Todos o ninguno
El Prof. José Jorge Chade este domingo formula una apelación al trabajo en conjunto, por el bien común. Dice: No hay más tiempo para la indiferencia "los problemas de los demás son los mismos que los míos...".
La compleja situación que atraviesa el mundo contemporáneo nos empuja a mantener una actitud de vigilancia, a menudo desconcertada ante acontecimientos muchas veces inauditos, que cuestionan las conciencias, indignan y lanzan desafíos, pero sin perder nunca la esperanza. Hay muchos, demasiados, escenarios de guerras activas, todas injustas y crueles, en muchos países, con consecuencias dramáticas, a menudo inmanejables, incluidos los flujos migratorios silenciosos e infinitos. Vivimos en una profunda crisis de valores humanos y éticos.
No disminuye la crisis económica con todos sus efectos y consecuencias, la corrupción, el tráfico de armas y de personas, la explotación salvaje de los recursos naturales, el empobrecimiento continuo de los bienes comunes que trae consigo no sólo enormes daños al medio ambiente, sino también la pobreza extrema y la miseria creciente para poblaciones enteras. Estamos cada vez más rodeados de muchas personas que viven en una profunda soledad y dolor, que tienen miedo, son inseguras, a veces incluso sufren y son agresivas. Hoy, sin embargo, vivimos sobre todo en una sociedad que sufre una profunda crisis en la cultura de las relaciones.
Desde la pequeña familia hasta el gran escenario mundial. Una ruptura de relaciones que se venía desarrollando desde hacía algún tiempo y que tiene sus raíces en un problema de identidad colectivo, pero también individual. ¿Quién soy? ¿Quiénes somos? Cuando no sabemos responder a estas preguntas es difícil decir que nuestra identidad reside en la relación. Como escribió el filósofo Levinas, "la identidad no está en uno mismo, sino en la relación". La identidad no proviene de nosotros mismos, sino de las relaciones con los demás. Si negamos la relación, ya no tenemos "sociedad". Por tanto, debemos partir de la reconstrucción de un vínculo social y, sobre todo, difundir el principio de reciprocidad, es decir, "educar en la reciprocidad".
Nuestro servicio no puede ser una simple labor en situaciones de emergencia, sino que debe ser testimonio y propuesta de un estilo de vida nuevo, fraterno y solidario, capaz de mantener una mirada vigilante y atenta a las necesidades de los hermanos y hermanas de todo el mundo. La recesión da miedo. Las personas sin hogar no cuentan para nada. Los comedores están cerrados porque son peligrosos. Quizás deberíamos preguntarnos si morir de hambre o de frío es menos significativo que morir de coronavirus. A través de la indiferencia y el silencio político y social general, estamos destruyendo el único entorno en el que todos estamos obligados a vivir. Hemos roto relaciones humanas, destruido valores, derechos y deberes, anteponiendo el interés personal a la comunidad.
Hemos envenenado la vida social transformándola en un conflicto rampante de todos contra todos, anulando cualquier referente educativo, político y social. Los padres ya no se hablan; ya no tienen tiempo para hablar con sus hijos, para jugar con ellos, para acompañarlos en su crecimiento. Algunos políticos y periodistas alimentan el miedo y el conflicto entre intereses, desinformación y noticias falsas.
Ahora es el momento de elegir. Despertar. Liberarnos de las habladurías y de las interminables proclamas de largas campañas electorales, de los insultos y divisiones, de las promesas. Individualmente somos frágiles: ningún partido o político puede protegernos.
Deberían ser los constructores de la "auténtica communitas" y, en cambio, se han convertido en fuentes de conflicto, división y miedo.
Esta fragilidad individual, en cambio, nos hace humanos, porque nuestra humanidad nos pide vivir y cooperar en "comunidad", construyendo las posibilidades y capacidades de vivir juntos, de afrontar y resolver juntos los problemas. Vivir juntos, convivir, nos proporciona anticuerpos ganadores contra cualquier virus, conflicto, división, competencia. La discriminación, la división, el conflicto son los cimientos de nuestra debilidad.
La fraternidad se traduce concretamente en actitud de servicio, de donación por el bien común. La fraternidad, el compartir, la solidaridad, la justicia, la paz, los derechos son las piedras angulares de una nueva humanidad. No podemos darnos el lujo de llegar a una sociedad de todos contra todos. Sería la pandemia más trágica de la historia de la humanidad.
Debemos reaccionar y empezar de nuevo juntos. La solidaridad y la fraternidad nos llaman a algo más que una serie de acciones beneficiosas: expresan concretamente nuevas relaciones de convivencia, proximidad y promoción.
