Se acabó el aguantar los golpes: el momento del contraataque económico

Con el apoyo externo y una agenda de reformas consolidada, la economía argentina busca abandonar la fase defensiva. ¿Cuáles son los motores y riesgos del nuevo escenario de crecimiento?

Juan Pablo Rotger
Analista macroeconómico en Mariva Research Licenciado en Economía UBA, maestrando en UTDT, lleva cinco años trabajando en consultoría macroeconómica. Especializado en temas monetarios y financieros, con un enfoque multidisciplinario

Durante los primeros dos años del gobierno de Javier Milei, el programa económico se centró en la estabilización, con todas las políticas dirigidas a combatir la inflación. Ahora, envalentonadas por el resultado electoral y con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, las autoridades han señalado un cambio hacia un programa orientado al crecimiento.

Celebramos la decisión de implementar un programa formal para acumular reservas internacionales, en lugar de permitir que la recuperación de la demanda de dinero empuje a la baja el tipo de cambio, como hicieron en el pasado. Si esto ayuda a reducir riesgo país a corto y mediano plazo, es probable que siente las bases para un año con un crecimiento notable y relativa estabilidad macroeconómica en 2026. La economía evitó por poco una recesión durante los meses turbulentos.

Ahora, despejadas la mayoría de las dudas sobre la capacidad política del gobierno para impulsar su agenda de reformas, esperamos que la economía crezca con fuerza en el último trimestre 2025 y el primer trimestre 2026. Nuestro escenario base de un crecimiento interanual del PIB del 4,5% para el próximo año no está exento de riesgos. La economía sigue siendo vulnerable a cualquier shock negativo doméstico o internacional.

Sin embargo, liderado por una campaña agrícola récord e inversiones aceleradas en petróleo y gas y minería, proyectamos una economía fuerte en 2026. La inflación sigue siendo demasiado alta y los recientes anuncios podrían mantenerla alta durante más tiempo. Con la indexación de las bandas cambiarias, el tipo de cambio ha dejado de funcionar como ancla de los precios. El plan se basa ahora únicamente en las anclas fiscal y monetaria.

No podemos descartar el tipo de cambio actúe como mecanismo de transmisión de una política monetaria restrictiva para ayudar a la desinflación. Pero sin duda se trata de un camino más lento que la fijación absoluta o semirrígida del tipo de cambio. Los datos del IPC de la semana pasada, mostraron que la inflación núcleo en particular sigue siendo demasiado alta. Creemos que los fundamentos la reducirán más pronto que tarde, pero no podemos descartar algunos baches en el camino.

La inercia en las expectativas podría resultar difícil de quebrar luego de años de inflación alta y persistente. Aún así, nuestro escenario base prevé que la inflación mensual se sitúe por debajo del 1% durante la segunda mitad de 2026. Para terminar el año en 11 2,2% interanual. La dinámica fiscal podría deteriorarse, lo que obligaría a tomar decisiones difíciles. Los datos de noviembre mostraron que los ingresos cayeron casi 10% interanual.

De hecho, la recaudación fiscal cayó casi un punto porcentual del PIB en 2025 y prevemos que disminuya otro 0,8% el año que viene. Por supuesto, esto es en parte por diseño, ya que el gobierno se mostró decidido a reducir los impuestos siempre que sea posible y seguir irá haciéndolo. Sin embargo, los ingresos vinculados con la actividad económica no se han recuperado tan rápidamente como esperaban las autoridades.

Esto significa que el próximo año continuarán los importantes recortes en el gasto. Las jubilaciones, que representan la mitad del gasto total, están indexadas a la inflación pasada. Esto significa que la mayor parte del ahorro tendrá que provenir de otros programas sociales, subsidios energéticos y costos operativos. El objetivo fiscal es perfectamente factible, pero requerirá un esfuerzo adicional y cierta creatividad.


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