Siempre presos

Norma Abdo realiza en este artículo un riguroso repaso por cómo fueron relegados los jubilados a lo largo de la historia democrática reciente, a la luz de los nuevos recortes efectuados en su contra.

Norma Abdo
Periodista y docente

"La única verdad es la realidad" o "mejor que prometer es realizar", dos expresiones muy usadas por el general Juan Domingo Perón y hoy más ciertas que nunca para los jubilados que en casi 40 años de recuperación democrática siempre vieron y ven frustradas sus expectativas con respecto a su haber, después de las múltiples promesas en tiempos de campañas electorales y sin distinción de color partidario. Todos hablan desde la tribuna y a la hora de la verdad, la mayoría pierde la memoria, con las excusas más diversas, llevando a sucesivas reformas "parche" colapsando cada vez más el sistema, incorporando beneficiarios sin aportes, usando los fondos previsionales para otros fines; que la relación activo- pasivo debe ser de 3,5 por 1 respectivamente; que en la Argentina desde hace años está entre 1,5 por 1, y podríamos buscar mil argumentos. Pero lo cierto es que los jubilados siempre son la frutilla del postre a la hora de hacer ajustes.

Los años no siempre importan pérdida de memoria. Entre 1983 y 1987 (gobierno de Raúl Alfonsín) hubo una reducción de los haberes jubilatorios en términos reales de alrededor del 40% y en medio (1986) se decretó la emergencia previsional.

Años después (gobierno de Carlos Saúl Menem) se adoptó en 1994 un sistema mixto: uno administrado por el Estado (reparto) y otro por la inolvidables Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP). Se podía "optar", y lo pongo entre comillas porque muchos trabajadores del ámbito privado fueron "invitados" a pasar a las AFJP. Esto implicaba, en la "venta" para captar incautos, que los futuros jubilados de ese sistema "capitalizarían" sus fondos de pensión y de esa forma, evitarían que fondos del Estado se usaran para otros fines que no fuesen previsionales. Pero la promesa de capitalización finalmente nos llevaría puestos. Menen lo hizo.

Durante un quindenio, aquel supuesto y exitoso sistema llevado adelante por quien había prometido la revolución productiva, el federalismo, sueldo digno para jubilados, quedaría atrás. Cuando algunos propios y muchos ajenos le reclamaban el cumplimiento de los slogans de campaña, el riojano, muy suelto de cuerpo respondía que si hubiese hablado sobre su verdadero proyecto, nadie lo hubiera votado. La desocupación, las privatizaciones (que votaron muchos que hoy se rasgan las vestiduras porque parecen no haber levantado la mano en el Congreso), el aumento del trabajo informal, entre otros muchos factores, desbalancearon la famosa ecuación activo-pasivo. Corolario: una vez más los jubilados que aportaron al sistema durante décadas, perdieron. Los fondos de "capitalización" fueron a parar a otros bolsillos; el déficit previsional subía por el ascensor y las jubilaciones bajaban estrepitosamente por la escalera.

Llegaba el gobierno de la Alianza (De la Rúa), con la esperanza de muchos a través de un amplio frente, de que el país saldría adelante. Pero una nueva crisis política y económica se desataba en el país. Los legisladores (incluyendo al Frepaso, socio de la coalición) rechazaban el proyecto de reforma previsional enviado por el Ejecutivo que so pretexto de distribuir solidariamente al sistema. Una vez los jubilados quedaban presos de la crisis.

Con llegada de Néstor Kirchner a la Rosada en 2003, de la mano de Eduardo Duhalde, se tomaron medidas que sin reformar el régimen jubilatorio a través de decretos presidenciales, se benefició a los que cobraban la mínima pero achatando la pirámide porque no todos los haberes jubilatorios (los medios, sobre todo) no crecieron al mismo ritmo, a pesar del crecimiento económico en general.

En 2008, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, se unificó el sistema previsional, con ajustes dos veces al año combinando aportes más incremento salarial. Sin embargo, quienes se jubilaron en esos años, con 30, 40 y más años de aporte, recibieron migajas jubilatorias, porque el cálculo no se hacía sobre el último sueldo sino con un promedio de los últimos diez años, con salarios bajos. Lo cierto es que las jubilaciones se mueven siempre en péndulo, claro que nunca en favor de los que aportaron lo necesario y más, para vivir dignamente a la hora de su retiro. Siempre dependencia y discrecionalidad.

A fines del 2017, con Mauricio Macri al frente del Ejecutivo, el Congreso aprobó la modificación de la movilidad previsional en forma trimestral (mix inflación-salarios). Al pasar del ajuste semestral al trimestral, perdieron los jubilados la actualización del período setiembre a diciembre de ese año. Otra vez una trampita para ahorrarse unos cuántos pesos.

Durante la campaña de 2019, Alberto Fernández prometió que el 10 de diciembre, si ganaban las elecciones, aumentaría el 20% a los jubilados. Otra quimera porque en lugar de ello, al sentarse en el sillón de Rivadavia, suspendía por 180 días la fórmula anterior y ponía en práctica nuevamente la discrecionalidad del Ejecutivo. Y todo esto sucedía sin pandemia.

Hace unos días anunció con bombos y platillos una nueva fórmula que enviaría al Congreso (la misma de CFK, pero en un contexto muy diferente), determinando incrementos semestrales, en un mix de variaciones de aumentos a estatales y de la recaudación tributaria. Y como dos más dos es cuatro, la ecuación no necesita demasiado conocimiento técnico porque en medio de una crisis de la envergadura actual, en una pandemia que paralizó la economía durante medio año, no se puede pensar en un aumento de los ingresos del Estado en recaudación. Sumado a ello alto nivel de desocupación y por ende también de más trabajo informal, entre muchas otras variables, nadie puede dudar de que la pérdida real de lo que percibirán los jubilados queda otra vez al descubierto. La realidad es la única verdad.


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