El Milei teórico y el Milei práctico

El gobierno nacional evidencia fuertes diferencias entre lo que cree que es y lo que es realmente.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Al gobierno de Javier Milei le está pasando algo que ya sucedió con el de Carlos Menem pero, en otros términos, otro nivel, otras circunstancias.

Menem llegó a la presidencia patilludo y a caballo, cual caudillo provinciano, prometiendo "salariazo" y "revolución productiva", concitando tras de sí a todas las expresiones extremas de la izquierda y la derecha, que se tocaban en una convergencia nacionalista. Apenas empezó a andar, se puso traje, se subió a una Ferrari y se alineó totalmente con Estados Unidos. Hizo todo lo contrario a lo que había prometido y conquistó a su oposición.

El caso de Milei es diferente. Él sigue sosteniendo con fuerza principios dogmáticos que se terminan disolviendo a la hora de actuar. Eso hace que sus fanáticos -ya que funciona como un rockstar más que como un político- sigan repitiendo su Credo y, con él, buscan proteger al mandatario con un campo de fuerza virtual, descalificando a todo el que lo critique, aunque tengan razón en hacerlo y le marquen justamente contradicciones con sus postulados iniciales.

Pasan varias cosas: entre otras, que el ejercicio práctico del poder es mucho más complejo que lo que los teóricos puedan pensar y escribir en torno a él, lo que lo lleva a "transar" o bien, a adaptarse al sistema del que, finalmente, terminó siendo parte, a regañadientes.

Los teóricos de Milei siguen sosteniendo "el deber ser" aunque no lo ponga en práctica su propio líder. El hecho de que haya recuperado a Daniel Scioli y metido en su gabinete es un dato, pero hay muchísimos micromassismos de su parte a mano para recordar. Por ejemplo, que decida postergar los aumentos de las tarifas para que lograr redondear en un dígito la inflación de mayo. Rápidamente dejó de lado la política del shock para sumarse al marketing que lo haga tener una bocanada más de oxígeno social, además de poder mostrarle al FMI (al que le irá a pedir otro acuerdo, según confirmó Luis Caputo) el cumplimiento de la «sostenibilidad» que se le exige al Gobierno.

Al público politizado le pasa lo mismo: deja pasar estas cosas y evita criticarlo como hubiera criticado a Sergio Massa si ganaba y seguía con la postergación de decisiones dolorosas con tal de ganar confianza. A la vez, le festeja sus frases extremas en torno a temas muy puntuales, como las relaciones internacionales, porque es una especie de combustible ideológico que les permite mantener el motor de cierta esperanza en marcha, en lugar de disolverse en contradicciones.

No tiene problemas Milei con las defecciones a su proyecto inicial, que son muchas y notables, porque va sumando a su paso a todos aquellos que verificaron que ganó y que, con él, siguiéndolo, apoyándolo -y tal vez sin hablar demasiado- tienen otros cuatro años flotando en las aguas del poder.

Es un clásico de la política: irse con el que tiene la vaca atada. Y luego, con el siguiente y su propia vaca. Así, sucesivamente.

Hay mucho de contradictorio en todo, porque si se piensa bien, el pensamiento de Milei es tan dogmático que debería premia solo a los acólitos y excluir a los dudosos u oportunistas. Y, sin embargo, los acoge y suma, ya que no tiene tantas "manos" capacitadas para sostener a los resortes de las crisis múltiples y simultaneas antes de que salten. De acuerdo a lo informado por La Nación, un 16% de los cargos de la administración central nacional permanecen sin funcionario a cargo. Este porcentaje se amplía considerablemente al considerar todo el Estado nacional, en el cual un 63% de los puestos carece de nombramientos, incluyendo organismos descentralizados, empresas públicas y otras entidades con participación estatal mayoritaria.

Lleva muy poco tiempo en el Gobierno y es temprano para hacer una consideración definitiva sobre sus capacidades, su pensamiento y cómo se manifiesta en sus acciones. Pero nadie puede negar que la gestión es «un despelote», con autorizaciones y desautorizaciones, idas y vueltas, ausencia de líneas de acción en la mayor parte de las áreas del Estado y muchísima incertidumbre en torno al futuro, cosa que se confía que está en el puño de Javier Milei... pero podría no estar allí y ser parte de, solamente, una entelequia, una hipótesis no probada, un sueño que se desea que se haga realidad.

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¿Quién se posiciona mejor desde ahora para suceder a Cornejo desde su partido?