La pobreza que se nos viene encima a pasos agigantados
La pandemia de coronavirus en la Argentina dejará una huella muy profunda en materia económica y como consecuencia también en la pobreza. De tomar el tema con la seriedad correspondiente harán falta años para poder salir adelante, pero será necesario que haya un cambio real en la conducción política.
Si antes de la pandemia había 40% de pobres en Mendoza, debemos preocuparnos del nivel de aumento de esa cifra para cuando termine la emergencia sanitaria. Esa pobreza muchas veces está escondida en los rincones más alejados de los centros urbanos, pero hay momentos en que tiene la osadía de aparecerse frente a nuestras puertas.
Eso me ocurrió esta semana cuando una mujer tocó los porteros del complejo donde vivo pidiendo ayuda para que sus hijos pudieran comer. Una vecina no demoró en responderle y le llevó un plato de fideos de los que había cocinado para el almuerzo. La mujer se instaló en la vereda y comenzó a darle una cucharada a un pequeño de dos años y luego a uno de seis. Ella no comía para que los chicos pudieran comer más. La cara de felicidad que tenían los pequeños por ese simple plato de fideos era única, pero también denotaba que llevan mucho tiempo sin comer.
En un hilo de Twitter comenté la situación, destacando que eso sucede en las calles mientras nuestros representantes políticos poco y nada se refieren y se ocupan de una situación de la que son responsables directos. Hubo dos respuestas que me llamaron la atención, ambas desligando a la política de la responsabilidad directa en los índices de pobreza y apuntando a que es una responsabilidad de todos.
Para diciembre, la proyección de la Unicef indica que habrá un 60% de niños bajo la línea de la pobreza en la Argentina, en parte por el impacto de las restricciones por la pandemia, pero también por el arrastre de la crisis que ya venía enfrentando el país y con la incertidumbre de lo que puede pasar con la economía ante un probable default.
Entonces, cabe preocuparse de manera especial por la pobreza, porque aunque todos los países del mundo serán más pobres, habrá algunos que serán más pobres durante más tiempo que otros que comenzarán una recuperación más rápida. La velocidad de la recuperación irá de la mano de las políticas económicas y el orden fiscal que tenía cada país antes del inicio de la pandemia, por lo que para la Argentina tenemos que pensar en un largo proceso en el que escenas como la que vi esta semana se multiplicarán con el paso del tiempo.
Es imposible desligar a la política de su papel como la gran responsable de la pobreza, porque en realidad es la actividad política la que ha generado los principales problemas de la Argentina en las últimas décadas. Es allí donde se toman las decisiones que hicieron caer al país en un circulo vicioso del que no puede salir hace décadas y que, entre otras cosas, arrastra déficit, inflación y deuda.
Como comenté, una de las respuestas que recibí cuando relaté el caso en Twitter fue de un legislador. Ante mi pedido por políticos a la altura, respondió que "ojalá también tengamos jueces, periodistas, comerciantes, curas, docentes, etc. Haciendo lo que deben hacer. No son unos, somos todos". Desde su visión, la pobreza es responsabilidad de todos, cuando en realidad la única forma de terminar con la pobreza es terminando con los círculos viciosos que se generaron en el país. Para hacerlo, sólo es posible a través de la política, porque son los únicos que tienen el poder real para aplicar cambios a través de leyes y políticas de Estado en la materia. El resto, por más preocupación que le ponga, no tiene las herramientas para generar esos cambios.
Sin ir más lejos, el gran problema que tiene la Argentina -base de todo el resto- es el déficit fiscal constante, el cual se generó a partir del poder político que mantiene un Estado hipertrofiado y gastador que destina muchos recursos para salarios y otros temas, pero no para generar planes que vayan más allá de la asistencia monetaria. Se asiste a los pobres con una cantidad de dinero para que sobrevivan, pero no se sale de eso, sino que se mantiene a las familias en sus mismos entornos sin entregarles herramientas para hacer un cambio de fondo en sus vidas.
Otras de las respuestas que recibí fue que "la desigualdad siempre existió" y que "el justicialismo es defensor de la justicia social y sabe como administrar los derechos de los que tienen y de los que no tienen". En el primero de los casos, la desigualdad pareciera que siempre existió porque es un problema que el país arrastra durante demasiado tiempo. Es real que es algo casi propio del mundo, pero también es cierto que la desigualdad alcanza niveles escandalosos cuando existen decisiones políticas que permiten que el pobre se siga hundiendo y siga sin oportunidades para poder salir adelante.
Con respecto al justicialismo, tal como el resto de las fuerzas políticas, es tan o más responsable por la pobreza, especialmente porque en términos numéricos han estado al frente del país mas que cualquier otro partido. Son responsables, como también lo fue Cambiemos en los últimos cuatro años, cuando se prometió la pobreza cero -una mentira de campaña- que finalmente ni siquiera bajó, sino que aumentó.
No hay partido que pueda decir que atacó la pobreza de manera efectiva, porque las décadas pasan y los pobres siguen igual o peor. Algunos se pueden ocupar más que otros y destinan más dinero, pero sin avanzar con cambios estructurales que sean realmente agentes de cambio, por lo que se cae en el populismo.
La pobreza que se nos viene puede ser la peor de la historia, una que nunca pensamos ni imaginamos ni aún en el peor de los escenarios. Se necesitará un esfuerzo especialmente importante de todo el arco político, el cual implicará dejar de lado las discusiones chiquitas que suelen ser el pan de cada día para avanzar con políticas de Estado transformadoras. De lo contrario, vamos a ir aún más al fondo y vamos a profundizar una situación que ya no da para más.