Macri, al teléfono: el Presidente busca apoyos personalmente
El presidente de la Nación se juega la reelección. A contramano de muchos de sus militantes, cree que el resultado de las PASO (que lo magullaron bastante) puede revertirlo. Trabaja para hacer todo lo que no hizo a escala política, su gran deuda en un mar de cuentas en rojo.
El presidente Mauricio Macri llamó al presidente de la Fundación Libertad, el enclave argentino de un movimiento liberal clásico, en lo económico pero también en lo político -no "libertario", aunque afín- que reproduce un esquema internacional que tiene como líder al Premio Nobel de Literatura 2010 Mario Vargas Llosa y que reinvindica el pensamiento y la acción reaganeana que volteó el Muro del Berlín.
Del otro lado del teléfono estaba su presidente formal, pero además motor real, Gerardo Bongiovanni, que fuera capaz durante 30 años de conseguir fuerza empresaria privada para sostener el Think Tank. El Presidente le pidió su apoyo, sabiendo que lo obtendría. Pero le encargó un rol que revela de cuerpo entero las obsesiones presidenciales: que se ocupe de "agitar" a nivel internacional. Macri sigue estando convencido de que si desde afuera lo aplauden, los argentinos asumirán que es "aplaudible", más allá de lo que perciban con su sentido más sensible: el bolsillo.
Para impulsar la integración de una "pata liberal" de Cambiemos / Juntos por el Cambio (o como sea que se vaya a llamar en el futuro), a principios de agosto el canciller Jorge Faurie y el economista Ricardo López Murphy se reunieron con un grupo de 50 referentes liberales para conversar sobre las perspectivas de la Argentina frente al acuerdo del Mercosur con la Unión Europea y el posible acuerdo con USA. Entre ellos estaba el mendocino que dirige la Cátedra Alberdi en la Universidad del Aconcagua, Daniel Pereyra, uno de los anfitriones de la familia Vargas Llosa cada vez que visita la Argentina, además de asiduo invitado por ellos a otros países.
Bongiovani y Macri se habían visto las caras varias veces en el año, la última vez a fines de abril, cuando el mandatario dialogó junto a su par de Chile, Sebastián Piñera, en un encuentro de alto nivel para celebrar las tres décadas de la Fundación. A ambos los une las ideas liberales. Piñera más activo en la puesta en ejecución; Macri más condicionado por el contexto nacional y la heterogeneidad del espacio político que lo llevó a la Casa Rosada.
La idea llega tarde, coinciden muchos, pero no deja de abonar una vieja idea que comparten dirigentes desiguales pero parecidos: que la grieta -ya que no se puede superar ya que generaría una contraproducente unanimidad y homogeneidad política sin debate en el país- separe de una vez por todas dos grandes núcleos de ideas: uno "republicano" y otro "popular". Ellos le llaman a la segunda posibilidad en términos despectivos como "populista" ya que sostienen que dentro del foro que hoy compone el oficialismo nacional hay sectores del campo popular, pero no afines a modos socialistas de subordinación y gestión.
Todos buscan que Macri suba 4% en la intención de voto y algo que creen que será más difícil: que Alberto Fernández y su compañera o líder de fórmula, según como se lo mire y cuente, Cristina Fernández de Kirchner, bajen en idéntica cantidad el caudal electoral. Para ello tienen que formar una derecha sin fuegos artificiales y en la que posterguen para el futuro y en ámbitos íntimos las diferencias que, consideran, siempre serán menores entre sí dentro de une espacio con el PRO, la UCR, la CC, el "peronismo republicano" y otros, que frente al cristinokirchnerismo que copó la estructura del Partido Justicialista junto al Partido Comunista y muchos primos y sobrinos creados ad hoc el Frente de Todos, y otros que ya hacían parte del Frente para la Victoria de otrora.
No es nuevo el intento por subordinar a los posibles partidos y dirigentes afines al frente gobernante. Lo que sucede es que los métodos utilizados en lugar de acercarlos amistosamente, los alejó. El ataque del macrismo a José Luis Espert a nivel de la justicia electoral los victimizó y empujó al desencanto. Pero ahora, con solo mirar la TV, todos se dan cuenta que el "Frente Despertar" no funcionó como "despertador" de la memoria de los que o quieren el retorno al kirchnerismo, pero tampoco como catalizador del macrismo disconforme.
En junio, Marcos Peña, el hombre señalado como el porfiado que todo lo impide, había reunido a los jóvenes liberales del país (y algunos no tan jóvenes, más bien adultos de militancia pendiente) para ofrecerles el oro y el moro con tal de reencauzarse como brazo de Juntos por el Cambio, al mejor estilo del modelo republicano estadounidense, en donde conviven diversas expresiones que van desde lo más liberal, pasando por lo conservador hasta el nacionalismo de Donald Trump. Esa gente está pendiente de lo que pueda suceder. Aunque desde el Gobierno aspiran a que den un paso más y se activen; no solo que queden "a disposición". Allí también hubo mendocinos presentes, como Guillermo Mosso, miembro del PD que integra los equipos técnicos de Rodolfo Suarez, y Mario Japaz, el impertinente autor de "Los tecnoperones", un ingeniero que cobra relevancia entre los púbers del país con sus estudios sobre el peronismo y el consumo ideológico.
Ahora ya no hay solo emisarios: es el propio Mauricio Macri quien está pegado al teléfono, tratando de insuflar mística a troche y moche. Y ese solo hecho deja abierto un extenso cuestionario en torno a si es el momento o resulta demasiado tarde, y sobre qué efectos reales puede causar, cuando todavía se están pasando facturas internas por una derrota que olió a descontrol, soberbia, exceso de autoconfianza o desaprensión.