Movimientos feministas: aciertos y errores

La lucha contra esta absurda, injusta y cruel hegemonía masculina, ha sido ancestral y costó la vida de miles de mujeres que se inmolaron en representación de las demás y en búsqueda de una más que lógica igualdad de derechos y posibilidades.

Eduardo Da Viá

A los aún vivos de hoy nos toca desenvolvernos a los tumbos en un mundo convulsionado, presa de todo tipo de pasiones, donde destacan como leitmotiv la posesión de riquezas y poder.

Ello justifica las crueles guerras de saqueo y destrucción, lo genocidios más indignantes y atroces, la hambruna y la pobreza de un tercio de la humanidad, la devastación de la tierra en cuanto verdadera dueña de los nichos ecológicos naturales, y así la lista de las calamidades provocadas por el accionar egoísta y codicioso del hombre, es casi infinita.

Sin embargo, y por fortuna, hay también extraordinarios logros de la humanidad obtenidos mediante la simple explicación de estar, el humano, dotado de inteligencia y capacidad de decidir.

Así pues el conjunto de las ciencias producto del cacumen del homo sapiens, nos ha permitido progresar a niveles impensados respecto de los conocimientos de tan solo un siglo atrás.

Lamentablemente muchos de esos conocimientos resultaron ejercer un efecto búmeran impensado por quienes los desarrollaron como el caso de la dinamita de Nobel y de todos los científicos involucrados en el descubrimiento y comprensión de la radioactividad...

Pero sin la menor duda, uno de los avances más destacados de los últimos 100 años incluidos los ya casi 22 transcurridos de este nuestro actual siglo, es el cúmulo de logros alcanzados por los movimientos feministas, valientes paladines en pos del reconocimiento efectivo de sus legítimos derechos, injustamente ignorados primero y postergados después por nosotros los hombres.

El primero fue salir del estado de "cosa" u objeto propiedad de algún varón para pasar a la categoría de persona aun cuando con grandes limitaciones remanentes propios de siglos de confinamiento y maltrato.

Por fin el hombre admitió que la mujer "siente" y por tanto ama, odia, desea, anhela, sueña, aspira, acepta, rechaza.

Que de resultas de todo ello aprendieron a quererse a sí mismas y a tratar de respetar sus propios sentimientos, a preferir y por tanto a elegir, a elevarse paulatinamente hasta alcanzar y aun sobrepasar la altura del hombre.

A tener ideas propias, y por tanto a opinar libremente y a proponer ideas inimaginables por los varones.

Sin embargo todo este cúmulo de atributos naturales debieron mantenerse ocultos, o sin desarrollarse e incluso ser ignorados por las propias mujeres, dado que debido a la cruel actitud del dueño y señor de la cosa con la que convivía, con frecuencia apelaba al castigo corporal y aun a la muerte en respuesta a sutiles y fugaces intentos de participación aunque solo sea opinando sobre algún tema exclusivo del señor todopoderoso.

La lucha contra esta absurda, injusta y cruel hegemonía masculina, ha sido ancestral y costó la vida de miles de mujeres que se inmolaron en representación de las demás y en búsqueda de una más que lógica igualdad de derechos y posibilidades.

Hipatia de Alejandría Hipatia, 360-415 DC, fue una filósofa y maestra neoplatónica griega, natural de Egipto, que destacó en los campos de las matemáticas y la astronomía, miembro y cabeza de la Escuela neoplatónica de Alejandría fue asesinada públicamente a comienzos del siglo V por un grupo de cristianos exaltados y por el solo hecho de saber y enseñar.

El reconocimiento por parte de los hombres de los valores femeninos fue apareciendo por cuentagotas frente a la inexorable realidad, y así en un mundo que no solo consideraba a la mujer intelectualmente inferior al hombre sino que además les estaba prohibido acceder a la enseñanza pública, hubieron de ir cediendo a regañadientes y conceder el premio Nobel a Madame Curie, no una sino dos veces a comienzos del siglo XX.

En Nueva Zelandia las mujeres lograron por primera vez en el mundo emitir sus sufragios en 1893.

La primera mujer médica en el mundo fue Elizabeth Blackwell en 1849, oriunda de Inglaterra, vivió, estudió y se graduó en EEUU, y en Argentina Cecilia Grierson en 1851.

La primera literata considerada como tal fue Sor Juana Inés de la Cruz por allá por el siglo XVII.

Sirimavo Ratwatte Dias Bandaranaike, nacida Sirima Ratwatte (Mahawalathenna Walauwa, Balangoda; 17 de abril de 1916-Colombo, 10 de octubre de 2000) fue una política de Sri Lanka. En 1960, alcanzó notoriedad al ser la primera mujer en el mundo en asumir el cargo de primera ministra de un país.

La primera mujer presidente del mundo fue Isabel Martínez de Perón en 1974. Hoy hay 22 mujeres en todo el mundo jefes de Estado o presidentes de un Gobierno.

