Cientos de peronistas se juntaron para empujar un auto viejo, para ver si arranca

La cumbre del peronismo con presencias nacionales en Mendoza le dio manija a la militancia y demostró vocación de poder. Los nombres propios y las formas hablan más del pasado que del futuro, pero eso no le quita mérito a la idea de reactivarse, sobrevivir e intentar moverse en una provincia que los viene frenando desde hace mucho tiempo.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Más que una mixtura, fue un collage: el PJ de Mendoza consiguió mostrar recortes coexistentes del peronismo que intenta gobernar en medio del freno que implica estar peléandose todo el tiempo en torno a qué medidas tomar y cómo hacerlo. Fue un gran acto el ideado por Anabel Fernández Sagasti bajo la legítima demostración de vocación de poder que deben tener los partidos políticos. Fue, además, en un buen momento: al gobierno nacional le quedan casi dos años más de recorrido y si sigue tropezando, hará caer al país y no a su gobierno, por lo que era necesario esta especie de "retiro espiritual" del que no se sacan necesariamente conclusiones, sino un surtido de posiciones, pero que invita a repensarse.

La frase del título de esta nota pertenece a un viejo dirigente peronista que fue a la cumbre mendocina, el "Perónpalooza", y que admitió la buena intención -además de defenderla- pero que no ignora el contexto y su banalidad final. "Cientos de peronistas se juntaron para empujar un auto viejo, para ver si arranca", graficó  es una buena metáfora. También las hubo desde la oposición, criticonas y exageradas, tratando de restarle importancia a la juntada peronista.

A pesar de que no hay conclusión única posible y que cada uno de los asistentes, parte o no del ecosistema peronista, se llevó su propia impresión, surgen datos del hecho y los discursos, las presencias y las ausencias.

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- Primero y principal: el PJ mendocino se dio manija. Es interesante que lo hayan hecho porque Mendoza necesita de una alternativa política. De hecho, hasta ahora, la alternancia ha sido la marca institucional con 5 gobernadores radicales y 5 peronistas. Es verdad que no estuvieron sus exgobernadores -alguno de ellos, como Arturo Lafalla, queriendo asomar la cabeza de nuevo con sus hijos y el mismo tejiendo reuniones en los cafés de la Peatonal- y también, que evidentemente el kirchnerismo fue el motor del acto, con los intendentes más afines. Otros dos exgobernadores siguen activos en política y son parte de la gestión nacional: Rodolfo Gabrielli (Casa de Moneda) y Celso Jaque (YPF). Hubo invitados y adherentes del resto del partido, más para ver "cómo les salía" que como entusiastas movilizadores.

- A pesar de su empuje para disimular el descalabro del gobierno nacional en donde Cristina Kirchner le exige subordinación a Alberto Fernández y amenaza con que "no", pero al final termina hocicando para no ser apedreado, el acto los mostró juntos pero no mezclados. La invocación a Perón fue el único factor unificador posible y a mano, corriendo el riesgo de reunirse alrededor de algo vetusto y muy del pasado. Por eso emperifollaron su imagen con artefactos tecnológicos imposibles para su tiempo: "Peronismo Futuro" le llamaron al encuentro.

- Fernández Sagasti se reempodera: a su alrededor piensan que demasiado rápido le tocó la responsabilidad de hacerse cargo de un Justicialismo que venía golpeado por las derrotas y no tuvo tiempo de "empujarlo para hacerlo arrancar", valga la referencia una vez más, pero no ha renunciado a ese objetivo. La dejaron entrar al baile antes de aprender a bailar y ahora tiene que hacerlo, y lucirse, además.

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- Muchos peronistas plantean al gobierno mendocino su propia provocación, más o menos en estos términos: "¿Podrían organizar un encuentro de cohesión interna como el realizado por el PJ o cada integrante del gobierno ya tiene en un sobre cerrado la orden de qué hacer, cómo y cuando, sin que se haya discutido públicamente?".

La presencia de Juan Manuel Urtubey, un outsider, representó un acto de grandeza tratándose de una fuerza política que suele condenar al peor de los infiernos a los detractores. Lo invitaron, habló por los medios con fuertes críticas antes del acto, lo dejaron entrar, le garantizaron tribuna y le permitieron expresar sus disidencias, aun cuando sabían que lo iba a hacer con vehemencia. Esto ya es todo un avance. O un amague de sumarlo todo, como antes, cuando funcionaban como un "movimiento" y contenían a izquierda, derecha, centro y todo lo demás.

El caso de Wado de Pedro, con su accionar contrario a Mendoza como ministro del Interior, tanto en las cuestiones que tienen que ver con los caprichos de La Pampa como con la discusión en torno a la propiedad y manejo del agua, es un dato raro, pero comprensible: quiere ser presidente, tiene poder, responde a Cristina Kirchner (igual que Fernández Sagasti) y ni siquiera el Presidente lo pudo echar cuando masivamente el kirchnerismo renunció para desrenunciar minutos después.

La presencia de Sergio Uñac fue importante, ya que es quien planta neutralidad en la interna, y no lo hace haciéndose el sota, sino remarcando diferencias y planteando alternativas. Además, vino a Mendoza con un mensaje en favor de la minería que ni su propio partido quiere sostener, por miedo a que se le junte gente puteando sus nombres en alguna plaza. Lo de Uñac es interesante porque puede ser el cisne negro esperado entre las malas opciones de las encuestas que porfían solo en que los peronistas se cuadren detrás de CFK o Fernández.

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Finalmente, cada uno de los expositores les habló a los suyos, en una especie de confederación de núcleos no necesariamente diferentes pero sí con sustento distinto. Es decir: no se apostó a la cohesión y unanimidad, sino a la movilización con las convicciones y pertenencias o subordinaciones de las que cada uno ya era portador cuando llegó a la "cumbre".

A los que no fueron les queda un camino más duro, porque el peronismo no perdona ese tipo de destratos, sobre todo, cuando fue la estructura del partido y no un sector, la convocante. En los próximos días deberán decidir si se quedan o se van. O peor: caerá sobre sus acciones la más cruel respuesta, como es el silencio y el ser ignorados. Allí está el solitario albertista de la primera hora Guillermo Elizalde, que quiere plantar bandera, y los disidentes de la Legislatura, Rafael Moyano y Bartolomé Robles que amenazan con romper el bloque pero no lo hacen, todavía. Y por supuesto, los que ya no están, armaron otros frentes o coquetean con otros lobbies más que con la política.

El peronismo sale fortalecido del Perónpalooza, con más autoestima. No responde a muchas preguntas hacia afuera pero sí se consolida hacia adentro. Y eso destaca a la actividad política de Mendoza por sobre la de otras provincias. Ya eso es importante, por más que no resulte suficiente.


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