Libertad no fraterniza con igualdad

Dice Pablo Gómez, autor de este texto, que "la misión de éste Gobierno (y de todos los gobiernos de la historia del planeta) debería ser la de plantear un equilibrio entre libertad e igualdad; la fraternidad (o solidaridad) de quienes somos parte de la sociedad es lo que permitirá (o no) que las buenas ideas lleguen a destino, o sean boicotedas en el camino".

Pablo Gómez

Algunos siglos han pasado desde que la Revolución Francesa internacionalizara la frase "Libertad, Igualdad, Fraternidad", en una declaración que ya en su momento tuvo personas que se opusieron, y que fue teniendo distintos grados de aceptación aun entre quienes habitaban en Francia, en función de que sus gobiernos fueran más igualitarios o más libertarios.

Y al igual que pasaba en aquella segunda mitad del siglo XVIII, y aunque a algunas personas le cueste escribirlo, la libertad no se lleva con la igualdad.

La mismísima existencia del Estado tiene por objeto (entre tantos otros) regular libertades para apuntalar igualdades. La igualdad ante la ley, por ejemplo, necesita definitivamente que no tengamos las libertades de matar, violar, abusar (física o económicamente) y tantas otras, que con la fuerza monopolizada por ese mismo Estado, se debe garantizar.

Y todo este planteo viene porque cada vez con mayor simpleza leo a personas pedir por sus libertades absolutas, llegando a citar al General San Martín cuando dijo algo parecido a "seamos libres y lo demás no importa nada"; claro, San Martín enfrentaba en batallas a un ejército que pretendía acabar con la libertad de los pueblos americanos, bien distinto a la situación actual, en que se piden libertades (principalmente económicas) con objetivos no del todo descubribles a simple vista. La libertad de la Nación es una cosa, las libertades individuales, son otra cosa. Aún en las épocas del Virreinato existían libertades individuales, aunque América no era libre, y por otro lado, luego de nuestra Independencia nadie planteó (que yo sepa al menos) eliminar la legislación y permitir libertades individuales indiscriminadas.

Porque es el imperio de la ley, en definitiva, el que regula nuestras libertades para que no abusemos de quienes comparten con nosotros la vida en sociedad; y al que se pase de la raya, la fuerza pública lo debería poner nuevamente en su lugar. Eso implica vivir en sociedad.

Por supuesto, la regulación de las libertades individuales en beneficio de las libertades colectivas debe tener también sus límites; no es este escrito una apología del insfranismo: ya bastante se han violado los derechos humanos en este continente (y en este país) como para que en nombre de la salud pública se coarte la libertad física de personas que no han cometido delitos.

Hay, en definitiva, distintas versiones de gobiernos que intentan hacer equilibrio entre entregar más libertades a cambio de perder igualdad entre quienes habitan el país, y quienes por el contrario recortan libertades (de comercio, de compra de divisa, de exportación) en pos de una igualdad que de todos modos no termina de llegar a los sectores más desposeídos.

En mi opinión, es fundamental que, por lo menos, exista una igualdad mínima entre quienes habitamos el país. Esa igualdad de base se ve reflejada (entre otros casos) en lo que se denomina "canasta básica" la que, según una de las principales definiciones que he encontrado, "se utiliza en el terreno de la economía para nombrar a un conjunto de productos y servicios que se consideran esenciales para la subsistencia y el bienestar de los integrantes de una familia. La alimentación, la salud, la educación y la cultura son elementos contemplados en la canasta básica".

Por supuesto, y como bien expresa la frase bíblica, no es la solución dar pescado, sino enseñar a pescar. Y es cierto también que, desde el retorno de la Democracia al menos, siempre se intentó, en forma provisoria, dar ayuda a los más necesitados hasta tanto se educaran y capacitaran, y dejaran de necesitarla. Cosa que a la fecha no solo no se ha logrado sino que, por el motivo que fuere, cada vez parece ser más necesaria la ayuda social "igualitaria"; cómo se entrega y quien se beneficia en la intermediación, es otro tema, complejo, y quizá parte fundamental del problema.

Pero, ¿puede solucionarse el problema restringiendo libertades, como por ejemplo las ya citadas de comercio y exportación, hasta tanto se logre la eliminación de la pobreza? Difícilmente, en mi opinión, porque una de las principales fuente de ingresos del Estado que le permite garantizar "igualdades", es el deseo de los grupos empresariales de ganar dinero; sin ellos, los recursos que manejaría el Gobierno serían aún más insuficientes que los actuales. Nos guste o no, el incremento de la carga impositiva desalienta la inversión, y es esa inversión la que permite el real funcionamiento de los programas del Estado, sean estos de ayuda social, o de Educación Pública, Salud, y por qué no plantear un ejemplo puntual en este momento histórico, en el que los fondos públicos son necesarios aún para la compra de vacunas contra el covid-19.

En definitiva, la misión de éste Gobierno (y de todos los gobiernos de la historia del planeta) debería ser la de plantear un equilibrio entre libertad e igualdad; la fraternidad (o solidaridad) de quienes somos parte de la sociedad es lo que permitirá (o no) que las buenas ideas lleguen a destino, o sean boicotedas en el camino. Defensores a ultranza de uno de los dos extremos siempre habrá, y es tarea del grueso de la ciudadanía mantener el equilibrio social que garantice la gobernabilidad, las libertades y los derechos igualitarios, en un clima fraterno de comprensión y solidaridad.



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