Sobre la suerte de los hombres infames y la obscenidad de la ley

Una historia real con nombres y apellidos para poner los pies sobre la tierra en medio de tanta teorización en torno al sistema penal.

Carlos Varela Álvarez

Quiero contar algo exclusivo que no aparecerá en ningún medio ni tampoco en las redes. Los infames no lo merecen. Como contexto cuento que tramito hace ya varios años ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo que se llama Medidas Cautelares (una especie de amparo) por cárceles de Mendoza. En un buen tramo de ellas bien acompañado por personas como el capellán Roberto Juárez o el actor y docente Pablo Flores. 

Aporto estos datos porque no soy ajeno ni la historia ni al conflicto que significan las cárceles de Mendoza. 

Quiero hablar sobre la muerte de Néstor H J, agricultor, con escasa educación formal, que vivía con su pareja y tiene una hija de 12 años y que nunca tuvo antecedente penal alguno y que murió la noche del miércoles pasado en el Pabellón 5 de Boulogne Sur Mer. 

Ese lugar alberga a los agresores sexuales (en castellano fácil a los acusados de violaciones). NHJ ingresó a la cárcel el 11 de diciembre del 2019 porque en una escuela recibieron un llamado anónimo que refería que supuestamente abusaba de su sobrina. Un chofer de ómnibus habría escuchado también algo de una chica que hablaba que a una amiguita la abusaba su tío. 

El chofer cuando fue ubicado declaró que la chica al final le dijo que era mentira. Con esa prueba, NHJ fue enviado a la cárcel por el fiscal Darío Nora y además le dictaron la consabida prisión preventiva. Pero no salió bien. NHJ padecía de una enfermedad de base estomacal y hepática lo que fue informado a las autoridades penitenciarias Tanto es así que durante su encierro fue trasladado al hospital Central, al pabellón de presos, donde le diagnosticaron cáncer de estómago. 

A los diez días le dieron el alta. La recuperación de los presos en materia de salud es siempre milagrosa. NHJ fue empeorando su enfermedad y sus abogados comenzaron con los pedidos de siempre; en febrero de este año se solicitó la prisión domiciliaria basado en su enfermedad terminal sobre la que nunca se pronunció el fiscal Nora. 

Ante la falta de tratamiento médico se presentó un habeas corpus ante el juez de Ejecución Sebastián Sarmiento que lo aceptó a medias. Como lo poco que se ordenó no se cumplió en materia de salud se presentó otro habeas corpus que esta vez el juez rechazó y que fue apelado y enviado al superior con demora ante el superior. En la instancia uno de los últimos mohicanos que queda, el juez Victor Hugo Comeglio, le dijo al juez Sarmiento que resolviera de nuevo; se había olvidado de oír al preso canceroso de sus dolencias y de las historias clínicas. 

Se hizo nuevamente la audiencia, con la presencia de NHJ y de un médico traumatólogo que aportó la lista de medicamentos; algo así como Uvasal en relación a su grave estado. 

El juez ordenó esta vez el tratamiento oncológico. Llegó tarde el derecho para NHJ que murió en su celda de su cáncer el pasado miércoles 25, inocente, preso por una denuncia anónima en su contra, eso sí luego de haber tramitado sin éxito alguno desde febrero/julio una prisión domiciliaria que nunca se resolvió y dos habeas corpus inútiles. 

Otra vez la justicia y la salud se asociaron en contra de los hombres infames. NHJ padeció el escarnio de quienes son acusados de los más graves crímenes sin que importe si los cometieron o no. 

Es la hipocresía de los que proclaman que las nuevas leyes que con la oralidad garantizan, la igualdad de armas, de la objetividad, la imparcialidad, cuando por el contrario sólo existe lo invisible y todo está preparado para que no haya registro ni memoria. 

Los hombres infames son sólo recuerdos de una mala noche para los insomnes. Es el abuso de la ley, las malas praxis, el abandono y la indiferencia ante la muerte. 

No es ésta otra historia de pandemia o cuarentena, es la suerte trágica de los infames a manos de la ley, esa que causa vergüenza y que queda encerrada en el soporte digital. 

NHJ murió sin condena, inocente y abandonado por la ley, ahora hay otra celda vacía lista para la próxima tragedia con los mismos guardianes de blanco y de toga. 

También en la mesa de su casa sobra un plato y falta un abrazo. 

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EL AUTOR. Carlo Varela Alvarez es abogado. 

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