Amelia Earhart se hizo famosa mundialmente como una mujer pionera, con un espíritu aventurero que la llevó a protagonizar algunos de los hitos más importantes de la aviación en la época. Nació un 24 de julio de 1898 y se convirtió en la piloto de avión más famosa de la historia de la aviación.

Y así sucesivamente la mujer fue demostrando en los hechos su total similitud con las aptitudes masculinas, excepto la fuerza física, pero recién a partir de comienzos del siglo XX.

Hoy, con merecido orgullo pueden vanagloriarse de la idoneidad con que ocupan todo tipo de cargo público y de destacarse en cualquier actividad intelectual y deportiva.

Yo felicito a las mujeres por su lucha incesante para que la humanidad simplemente las reconozca como humanas.

Pero en el fragor de la lucha, me temo que algunos grupos de activistas han perdido de vista el hecho de que son mujeres, diferentes de los hombres, y que su comportamiento no debería ser imitativo del varonil, sino propio de su condición de mujer y si es posible mejor aún que el nuestro.

Sí, bien digo, las mujeres y los hombres no somos iguales aunque gocemos de similares potencialidades.

Nos diferenciamos en lo físico, en lo sentimental y en lo conductual, tres factores que cuando se los deja aflorar espontáneamente constituyen la denominada FEMINIDAD, o su contrapartida la MASCULINIDAD.

La feminidad debiera ser motivo de orgullo para las mujeres y en vez de mancillarla con actitudes varoniles, en especial las censurables como las que ostentan algunos hombres, sobre todo cuando adoptan conductas de manada o patota.

Digo que somos diferentes y he de explicar cuáles son las diferencias.

En lo físico y totalmente aparte de los órganos genitales, la mujer es de menor altura y peso, tiene menos masa muscular y por lo tanto fuerza, tiene la piel más delgada, más tersa, más suave, una diferente distribución de la grasa, lo que hace los contornos más redondeados y elegantes, caderas más anchas acorde con la función reproductiva, pues ha de alojar a una matriz gestante y además permitir la salida atraumática de su hijo, las cuerdas vocales más delgadas, por ello la voz más aguda, un caminar a pasos más cortos y elegantes y un braceo acorde, rodillas y codos con las eminencias óseas más disimuladas, no tienen la famosa Nuez de Adán, científicamente el cartílago cricoides cuando está muy pronunciado y que es propio del hombre, lo que hace el cuello femenino más esbelto y por fin hasta los olores corporales son distintos.

Ninguna de estas características les significa alguna minusvalía para el desarrollo y práctica de cualquier actividad física, laboral o deportiva, siempre y cuando la carga esté adecuada a las posibilidades musculares. No por nada las mujeres se han destacado prácticamente en todas las competencias deportivas que supieron ser propiedad exclusiva de los varones.

En los sentimental la mujer destaca por su innato sentimiento maternal y su amor por lo niños, en especial para con los recién nacidos. De hecho suele alimentar de su propio pecho a niños de otras madres con el mismo afecto y dedicación con que lo hace con los suyos.

También destaca su vocación para dar, en el más amplio sentido de la palabra y aún a costillas de su propio descanso o bienestar.

En lo conductual por último, la mujer tradicionalmente ha hecho gala de un trato más delicado, de un vocabulario más recatado, de una vestimenta que permite más insinuar que mostrar, en especial durante los años de la juventud y la madurez y que al llegar a la senectud se hace aún más sencilla y elegante.

Lamentablemente el modernismo occidental ha dado por tierra con esas actitudes que supieron ser exclusivas de las damas. Hoy menudea el vocabulario y la vestimenta procaz en grupos mixtos y a cual más atrevido si el varón o la mujer; y aún en presencia de personas mayores incluidos hombres ancianos que no dan crédito a lo que ven, acostumbrados al trato diferencial que siempre le brindaron a las mujeres porque lo merecían.

Ésto la juventud femenina lo considera una conquista y yo les aseguro que es una degradación, que a la mayoría de los hombres nos disgusta. La grosería y el desenfado no nos resultan agradables, así como tampoco nos satisface la mojigatería sobre todo si es falaz.

Continuado con las virtudes propias de la feminidad, digamos que por lo general y durante casi toda su vida adoptan una actitud protectora no solo de sus hijos sino hasta del esposo y de sus padres, siendo frecuente su participación en agrupaciones en pro de la defensa de pobres y desvalidos.

Por último, al menos en mi opinión, parecieran estar protegidas por una mandorla de distinción, a semejanza de las imágenes marianas bizantinas, de la cual estimo, carecemos los hombres.

No confundamos mandorla con santidad, sino que es una simple alegoría a ese magnífico halo de magia y misterio que parece rodear a toda MUJER con mayúscula.

Desde el punto de vista estético son a mi juicio la obra de arte más perfecta de la naturaleza, de ahí pues que la figura femenina haya sido representada por la mayoría de los artistas del pincel, del cincel y del celuloide o, en la actualidad de las pantallas digitales.