Para afrontar estos grandes desafíos que tenemos por delante necesitamos mucha humildad, necesaria para leer e interpretar el cambio. No es fácil apreciar el valor de la humildad mientras prevalece la necesidad espasmódica, casi existencial, de afirmarse en todas partes y por cualquier medio. Sin embargo, la humildad es la única clave para mirar hacia adelante: porque significa conciencia de las dificultades y de los propios límites, pero también coraje y tenacidad. Humildad significa nunca bajar la cabeza ante nada ni ante nadie, pero también la capacidad de inclinarse hasta el suelo y compartir la situación de los más débiles y vulnerables.
Hoy en día está cada vez más extendido referirse a "trabajar juntos" o al concepto de: "trabajar en red". ¿Pero qué significa realmente? Internet no es simplemente un todo. En la raíz de una Red hay un principio de pertenencia. Pertenecer a un sistema de relaciones y limitaciones que determinan sus posibilidades y oportunidades. Podemos elegir si colaborar o no, si intercambiar información e interactuar de manera formalizada, pero el sistema de relaciones y limitaciones define, de hecho, la posibilidad o no de colaborar, de tener, recibir y utilizar cierta información, de intercambiar. recursos, ya sea que podamos construir asociaciones o colaboraciones o no.
Por último, pero no menos importante, activar colaboraciones e interacciones con otros sujetos y otras organizaciones puede ser una forma importante de abordar lecturas, conocimientos y habilidades diferentes pero estratégicos para poder conocer y comprender, de la manera más articulada y densa, a las personas y problemas de los que acarrean. Estar en línea se convierte, por tanto, en una oportunidad importante para incrementar y desarrollar el conocimiento más amplio, actualizado y complejo de los problemas y territorios en los que se interviene y poder así diseñar estrategias efectivas de trabajo e intervención, no sólo en la respuesta a las necesidades más específicas, sino también actuando sobre la eliminación de algunas de las causas y factores que generan estas necesidades. Hoy en día, los problemas son cada vez más complejos y requieren estrategias y enfoques complejos que sean capaces de integrar diferentes habilidades.
La cooperación local e internacional, las OSC (Organizaciones de la Sociedad Civil) y todo el Tercer Sector, en la que participé desde el 2005 al 2015 en la Rca del Salvador ( a través de la Cooperación Internacional Italiana) trabajando en un proyecto de Escuela Inclusiva a tiempo pleno se ponía mucha atención en las necesidades de los destinatarios de la ayuda, hoy veo que los proyectos de cooperaciòn han comenzado a transformarse en el blanco de una política de intereses, cada vez más agresiva y menos atenta a las personas, cada vez más "burocratizada" y menos atenta a los valores y efectos sobre los derechos. y el bien común de los pueblos y de toda la humanidad. El concepto de cooperación también se contrasta con el escenario de competencia, de "nosotros" contra "ellos", de los penúltimos contra los últimos. Sin embargo, esta difícil situación también representa una oportunidad única para volver a reflexionar sobre nuestros valores y comprender nuevamente por qué hacemos cooperación. Que significa cooperación: "La cooperación es una habilidad esencial para la vida y se puede definir como el acto o proceso de trabajar en conjunto para alcanzar un propósito común, o lograr un beneficio mutuo".
Cooperamos porque juntos logramos mejores resultados que actuando solos. Es decir, con la sabiduría de los proverbios africanos: "un dedo no puede tomar una piedra" o como dice el Papa Francisco con una reflexión bien argentina, porque "estamos todos en el mismo barco".
Cooperamos porque trabajar juntos es más divertido y la diversidad nos permite crecer mejor. Lo vemos cada año en nuestro trabajo con jóvenes o donde encontramos culturas diferentes a la nuestra que nos cambian, nos ayudan a crecer, comprender la realidad y vivir mejor. El verdadero significado de la cooperación no reside en la única y simple transferencia de recursos, ni mucho menos en ayudar o hacer algo en nuestro interés, del tipo que sea, sino en el intercambio que se produce trabajando juntos, del proceso de inclusión social que permite a todos volverse más culto, más fuerte, más rico. Cooperamos porque creemos en la igualdad y la hermandad de todos los seres humanos.
Como decía Don Milani, (Lorenzo Milani fue un párroco italiano en la pequeña aldea de Barbiana (Toscana- Italia). Ejerció de escritor y como pedagogo en la escuela popular de Barbiana, abierta "doce horas al día, 365 días al año"). "los problemas de los demás son los mismos que los míos. Salir de esto todos juntos es: política. Salir de esto solo es: avaricia." Este es el paso más complejo, porque en los momentos difíciles siempre vuelve el discurso de las patrias pequeñas, del "nosotros primero", como si habláramos de privilegios destinados ante todo a los que están cerca y sólo después a los que están lejos, cuando se trata de derechos que pertenecen a todos, por igual y simultáneamente.