¿Sufro delirio alucinatorio o es la triste realidad?

El Dr. Eduardo Da Viá apela a sus amplios saberes sobre medicina y salud para analizar la realidad enferma del país.

Eduardo Da Viá

Deseo aclarar primero que se entiende por tal a efectos que los lectores comprendan mis dudas y mi probable enfermedad.

Un delirio alucinatorio se refiere a la experiencia de tener creencias falsas (delirios) y percepciones sensoriales que no son reales (alucinaciones). En otras palabras, la persona puede creer cosas que no son ciertas, y al mismo tiempo, experimentar sensaciones que no corresponden a la realidad, como ver, oír o sentir cosas que no existen.

Para entrar en tema les digo que no soy adicto a los noticieros televisivos actuales, por cuanto los locutores/as suelen hablar en voz muy alta, a gran velocidad y más de una vez no pueden con su genio e interrumpen al compañero o bien simplemente se superponen los audios lo que me genera una sensación desagradable, dado que pareciera que cada uno pretende ser el más y mejor informado, e incluso, si nos detenemos un instante veremos con harta frecuencia, que mientras uno habla, el o los otros, no le prestan atención y manipulan el celular con nerviosismo esperando su turno, amén de las luces e imágenes que simultáneamente muestran de los hecho más importantes acaecidos en la jornada.

Este conjunto de trastornos de conducta diría yo, hace que rara vez me siente sino que más bien suele ser que paso frente al televisor encendido y capto imágenes fugaces, que, a fuer de ser con luces móviles de fondo se me representan como alucinaciones visuales

Por ejemplo, anoche mismo que pasaron hasta el hartazgo la salida de Alberto Fernández de tribunales, con custodia, donde hubo de concurrir para ser sometido a indagatoria por la causa Nación Seguros, por la que se encuentra en calidad de imputado. Se lo veía cabizbajo y algo despeinado, impropio de él, sin mirar a las cámaras y a todas luces apurado.

La imagen que tengo en mi memoria durante su mandato, es el de una persona atildada, mesurada en sus palabras, con buen vocabulario y jamás emitir un improperio ni levantar la voz; seguro de sí mismo y por sobre todo sincero aun cuando uno podía disentir.

Y anoche lo vi salir de un juzgado custodiado por estar imputado en delitos de orden económico por cientos de millones de pesos, pero además ha sido procesado en la causa por violencia de género contra Fabiola Yañez, la madre de su hijo menor.

Mi Presidente, a quien si bien yo no elegí, sí le guardé siempre el respeto que en principio merece su investidura y partiendo de la base que su designación al frente del ejecutivo lo fue por su honestidad en primer término y por su idoneidad de mostrada por acciones previas, que por cierto no me constan lo cual no quiere decir que no las tuviese.-

Y hoy está enfrentando tribunales por delincuente o sospechoso firme de tal .

Me dije: no puede ser, lo que creo ver en pantalla es una alucinación.

Pero resulta que cambio de canal y veo a mi ex vicepresidente asomada al balcón de su residencia sonriente y con estudiados gestos de amor para con su pueblo, cuando antes lo hacía en los balcones de la Casa Rosada, y hoy lo hace desde su lujosa celda donde está PRESA por ladrona, porque robó del erario público en cantidades insospechadas y diría incalculables, más con el oprobioso símbolo del convicto que es la tobillera electrónica, a la que pareciera tomar como un adorno adosado a su distinguido tobillo.

Y nuevamente experimenté la sensación del "no puede ser", peor aún que Alberto Fernández por que durante dos períodos rigió los destinos de NUESTRA ARGENTINA, de cuya riqueza en parte más que considerable, se apropió con la complicidad de delincuentes de su entorno personal, algunos de los cuales ya cumplen condena como presos comunes en cárceles comunes.

