El riesgo de pensar puertas adentro cuando se vota hacia afuera
El codirector de la consultora Opinion Mendoza pone bajo la lupa el acuerdo interno del peronismo.
El peronismo mendocino parece vivir en un eterno loop de disputas internas, donde cada elección es una excusa para negociar cargos, más que una oportunidad para reconectar con la ciudadanía. El resultado: años de retroceso electoral que hoy lo encuentran con una lista de unidad que parece pensada para conformar sectores, pero entusiasmara al votante?.
El peronismo mendocino lleva más de una década enfrascado en una disputa interna que parece no tener final ni aprendizaje. La lógica de cada elección no es la de construir un proyecto colectivo para volver a enamorar al electorado, sino la de sobrevivir puertas adentro:conservar cargos, reacomodar fichas, evitar fugas e incluso un revanchismo para cobrar facturas del pasado. Mientras tanto, la sociedad sigue su camino, con cada vez menos identificación partidaria y más distancia de una fuerza que supo ser protagonista, pero que hoy apenas lucha por no quedar fuera del Congreso.
Las elecciones a gobernador de 2023 fueron una muestra clara de ese retroceso: el peronismo, lejos de disputarle el poder al oficialismo de Cambia Mendoza, terminó arañando un tercer puesto e incluso quedando en algunas detrás de La Unión Mendocina, que con Omar De Marchi capturó parte de su electorado histórico. Para una fuerza que durante décadas fue la principal opositora -y muchas veces gobierno-, ese resultado fue una alarma fuerte. Pero no pareció tener consecuencias reales.
En vez de un diagnóstico profundo, de una renovación de cuadros o de ideas, la estrategia volvió a ser la misma: evitar la ruptura. Así, de cara a las elecciones del 26 de octubre, donde Mendoza elegirá diputados nacionales, legisladores provinciales y concejales en varios departamentos, el PJ logró cerrar una lista de unidad entre los intendentes y el kirchnerismo. Unidad que, más que mostrar fortaleza, dejó sabor a concesión apurada, a pacto de última hora que busca evitar un nuevo papelón interno más que ofrecerle algo distinto a la sociedad.
La lista de diputados nacionales es la muestra más clara de esto. La encabeza Emir Félix, presidente del PJ e histórico dirigente del sur provincial. Lo siguen Marisa Uceda (única representante del kirchnerismo puro) y tres intendentes: Matías Stevanato (Maipú), Flor Destéfanis (Santa Rosa) y Fernando Ubieta (La Paz). De estos últimos, se da por hecho que ninguno asumirá en caso de ser electo: su presencia es testimonial, para "traccionar" votos con el peso del cargo, pero no con la intención de ocupar una banca.
Más allá de la polémica sobre la validez de ese mecanismo, el problema de fondo es otro: en una elección donde el peronismo tiene chances reales de conseguir apenas un solo diputado nacional, lo único que verdaderamente importa es el primer nombre de la lista. Y allí aparece Félix: un dirigente de peso en San Rafael y el sur provincial, pero sin llegada real al Gran Mendoza, dónde se decide la elección, con un estilo muy vinculado a la vieja política y escasa conexión con los votantes jóvenes o independientes. ¿Puede un dirigente así representar un recambio? ¿Es una señal de futuro o un gesto de encierro?
La elección de Félix como cabeza de lista no parece tener otro objetivo que ordenar internamente el partido y dejar en claro que la conducción está en manos de los intendentes, no del kirchnerismo. Pero esa señal, que tal vez funcione hacia adentro, no mueve el amperímetro hacia afuera. La necesidad de despegarse de Cristina Kirchner -con quien muchos dirigentes locales ya no se sienten cómodos- se da de forma ambigua: la mantienen en el discurso, pero no en la boleta; se la critica en privado, pero nadie se atreve a romper del todo. Mientras tanto, el votante mira hacia otros lados, e incluso hacia un ausentismo que viene siendo muy notorio en todas las elecciones que se dieron hasta ahora.
El escenario se vuelve aún más complejo por la modalidad de votación. Mendoza votará con boleta única de papel, y cada categoría irá en una urna separada. Es decir: la elección será el mismo día, pero no será una sola. El elector podrá optar por un partido en diputados nacionales y otro en la legislatura provincial o en su municipio. Esa fragmentación obliga a los espacios a ofrecer liderazgos claros que permita a campañas diferenciadas que traccionan en todos los segmentos. Nada de eso se ve en el peronismo.
La gran pregunta, entonces, es si el PJ mendocino está preparado para competir, o si simplemente busca mantenerse unido para evitar una catástrofe mayor. Porque una elección pensada únicamente para ordenar a los propios corre el riesgo de fracasar frente al conjunto. Y si algo han mostrado las últimas elecciones es que la sociedad no perdona el ensimismamiento: espera propuestas, gestos, liderazgos que la interpelen. No roscas internas ni repartos de cargos que no se van a ocupar.
Por supuesto que el peronismo mendocino puede volver a convertirse en una fuerza relevante. Pero para eso, antes tiene que mirar más allá del espejo.