Es necesario sufrir

Un ensayo sobre el sufrimiento, con repaso de posiciones filosóficas y la razón médica, a cargo del Dr. Eduardo Da Viá.

Eduardo Da Viá

Confieso que dudo acerca de colocarle a la sentencia del título, signos de admiración, de pregunta o simplemente dejarlo tal cual lo que implicaría dar por hecho que es así.

Si por sufrir se entiende percibir psíquica y/o físicamente un daño, un dolor, una enfermedad o un castigo, no hay dudas que ningún humano se salva de experimentarlo varias veces en su vida.

En cuanto al sufrimiento, podemos dar un concepto amplio diciendo que es el dolor físico o angustia emocional, social o espiritual que lleva a una persona a sentirse triste, asustada, deprimida, ansiosa o sola. Las personas en este estado, también en ocasiones se sienten incapaces de hacer frente a los cambios de la vida cotidiana o a aquellos causados por una enfermedad, como el cáncer. Es un estado de la conciencia afectiva que percibe dolorosamente un mal en la propia vida y que por tanto es contrario a la voluntad o a los deseos, aunque no absolutamente, porque algunos sufrimientos pueden aceptarse en función de bienes mejores.

El sufrimiento es una construcción mental asociada a o no al dolor físico y es abarcativa de la persona sufriente, en tanto que el dolor suele ser focalizado en un determinado punto o zona del cuerpo, puede ser permanente o intermitente y de intensidad muy variable, hay personas más sensibles que otras, por ello se habla de umbral para el dolor.

El tema del sufrimiento, junto con la nada, el infinito, la muerte etc. ha sido motivo de desvelo para la mayoría de los filósofos desde la antigüedad.

Aristóteles sostenía que a nadie le gusta sufrir, pero entendemos que el sufrimiento es consustancial a la vida porque, "allí donde hay sensación, hay también dolor y placer"

Freud aseveraba que el sufrimiento acecha al ser humano desde tres grandes fuentes: los lazos con el prójimo, la relación con la naturaleza, y el vínculo con el propio cuerpo, condenado a la decadencia, la enfermedad y la finitud.

Viktor Frankl indica que "el sufrimiento no solo tiene dignidad ética, sino que también tiene pertinencia metafísica, aunque sería mejor llamarla antropológica". Sí, el verdadero resultado del sufrimiento es un proceso de maduración.

Para Nietzsche, el dolor era la vida en sí misma y, por consiguiente, algo que no había que suprimir, ni siquiera había que disminuirlo. Todo lo contrario, era la medida y la anunciación de toda fuerza.

Como vemos los enfoques y conclusiones son muy variados, lo que da cuentas de las dificultades que presenta el tema, por, ello los invito a acompañarme en mis propios razonamientos.

En el momento del nacimiento, el recién nacido DEBE llorar de inmediato dado que es signo de vitalidad y de buena capacidad respiratoria, incluso se considera que el acto de llorar, que implica aumento de la presión intrapulmonar, colabora en la distensión de los alvéolos cuyas paredes aún permanecen colapsadas.

Sin embargo, a mi parecer y luego de haber asistido a cientos de nacimientos como médico de guardia, siempre el llanto del neonato me pareció expresión de sufrimiento, en especial la facies habitualmente es de dolor o profundo desagrado.

Pareciera que el abandono forzado del alojamiento "todo incluido" en que vivió durante 9 meses en perfecta armonía con el medio ambiente y el brusco contacto con una realidad diferente, aunque no necesariamente dañina no le resulta agradable.

Si bien desde el punto de vista fisiológico el esfuerzo del llanto puede ser benéfico podría haber sido remplazo por los esfuerzos similares de toser o reír a carcajadas.

Pero para corroborar que la vida depara sufrimientos inexplicables, el próximo que habrá de experimentar el pequeño será el destete. Aun cuando de inmediato quede solo con la mamadera, que ya venía intercalándose con la mama, le ha de resultar incomparable el succionar del pezón materno a la tetina del frasco. Eso le hace sufrir, por eso berrea al solo contacto labial con la misma.

Lo peor es que nunca los especialistas se ponen de acuerdo en cuando será el momento más oportuno para este rotundo cambio.

Y así sucesivamente, cada variación de rutina implica un trauma que promueve al llanto.

Pero lo peor es que en el ínterin, el niño habrá de soportar los sufrimientos de las enfermedades intercurrentes que cursan con sufrimientos, tales como fiebre, dolores, vómitos, cólicos intestinales, prurito etc.

Así es como va conformándose el panorama necesario para que un genio como Schopenhauer llegara a la conclusión de que "si nuestra existencia no tiene por fin inmediato el dolor, puede afirmarse que no tiene ninguna razón de ser en el mundo. Porque es absurdo admitir que el dolor sin término que nace de la miseria inherente a la vida y que llena el mundo, no sea más que un puro accidente y no su misma finalidad. Cierto es que cada desdicha particular parece una excepción, pero la desdicha general es la regla".

Todo lo que se alza frente a nuestra voluntad, todo lo que atraviesa o se le resiste, es decir, todo lo que hay desagradable o doloroso, lo sentimos en seguida con suma claridad. No advertimos la salud general de nuestro cuerpo, sino tan solo el ligero sitio donde nos hace daño el calzado; no apreciamos el conjunto próspero de nuestros negocios, pues solo nos preocupa alguna insignificante pequeñez que nos apesadumbra. Así, pues, el bienestar y la dicha son enteramente negativos; solo el dolor es positivo porque nos hace percibir en forma retroactiva, la felicidad de la salud y el bienestar momentáneamente perdidos.

