Con la quiebra de las grandes farmacéuticas llega el horror de las superbacterias
"El mundo famacéutico lleva bastantes trimestres en una carrera contrarreloj para dar con nuevos tratamientos contra esta nueva generación de bacterias" dice un informe publicado en España.
En el horizonte de las amenazas que se ciernen actualmente sobre nuestro mundo socioeconómico hay un tema realmente importante, y del que algunos medios se vienen haciendo eco desde hace algún tiempo. Es una amenaza (muy) real, y que además ya está haciendo sentir sus efectos sobre la salud (y la vida) de los ciudadanos. Son las nuevas bacterias resistentes a los antibióticos, que están haciendo que enfermedades anteriormente inocuas con la debida dosis de antibióticos, ahora pueda ser incluso mortales en muchos casos.
El mundo famacéutico lleva bastantes trimestres en una carrera contrarreloj para dar con nuevos tratamientos contra esta nueva generación de bacterias, puesto que las vidas y el bienestar en nuestras socioeconomías dependen en buena medida de ello, además de poder convertirse en una nueva fuente de jugosos ingresos. Pero ahora un nuevo obstáculo se ha cruzado en el camino de nuestro progreso socioeconómico: las farmacéuticas más prometedoras en su lucha contra las super-bacterias están quebrando. Y eso son muy malas noticias.
De las bacterias agonizantes a las bacterias ultra-resistentes
Tan sólo por poner en antecedentes a los lectores que todavía no hayan leído nada sobre este tema, simplemente explicarles que esta nueva amenaza sanitaria y socioeconómica ha ocurrido porque la naturaleza ha seguido su curso. Como bien apuntaba la teoría de la evolución de Darwin, entre esas bacterías que caían como moscas ante los letales antibióticos, no podía dejar de ocurrir que, en algún momento, alguna mutación genética hiciese que alguna de esas baterias fuese capaz de sobrevivir a los tratamientos con antibióticos que se aplicaban para proteger las vidas humanas y de también bastantes animales. Una vez acontecida la ultrarresistente mutación, tampoco podía dejar de ocurrir que esas baterias mutadas, más fuertes que sus hermanas, se fuesen imponiendo en la supervivencia de su estirpe.
De esta manera, cada vez ocurren más casos en los que, enfermedades otrora leves y fácilmente curables con un simple tratamiento con antibióticos de lo más normalitos, hoy por hoy pueden requerir antibióticos de última generación con un coste desorbitado. Y eso en el mejor de los casos, porque muchas de esas nuevas mutaciones ya no responden a prácticamente ninguno de los tratamientos actualmente disponibles: ni caros ni baratos, ni tradicionales ni de nueva generación, ni nada de nada más que aplicar paliativos y cruzar los dedos.
Es un hecho contrastable cómo una buena parte de los casos de enfermedades por este tipo de patógenos resistentes a los antibióticos surgen en los propios hospitales y sus zonas circundantes. ¿Por qué puede estar ocurriendo esta concentración de casos precisamente en nuestros centros hospitalarios? Esta pregunta nos lleva a la última cuestión de esta puesta en contexto: es en las ciudades sanitarias y hospitales donde más antibióticos se aplican a los pacientes ingresados, bien sea para curar la patología por la que están allí, bien sea para evitar complicaciones médicas cuando estan en una situación de vulnerabilidad o con defensas bajas, como por ejemplo tras una operación quirúrgica.
Es también un hecho el abuso de los antibióticos, que se lleva persiguiendo desde hace años por parte de las autoridades sanitarias. En países como Estados Unidos u otros son notablemente más estrictos con este tema, llegando incluso al extremo de poder acabar en la cárcel por introducir en su equipaje un simple antibiótico sin la consiguiente justificación médica para el viaje. Para poder conseguir allí unas simples gotas antibióticas para una conjuntivitis, se necesita ineludiblemente acudir a una consulta médica y que le extiendan la consiguiente prescripción.
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