Esas efímeras imágenes televisivas que la muestran casi como a una santa, que a pesar de la privación según ella injusta, de su libertad, sigue perteneciendo a una porción de la ciudadanía integrada mayormente por malhechores forajidos que incumplen las leyes de convivencia pero que tildan a los más altos magistrados de corruptos y venales, por haber aplicado las leyes pertinentes con prescindencia de los supuestos laureles de la acusada.

No, reitero, debo ser yo que alucino, lo que ocurre es que los que padecemos esta triste enfermedad psicótica no nos consideramos enfermos, y cuando nos tildan de tales solemos montar en cólera ante tamaño dislate; ¿Cómo pueden ser delincuentes las dos máximas autoridades que durante 12 años me gobernaron poniendo supuestamente todo de sí en mí beneficio y en el de la ciudadanía toda?

Mirando para atrás en el auto análisis de mi patología, advierto que quizás el primer síntoma fue el 10 de diciembre de 2015, en oportunidad del traspaso del mando presidencial, de la presidente saliente Cristina Fernández, al presidente electo, ganador en elecciones impecables, y que me pareció que Fernández no le tomó la mano gentil y protocolarmente tendida por Macri, para quien tampoco tuvo el gesto elemental de mirarle a la cara.

Finalizada la transmisión del trascendental acto, me puse a repasar lo visto y llegué a la conclusión de que lo que yo creí ver era en realidad una alucinación, pues de lo contrario sería la primera vez que en un país democrático el presidente saliente le niega el saludo al presidente entrante, De ser cierto hubiera constituido un acto de irrespeto y de mala educación, mediados ambos por el odio incontenible de la hoy rea encarcelada.

Ni qué hablar del Congreso que cerró el 2024 con un total de 24 sesiones (entre tablas, especiales e informativas) en ambas Cámaras. Según un informe de Directorio Legislativo, se aprobaron 44 leyes y de ellas 36 tuvieron origen en proyectos de ley presentados por el Ejecutivo. Con un presupuesto del Congreso Nacional para el año 2025, específicamente para cumplir con las obligaciones de pago de sueldos, prestaciones y cargas sociales de las 3,805 plazas vigentes autorizadas, asciende a 4.476,0 millones de pesos según la Cámara de Diputados.

Vale decir que cada sesión de diputados nos cuesta 187 millones de pesos, todo ello para producir 7 iniciativas de ley.

Se preguntarán por qué tan pocas, muy simple las reuniones se hacen para discutir trozos de poder, no leyes.

Mi visión es la del antiguo Coliseo cuando disputaban luchas de gladiadores.

Las últimas sesiones han sido vergonzosas batallas campales, a los gritos e improperios, y las mujeres, a quienes no puedo llamar damas, transformadas en verdaderas arpías de procaz lenguaje, sin importarle a nadie la misión que el pueblo les ha encomendado.

No, lo que yo veo no es el famoso recinto de las leyes, sino un campo de batalla, seguramente fruto de mi cuadro de delirio alucinatorio.

Sin embargo, algo me dice desde las entrañas de médico que soy, que no estoy enfermo, que lo que veo y escucho es la triste realidad; claro es muy difícil cuando de enfermedades psiquiátricas se trata, ser objetivo pero al menos le ruego a mis lectores me concedan el beneficio de la duda, y consideren que, en efecto, yo soy el sano y ellos, los delincuentes más terroríficos que ha debido soportar MI ARGENTINA son los enfermos, pandilla de delincuentes que supieron encaramarse en el poder doce años atrás y que por cierto no admiten la pérdida de la hegemonía. Enfermos de poder y de ambición, de deshonestidad y de falsedad, de odio y de violencia, de negación de la realidad y de ansias de retorno.

Es de esperar que el pueblo, voto mediante, les impida acceder nuevamente al manejo de la cosa pública.

Presidente imputado y procesado y vicepresidente presa por una de varias docenas de causas en las que está imputada.

Que yo sepa esta combinación no tiene antecedentes en las democracias del mundo.




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