La mejor ciudad, el mejor aceite de oliva y el político con mejor imagen del mundo no existen

Cada tanto nos llega algún ranking de los mejores lugares para visitar, de un intendente que goza de buena imagen o un aceite de oliva como el mejor del mundo. La felicidad de vernos en la lista es grande; pero luego, si escarbamos un poco, el argumento cae estrepitosamente. Escribe Laura Rombolí.

Laura Romboli

"Hay tres tipos de mentiras: las mentiras, las grandes mentiras y las estadísticas". (Frase atribuida a Mark Twain, escritor estadounidense).

La ciudad más feliz, el mejor intendente o el mejor aceite de oliva del mundo. Noticias que llegan en esos momentos donde escasean buenos títulos para un diario, en pleno verano, y que encajan en una conversación blanda de un programa de radio con fallas de producción. Primicias que -sin cuestionarnos ni leer- nos sirven para iniciar una charla en la clase de pilates que está en un absoluto silencio bajo una atmósfera con muy mala onda.

En ocasiones, recibimos las buenas nuevas que figuramos en una lista de destacados en el mundo. Un reconocimiento tan subjetivo que se vuelve una simple referencia. No nos hacemos más preguntas y aceptamos la distinción. Aunque, puede pasar, que para algunos rebuscados surja el preguntarnos primero: ¿el mejor del mundo? para darle lugar a: ¿y quién lo dice?

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Hace unas semanas una revista de viajes puso en "Las diez mejores ciudades de..." a Mendoza en el puesto 6 (no hay que ser muy avispado para darse cuenta de que fueron los lectores viajeros los que votaron) y nos seleccionaron porque la provincia "se consolida como un destino que cautiva por su serenidad y belleza natural, por sus paisajes vinícolas y la majestuosa cordillera", o sea, fueron a una bodega. Y sí... ¡Cuenten con mi voto, también!

¿Existirá la ciudad feliz y naturalmente bella que no participe en ninguna lista de revistas de viajes? Seguramente.

¿Habrá en algún rincón de Portugal, España o Italia un aceite de oliva tímido que no le guste participar en campeonatos y sea el mejor del mundo? Pues claro.

¿Tendrá ese pueblo de 3.000 habitantes anclado en los Pirineos, un intendente que sabe qué necesita y quiere cada vecino, que despojado de toda frivolidad y sin hacer ni una selfie, lo voten más que el que figura en una lista de mejor imagen? Sin dudas que sí.

Son referencias, nada más. Rankings, listas, premios que suman y que se basan en experiencias o se dejan juzgar por un grupo reducido de especialistas.

Pero igual lo celebramos porque son caricias a las almas dolidas de habitantes que todo el tiempo nos dicen que somos los peores. Son albricias que llegan en el momento necesario y que las aceptamos sin hacernos tantas preguntas. Son buenas noticias que (sin hacer clic porque el título ya es suficiente) nos sacan una sonrisa y por un momento, aunque luego pase, nos creemos los mejores del mundo.

Por último: si esta nota tiene el atrevimiento de figurar entre las cinco más leídas del diario, créalo, pues usted lo hizo posible.

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