Imágenes desnudas que permiten apreciar la coherencia de las formas anatómicas propias de la feminidad, y no es cierto que este tipo de representación sea causada por el erotismo de los hombres. El verdadero artista hace abstracción del impulso sexual y se deja llevar por el impulso artístico.

De hecho que hay excepciones, pero son las menos. Los grandes pintores dieron vida en la tela a las formas femeninas, incluso los homosexuales, muy frecuentes, que por su condición no se guiaban precisamente por el deseo sino por la admiración. Botticelli y Miguel Ángel son ejemplos paradigmáticos.

Hasta hubo una gran pintora argentina, Aurelia Navarro, por cierto poco conocida, que se atrevió a presentar un excelente desnudo visto desde el dorso y recostada a lo Goya y Rafael, se dijo que era un autorretrato porque las mujeres no podían trabajar con modelos desnudos. Lo cierto es que a pesar del revuelo, el jurado del salón en 1908 en Buenos Aires le otorgó el tercer premio, aunque los especialistas dijeron que merecía el segundo.

Prilidiano Pueyrredón fue el primer pintor argentino que expuso desnudos, destacándose "El Baño" y "La Siesta", fue en 1865, más de cuarenta años antes de que la castradora Academia se aviniera a exponer un desnudo femenino realizado por una mujer.

Las actitudes de las retratadas fueron siempre acordes con los cánones tácitos de la feminidad, a diferencia de la pintura erótica que se destaca por la expresión sensual del rostro y por la clara oferta anatómica de los genitales o de las mamas, carentes de toda feminidad para transformarse en hembras en celo ofreciéndose al mejor postor.

Hoy la televisión ha transformado a las mujeres en un bien de consumo pero con la anuencia y el afán de lucro de las mismas.

La famosa manifestación del 2017, en la que varias mujeres mostraron sus senos desnudos en plena Plaza de Mayo para protestar por la supuesta violencia policial ejercida en una playa nudista de Mar del Plata, fue a mi juicio un grosero error. Ha pasado a la historia con el mote del Tetazo.

Yo les pregunto a mis respetables mujeres sino confían en el poder de la palabra inteligentemente utilizada o es que consideran que una mama es más idónea que una idea, para expresar adhesiones o disensos. Esa absurda actitud es perfectamente superponible al degradante espectáculo que brindan las patotas futboleras, en especial cuando sus ídolos resultaron perdidosos.

En esa manifestación sólo mostraron anatomía femenina, pero nada de feminidad.

Creo haber aclarado suficientemente las diferencias entre feminidad y erotismo, como así también entre sutileza y grosería, cuando vosotras, respetables mujeres se embarcan en la dura tarea de defender vuestros derechos.

Pero aún resta un tema clave a tratar y es esa especie de rivalidad que suele surgir entre las asociaciones feministas y los hombres, los que por poco somos considerados como enemigos y hasta asesinos, pagando justos por pecadores dado que si bien existen y no escasean por desgracia los femicidas, resulta que la mayor proporción de víctimas de homicidio son hombres, cerca al 80%, en tanto que el 95% de los homicidas son hombres y sólo el 5% son mujeres.

Es decir que nadie está a salvo y quizás en realidad corran más peligro los hombres que las mujeres por cuanto la mayoría de los hombres asesinados lo son por desconocidos, en tanto que en el caso de las mujeres, la mitad aproximadamente son ultimadas por conocidos más o menos cercanos.

La violencia doméstica perpetrada en general por hombres, suele ser la obertura para el drama del femicidio, lo que le permite a la víctima, al menos hasta cierto punto, sospechar un final trágico y proceder en consecuencia, tomando las medidas precautorias pertinentes.

Pero a pesar de todo, el hombre y la mujer no pueden funcionar como rivales ni mucho menos como enemigos.

Estamos diseñados para complementarnos en todos los aspectos de la vida, a tal punto que uno es, en la medida en que es el otro. Sin preponderancias ni sumisiones, sino cada uno desarrollando a pleno su feminidad y su masculinidad, cualidades que sólo cobran sentido y vigencia cuando hombres y mujeres conforman verdaderas sociedades con reparto igualitario del capital accionario.

Cada uno es un individuo, pero si está en soledad, se encoge y solamente crece en relación con otros, se vincula, descubre valores en ellos, se conecta y establece puentes, de lo contrario se transforman en náufragos condenados a vivir en una isla desierta, flotando o peor hundiéndose en un mar desolado.

La pareja es la negación de la soledad y si es el amor el puente que une esas dos otrora solitarias islas, las decisiones que tomen serán, necesariamente compartidas y eso les otorga seguridad y mutua protección.

Como hombre con la masculinidad bien definida, les ruego y hasta les aconsejo a todas las mujeres que respeto y admiro, que no nos imiten, porque al hacerlo se despojan de ese maravilloso don de la feminidad.

Luchen por la igualdad y aún por superarnos, que bien pueden hacerlo, al menos en algunas actividades, pero por favor, no dejen de ser mujeres.

Más de Opinión