Fraude, corrupción e incompetencia: los vicios que opacan la democracia

El doctor Eduardo Da Viá trae al presente las enfermedades en las que puede caer la democracia, pero también habla de sus remedios.

Eduardo Da Viá

Como reza el título, los tres vicios son tan antiguos como el hombre, toda vez que constituyó grupos sociales organizados y estables, sean nómades o sedentarios.

Fue Grecia en el siglo V a.C, la fundadora de la democracia, de la mano de Pericles y durante el llamado Siglo de Oro.

Fueron los primeros en elegir autoridades mediante el voto, pero a poco andar advirtieron la fragilidad de un sistema basado solamente en la confianza devenida de creer que los hombres son por naturaleza, buenos, postura que he refutado muchas veces coincidiendo con la opinión de muy destacados pensadores.

Rousseau sostenía que" todos los hombres nacen "buenos" y es la sociedad que los corrompe; siempre expuse mi disconformidad con la concepción de este pensador, por cuanto me resulta absurdo pensar que una sociedad integrada por hombres "buenos" pueda engendrar hombres "malos"

Thomas Hobbes en cambio, pensaba que el hombre es "malo por naturaleza", pues siempre privilegia su propio bien por encima del de los demás.

Schopenhauer coincidente en esencia con Hobbes, afirma que "el mal es parte esencial de la existencia del ser humano", intentar eliminar el mal es intentar eliminar nuestra propia existencia; el mal es, por naturaleza, parte fundamental del ser humano; nuestra condición humana está ligada a un conflicto entre el bien y el mal". Este pensamiento coincide con Kant y su "mal radical", puesto que también considera que el mal tiene sus raíces en la naturaleza humana universal.

La democracia griega era restrictiva, por cuanto sólo podían votar los más adinerados, quedando excluidos los de menores recursos, los pobres, los extranjeros, los esclavos y por cierto las mujeres.

Las instituciones más importantes eran la Asamblea, el Consejo y los Tribunales, y cualquiera de ellos otorgaba poder a los miembros, que, aun cuando ricos, si no ingresaban a uno de esos estratos carecían de poder fuera del que le daba su propio dinero.

La forma más común de fraude era precisamente la compra de cargos ciertamente por los ricos.

Fue así que diseñaron una máquina para que la votación fuese secreta y al azar: el Kleroterion, tal como se aprecia en la ilustración:

Fraude, corrupción e incompetencia: los vicios que opacan la democracia

Estaba compuesta de una piedra con unos agujeros cortados en varias líneas verticales, un tubo de madera y unas bolas.

Entonces, los ciudadanos aptos que se presentaban para asumir ciertos cargos entregaban unas fichas de bronce en las que estaban inscritos sus nombres. (Pinakia)

Esas fichas se insertaban en los agujeros de la roca.

Cuando estaban todos llenos, se introducían las bolas blancas y negras en el tubo, que terminaba con un dispositivo accionado por una manivela.

Cada vez que la manivela daba un giro, salía una bola. Si era negra, la primera fila de fichas era retirada, lo que quería decir que los ciudadanos cuyos nombres aparecían en ellas no iban a participar en esa ocasión.

Si la bola era blanca, la fila de fichas permanecía en su lugar, dando cuenta del primer grupo de elegidos.

Y así seguía la selección de quienes tomarían decisiones.

El principio fundamental detrás del proceso de clasificación se originaba en la firme creencia de que el "poder corrompe".

Las posiciones estatales tenían un alto grado de responsabilidad y solo se asignaban por un período limitado, para minimizar el abuso y la corrupción.

El Kleroterion evitaba las prácticas utilizadas por los oligarcas para comprar su acceso a posiciones importantes, y les proporcionaba a los atenienses una forma definitiva de garantizar que los órganos importantes de su sistema de democracia no estuvieran contaminados por la corrupción.

La máquina, combinada con el hecho de que la mayoría de los jurados estaban formados por 500 personas, hacía que sobornar de antemano fuera una imposibilidad práctica, ayudando a tranquilizar a los ciudadanos de Atenas pues sabían que cuando se tomaba una decisión, se hacía solo con la fuerza de los argumentos.

Si los elegidos iban a asumir posiciones de poder eran sometidos a un examen para evitar funcionarios incompetentes.

Aquí resulta inevitable aludir a los resultados del examen de ingreso al Poder Judicial, verdadero baldón para la sociedad mendocina. Se anotaron más de 50.000, concurrieron menos de 19.000 y aprobaron el 11%.

Los candidatos a cargos políticos de cualquier índole deberían rendir unas test similar, cuya aprobación, si bien no indica honestidad, al menos sería un índice para evitar la caterva de inútiles que termina ocupando los mencionados cargos, más los de similares condiciones intelectuales que cada uno habrá de designar en calidad de asesores; de ninguna manera permitirá el analfabeto que lo secunde un erudito (ver Axel Kiciloff).

