Nobleza de bragueta

La historiadora Luciana Sabina nos cuenta qué eran los "hidalgos de bragueta" o "hijosdalgos". Cómo ser noble aun siendo pobre.

Luciana Sabina

La palabra hidalgo refiere a "aquella persona que por su sangre pertenece a una clase noble y distinguida". Viene de "Hijosdalgo" es decir "Hijos de algo", haciendo referencia a que descienden de personajes distinguidos que fueron "alguien". 

En un principio en los reinos de Castilla y León, se los conoció con el nombre de "infanzones". Todos dependían directamente del rey. En Castilla la hidalguía sólo se trasmitía por linaje de varón.

Entre los privilegios que el rey concedía a los hidalgos, el principal era el de "no pechar", es decir no pagar impuestos. En muchos pueblos existieron hidalgos que eran labradores, zapateros, comerciantes y hasta pobres de la caridad. Y junto a ellos convivían otras personas que eran ricas, pero debían pagar impuestos por no ser nobles.


Nobleza de bragueta

Claro que para ser hidalgo -y librarse de tributar- existía un medio en el que nada tenía que ver la ascendencia y sí con la descendencia, se trató de los "hidalgos de bragueta". Nos cuenta Rubén García que "para intentar solventar la despoblación, tan necesaria por ejemplo en las guerras, se decidió otorgar la hidalguía a aquellos ciudadanos que tuvieran al menos 7 hijos varones legítimos. Estos fueron los llamados hidalgos de bragueta, pues independientemente de su origen o riqueza, alcanzaban tan distinción con solo poder probar la paternidad de siete vástagos. No era tarea fácil, pues debía ser de su esposa legítima, no contaban aquellos hijos fuera del matrimonio o lo que tuvieran sin estar legalmente casados. Como del recuento había que excluir a las hijas, era habitual que estos hidalgos se juntaran con una prole que difícilmente podrían mantener, pues en muchos casos se trataban de pobres de solemnidad. Eso sí, desde que pudieran demostrar a la chancillería de turno sus siete mozalbetes, el nuevo título les eximía de pagar impuestos a la corona."

La nobleza de sangre no veía con buenos ojos a los "bragueteros", ya que podían tener acceso a las Órdenes Militares y a otras instituciones exclusivas para la elite. Consecuentemente, los pleitos judiciales entre ambos grupos fueron continuos y desgastantes.

Existía un privilegio aún mayor. Al padre de doce hijos, incluyendo varones, mujeres e hijos del primogénito que convivieran con el abuelo, accedía a la exención adicional del «catastro», un impuesto que gravaba el trabajo personal y la producción agrícola manufacturera. 

"Los hidalgos -señala el historiador español Abel Fernando Martínez Martín-, llegaron a ser en el barroco siglo XVII más de 700.000, el 7.7 % de la población española. En el censo de 1787 España contaba con 722.794 hidalgos y una población de 9.3 millones de habitantes".

Nobleza de bragueta

Uno de los temas a tener en cuenta es que esta población no trabajaba, pues el honor de un noble se veía afectado. En este sentido, comenta el citado autor, "el rey Carlos II decretó que la hidalguía era compatible con el ejercicio del comercio o de actividades artesanales que no degradaban ni menoscababan al hidalgo, para desaparecer, los hidalgos, definitivamente en los primeros años del siglo XIX, al ser completamente anacrónicos y, por supuesto, totalmente incompatibles con el liberalismo y el desarrollo del capitalismo moderno, por su patética improductividad y su alto costo al no tributar a la Real Hacienda".


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