, una de cada seis personas en la provincia.
Si proyectamos al 2050, este grupo podría llegar al 22 % de la población nacional, lo que plantea un desafío y, sobre todo, una oportunidad. Tradicionalmente, el modelo social empujó a los mayores a la periferia de la vida productiva.
Sin embargo, ¿por qué resignar décadas de experiencia, saberes prácticos y redes de contactos cuando justamente la sociedad necesita formación, mentoría y acompañamiento para enfrentar la transformación laboral y tecnológica? Somos un capital humano desaprovechado.
En un contexto donde miles de jóvenes mendocinos piensan que su futuro está fuera del país, los mayores de 60 pueden convertirse en puentes hacia la empleabilidad. Oficios, artesanías, saberes técnicos y culturales acumulados durante años podrían transmitirse mediante programas de formación intergeneracional, donde la experiencia dialogue con la innovación.
Pero no solo se trata de oficios. La economía del conocimiento también puede nutrirse del acompañamiento experto, es decir, gestión empresarial, mentoría en Pymes, transmisión de prácticas laborales responsables, incluso participación en proyectos comunitarios donde la planificación y la empatía son esenciales. No estamos hablando de "incluir" a los mayores como un gesto asistencialista, sino de reconocer su valor activo en el desarrollo provincial.
En Japón y en países europeos ya se implementan programas donde personas jubiladas lideran talleres, orientan a emprendedores y sostienen redes comunitarias.
¿Por qué Mendoza no?
Hacen falta políticas públicas y privadas que faciliten espacios, incentiven la capacitación continua y rompan con el prejuicio de que a cierta edad solo queda esperar. Hoy, la longevidad debe interpretarse como una segunda oportunidad productiva y creativa. En definitiva, los mayores de 60 no somos un peso, somos un recurso estratégico. La sociedad que comprenda esto a tiempo no solo resolverá problemas de empleo juvenil y cohesión social, sino que se adelantará al futuro. Un futuro que, por cierto, será cada vez más longevo.