Bien, después de valerme de mi admirado filósofo, continúo con mis elucubraciones acerca del tema; se sostiene y es verdad que sin dolor la vida no duraría mucho, dado que el padecimiento nos pone sobre alerta de algún riesgo como es el quemarse sin advertirlo, causa externa, o bien cuando el dolor es interno, supongamos en el abdomen, lo que nos advierte de la posibilidad de una apendicitis aguda, enfermedad que abandonada a su discurrir natural es por lo general mortal. El dolor tiene la bondad de sugerirnos órgano y causa probable de la afección lo que conduce a diagnósticos más precisos y por tanto a terapias más específicas.

Ejemplos frecuentes son el dolor de pecho en el infarto de miocardio, que hoy mediante la colocación de un tutor (stent) que ni siquiera requiere anestesia general, puede salvar esa vida.

Pero cuidado: el pérfido cáncer en sus etapas iniciales, precisamente cuando es más probable una curación, por lo general no duele ni da molestias hasta su etapa avanzada, lo que significa vida perdida.

Mi postura es que la naturaleza bien podría habernos provistos de mecanismos de alarma que no impliquen sufrimientos extremos, como es precisamente el caso del infarto, que no solo produce un dolor terebrante sino que va acompañado de una sensación angustiosa de muerte inminente, a todas luces innecesaria dado que el hombre moderno está muy advertido del significado probable de un dolor de pecho sin que sea necesariamente insoportable.

Las cataratas oculares, tan frecuentes con el aumento muy significativo de la esperanza de vida, no duelen, sino que se traducen como una pérdida lenta y progresiva de la capacidad visual, solucionable hoy con una cirugía muy sencilla.

Tampoco duelen las maculopatías progresivas a pesar de que pueden ser causa de ceguera.

Una picadura de avispa produce un dolor intensísimo, aun cuando las consecuencias sean habitualmente nulas, en tanto que la picadura de la vinchuca transmisora de la enfermedad de Chagas, no duele.

Como vemos el supuesto beneficio de la capacidad de percibir una sensación tan desagradable como el dolor, es bastante relativo.

Como resulta claro advertir, este tema entronca necesariamente con la razón de ser de las enfermedades, especialmente las dolorosas, y que afectaron a la humanidad desde sus comienzos.

Hasta hace menos de dos siglos, no entendíamos la mayoría de los males causantes de terribles padecimientos siendo además mucho peores los procedimientos para intentar el alivio o la eliminación de la dolencia.

Pensemos por un instante que en Egipto se practicaban trepanaciones craneanas para permitir la salida del supuesto demonio causante de la intensa e insoportable cefalea que acusaba el paciente, terapia inútil fruto de la falta de conocimiento, realizada sin anestesia efectiva y con un sufrimiento extremo, y absolutamente ineficaz.

Es necesario sufrir

Pero sin ir tan lejos, para un mal más que frecuente, la odontalgia o dolor de muelas que requería extracción de la pieza, se hizo sin anestesia hasta que apareció la cocaína alcaloide de la hoja de coca que fuera el primer anestésico local utilizado, siendo aislado por Niemann en el 1860. En 1884, el médico vienés Karl Köller introdujo este fármaco en medicina como anestésico local en Oftalmología, y, en este mismo año, Hall introdujo la anestesia local en Odontología.

De ahí para atrás los sufrimientos de la humanidad en esta área fueron inenarrables, me pregunto por qué tremenda injusticia y de qué sirvió la capacidad de percibir dolor, tan benéfica según Nietzche.

La curación de cientos de enfermedades, la posibilidad de la transfusión de sangre, las vacunas, la cirugía bajo anestesia, los trasplantes de órganos y una larga lista más de la oferta que hoy nos hace la medicina, son logros de los dos últimos siglos, en tanto el humano tal como somos ahora tiene una antigüedad de más de 150.000 años, durante los cuales, injustamente sufrió lo indecible para vivir sólo hasta los 30 -35 años promedio.

Se justifica pues plenamente la conclusión a la que arribara Schopenhauer: "La miseria que llena este mundo protesta a gritos contra la hipótesis de una obra perfecta debida a un ser infinitamente sabio, bueno y poderoso". 

El dolor a mi juicio no tiene justificativo ontológico, y lo hago extensible a todos los animales sufrientes, no solo al hombre.

Me pregunto por qué los vegetales caducifolios (vale decir que pierden sus hojas en invierno) van denudándose progresivamente sin padecimiento alguno, al menos demostrado por la ciencia, hay plantas cuya hojas, al iniciase el proceso de la muerte, van cambiando de color haciéndose incluso más bellas que en plena juventud; en tanto que algunas agonías humanas son tan crueles a pesar de los ingentes esfuerzos médicos; ni siquiera en eso hay paridad de casos, desde la muerte súbita sin padecimientos previos, hasta los más espantosos, pasando por agostamiento lento pero indolente, pacífico y hasta consciente, con una leve sonrisa en el momento final, signo elocuente de morir en paz.

He luchado durante más de medio siglo contra la muerte y el dolor, contra la primera me sabía perdedor a la larga, aunque la hice retroceder muchas veces; pero contra el sufrimiento irremediable, mi incapacidad que era la de la medicina, me revelaba y hasta me enfurecía al ver la mirada esperanzada del paciente al que solo podía ofrecerle mi mano en la suya. Me pasó con mi propia madre que me rogaba le sacara la sensación de falta de aire por su corazón enfermo y que padeció durante meses. No había forma de ayudarle.

No, no debiéramos sufrir así.