La historia del sufragio verdaderamente universal, vale decir incluyente de las mujeres, analfabetos etc. está salpicada por la sangre de grandes enfrentamientos entre demandantes y poder de turno.

En nuestro país resulta tarea compleja decidir cuándo comenzó la democracia; lo cierto es que en 1816 se declaró la independencia pero recién en 1853 se promulgó la Constitución Nacional.

En Estados Unidos, tomado como referencia, las fechas fueron 1776 y 1787 respectivamente, así el primer, presidente constitucional fue elegido en 1778, y en Argentina en 1854 y el primer Presidente elegido por sufragio popular fue Hipólito Yrigoyen recién en 1916, a nada menos que 100 años de la declaración de la Independencia.

Estimo que este sería el verdadero punto de partida de la democracia como gobierno del pueblo, tal cual lo indica su etimología y su historia.

En el ínterin entre 1816 y 1916 estuvimos peleándonos entre nosotros por el poder, a la vez que surgía la corrupción.

La corrupción en Argentina, así como su denuncia y la lucha contra los actos de corrupción, tienen antecedentes de larga data. En 1890, el presidente Miguel Juárez Celman, cuñado a su vez del importante político Julio Argentino Roca, debió renunciar a raíz del golpe de Estado de 1890 que si bien fracasó militarmente lo afectó políticamente, en medio de graves denuncias de corrupción. El período conocido como la Década Infame (1930-1943), fue denominado así por los generalizados actos de corrupción que involucraron a los partidos oficialistas y opositores.? En ese momento el senador Lisandro de la Torre se hizo célebre por denunciar los negociados de los frigoríficos ingleses y funcionarios del gobierno, ganándose el apodo del Fiscal de la Patria.

Entre los casos más resonantes se encuentran los que involucraron a las empresas Baring Brothers, los ferrocarriles ingleses, la Compañía Hispanoamericana de Electricidad (CHADE) y la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (la Ítalo),? los frigoríficos ingleses y las empresas Swift y Deltec, IBM, Siemens, entre otros empresarios.

Ocupar un alto puesto en la triste lista de países más corruptos del mundo, ha sido una cucarda que jamás se desprendió de la testuz de los gobernantes, con la ilustre excepción de Arturo Illia y Raúl Alfonsín.

La sucesión de gobiernos constitucionales y de facto también colocan a la Argentina en un puesto de privilegio.

Isabel Martínez de Perón fue encarcelada siendo presidente de la nación en 1976, por disposición del gobierno de facto de turno.

El primer presidente detenido por corrupción fue Carlos Menem en el caso venta de armas; Amado Boudou fue el primer vicepresidente condenado por corrupción, había ejercido el cargo entre 2011 y 2015 como compañero de fórmula de Cristina Fernández, primera y única vicepresidenta condenada por corrupción.

Por otra parte, la incorporación a la administración pública de incompetentes, tanto nacional como provinciales es y sigue siendo moneda de pago por favores electorales recibidos.

Como muestra simplemente recordemos al ministro de Salud Ginés González García.

Hoy la dirigencia política argentina se debate en una lucha sin cuartel y sin altura cultural por las próximas elecciones generales, con la más que criticable participación activa de funcionarios actuales de alto rango, legisladores en especial, que han hecho total abandono de sus funciones específicas tanto legislativas como ejecutivas para las cuales el incauto pueblo los eligió.

Que yo sepa, desde la promulgación de la tristemente famosa Ley IVE, de absoluto corte demagógico y que el 24 de Enero de 2021 entró en vigencia en todo el territorio nacional, no ha surgido una sola ley tendiente no a paliar sino a eliminar las causas del empobrecimiento y disminución de calidad de vida de los argentinos, y ni qué decir del concepto que como nación nos tiene el resto del mundo.

A cuatro días del cierre de listas, la lucha es sin cuartel incluso entre miembros de una misma facción política.

No existe duda alguna que la batalla es por encaramarse al poder en forma personal y no partidario; lo cual es lógico por cuanto ningún partido político ha tenido por lo menos la decencia de presentar una plataforma, un plan de gobierno con medidas concretas, y no el consabido y falso enunciado de "eliminaremos la pobreza, la corrupción, la violencia y mejoraremos la calidad de la enseñanza", vale decir la muletilla de siempre.

He dicho innúmeras veces y lo repito una más que si los políticos argentinos hubiesen reemplazado el futurible "vamos a " por el honesto "hemos hecho" , la Argentina, trozo de mundo dotado de todo lo necesario para seguir siendo la potencia que supo ser, no sólo no hubiese caído en los colectores cloacales, sino que se hubiese posicionado aún mejor que la mejor de las ubicaciones que supo ocupar.

No voy a votar, porque ninguno de los miles de precandidatos me merece la suficiente confianza para otorgarle el honor de mi voto, si los votantes les concedemos el honor de votar a los políticos.

Si la injusta, cruel e inmerecida enfermedad que lo afecta no lo hubiese alejado por fuerza del escenario político argentino, yo votaría a Esteban Bullrich.

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