Meritocracia o no, no nos puede representar

Juan Emilio Ameri, el diputado que estaba más pendiente de los pechos nuevos de su novia y asesora que de la sesión del Congreso en la que estaba inmerso, como un dato más para el debate sobre el mérito.

Norma Abdo

El hasta hace dos días diputado nacional por Salta, Juan Emilio Ameri y hoy famoso, no precisamente por su producción legislativa sino por la viralización de su conducta erótica durante la última sesión en la Cámara Alta en plena debate de importantísimos temas, deja mucha tela para cortar, más allá de quién lo acompañaba en ese momento, para no desviar el eje central de la grave situación, que puede ser motivo de otros comentarios.

Demás está repetir el desarrollo de los hechos, porque no debe haber ningún habitante de este suelo que desconozca lo que sucedió en esa jornada fatídica.

¿Inconducta? ¿Indiferencia o complicidad a la hora de puntear los nombres de los candidatos en tiempos preelectorales? No me detendré en esto que ha sido ampliamente comentado y editorializado en todos (¿todos?) los medios del país (¿será culpa de los medios que agrandaron los hechos? ¿Se habrá sacado de contexto la situación? ¿Habría que interpretarlo, como dijo el propio Ameri, que el internet era una c...?). Sólo apuntaré algunas consideraciones a mi criterio, pertinentes.

En primer lugar entiedo que Ameri no estaba en condiciones de ocupar una banca si cuando estaba allí sentado, no sabía ni lo que se estaba tratando ni la importancia de los temas, a ojos vista. Si bien es cierto que cuando llegan los proyectos al recinto ya tienen despacho de la comisión correspondiente (en este caso, de Presupuesto y Previsión Social), lo menos que puede hacer un representante del pueblo es saber de qué se trata y el protagonista en cuestión, no tenía ni idea de que se debatía un tema de la envergadura, menos que del proyecto enviado por el Ejecutivo referido al Fondo de Garantía de Sustentabilidad del Sistema Integrado Previsional. Que en buen romance y para no entrar en tecnicismos, no es otra cosa que una reprogramación de deudas entre las provincias y la Anses, un tema de sumo para la mayoría de las provincias.

En consecuencia, la obligación de este "trabajador de leyes", era participar el tiempo que durara la sesión virtual, escuchando al menos las distintas posturas del oficialismo y la oposición, en un tema de tal envergadura, entre otros de gran importancia como el ansiado proyecto referido a los tratamientos fonoaudiológicos.


En segundo lugar, y ante el hecho consumado, la mayoría de los integrantes del cuerpo, además de funcionarios de Ejecutivo, como el señor presidente de la Nación (al menos expresó su indignación; no sucedió lo mismo con la vicepresidenta), expresaron su indignación. Pero lo cierto es que Ameri renunció, no por voluntad propia sino porque la comisión de Diputados llevó al recinto la decisión de obligarlo a hacerlo, por unanimidad, con la excepción de un legislador de la oposición que votó negativamente por entender que debieron expulsarlo del cuerpo.

¿Será que la corporación política de alguna manera le salvó la vida a futuro, quién sabe por qué? Es bueno saber que no es lo mismo una renuncia que una expulsión, ya que en ésta importa la imposibilidad de por vida de ejercer cargo público alguno, mientras que con la primera, sólo deja de ser diputado, más allá del escarnio público.

Lo preocupante es que la POLÍTICA no se ponga los pantalones largos de una vez por todas, eligiendo a los que están capacitados (no por títulos o profesiones), sean dirigentes de extracción partidaria, social, gremial, etc., para que dirijan nuestros destinos a través de las leyes que se aprueban. Es lo menos que debemos exigir los ciudadanos de a pie que defendemos a rajatabla el sistema democrático de gobierno.


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