Pecados en Mendoza, extremo oeste del Paraíso: Se puso colorado

Aquí Memo se mete en las ficciones situadas en Mendoza, con la potencialidad que ofrece su vida política y empresaria. Dani Barrancos se estrena con una historia

Dani Barrancos

Se puso colorado 

El golpazo le hizo "saltar el chocolate". Como quien recibe un balazo, sus traiciones le pasaron ante sus ojos, bajo la ducha, en donde estaba restregándose los ojos alcanzados por la espuma del champú. Lo supo de inmediato: ella se había enterado de todo. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo se presentaría en su oficina con la nariz rota y un ojo en compota? ¿Tendría donde dormir esta noche? ¿Y las siguientes?

 Era político. Arengaba a su personal a buscarle efemérides sensibles con las cuales tener presencia con un mensaje en las redes sociales. La asociación de marcas, sabía, lo beneficiarían, siempre y cuando el mensaje escogido fuera mejor que lo que él se sabía como persona. 

"La intimidad es tan secreta -pensaba, posiblemente, atento a los datos que se han podido reconstruir en torno a su personalidad- que hay que aprovecharse de esa trinchera para emerger ganancioso, siempre, ante los demás". 

Adulado todo el tiempo por quienes le rodeaban, terminó por creerse que su sistema de emisión de apariencias era la verdad. Pero eso no lo llevó a corregir sus costumbres, que ejercía en otro plano dimensión, como si pudiera abrirse una "página de incógnito" en la vida y hacer y deshacer en ese espacio sin dejar huellas. Su esposa sospechaba de su cantidad de reuniones hasta la madrugada. "La política te va a matar", le decía, comprensiva por el esfuerzo por escalar más y más del funcionario. 

Nunca le llamó la atención que se fuera con una ropa y volviera con otra, porque lo imaginaba hiperactivo, tan importante como él se presentaba en la mesa familiar y además, había rodeado de responsabilidades entre las cuatro paredes de su vivienda a la mujer con la que se había casado muy joven. Mujeriego, al fin y al cabo, no dejaba títere con cabeza y después tenía que ir a rendirse de rodillas ante el mandamás del que era supuestamente opositor, para conseguirles un puestito a las damas con las que alternaba. 

Así, fue resignando buen nombre como político, reuniendo experiencia en la conquista rentada y ejecución sexual, pero además, empleadas en la administración pública a las que, además, requería que fueran adscriptas a su despacho. Se les perdonaba concurrir a cambio de que se entregaran a sus apetencias. Unas con más dignidad que otras, fueron abandonándolo o simplemente, ignorándolo. 

Esta situación se volvió más compleja cuando aparecieron los teléfonos celulares y las redes sociales: había que armar un escudo para evitar filtraciones. Nadie sabe hoy si era consciente de que lo suyo era un ejercicio horrible. Mientras tuviera poder, pensaba, a nadie se le ocurriría marcarle el asunto, aunque algunos amigos más cercanos llegaron a advertirle que debía extremar los cuidados, no sus acciones. Pero como se sabe, "nadie puede alegar en su defensa su propia torpeza". Y es que tras ir al hotel alojamiento con su nueva "militante", el fragor del entusiasmo y la confianza en sí mismo adquirida a lo largo de largos y mañosos años, se colocó el preservativo y encaró la faena. Realmente lo disfrutó. 

Pasado el momento de éxtasis, se vistió para alcanzarla hasta una esquina en donde la esperaba el remisero que la alcanzaría hasta su casa. Todo, calculado como un Tetris. "La experiencia vale", pensó, posiblemente. 

De lo que no se dio cuenta antes que su esposa es que el envoltorio del condón había quedado en el interior de su zapato derecho. Al colocárselo, lo empujó hasta el fondo. 

Todos los días, aquella abnegada ama de casa (que solo le acompañaba en eventos sociales como casamientos y poco más, "porque la política es un ambiente feo para las mujeres", como le decía al negarle el derecho a acompañarle a actos partidarios u oficiales del gobierno) le lustraba los zapatos, le elegía dos o tres corbatas para que él optara, mientras le preparaba el desayuno que hasta a veces despreciaba. "Tengo una reunión urgente. Vos sabés que necesitan consultarme todo estos inútiles", alegaba. 

Y se encontró con el envase. Fue suficiente. 

Fue hasta el baño, y en la nebulosa del vapor con olor a jabón, le arrojó justo el zapato derecho con toda su fuerza contra el rostro. Se puso colorado, y no de vergüenza, precisamente. La sangre lo asustó más que darse cuenta de que ella lo sabía todo. 

Fue el fin de su carrera política también, porque su esposa era, sí o sí, y aunque él la haya menospreciado, su soporte y sostén. Su catapulta.

Pecar: esta serie de ficción

Pecados en Mendoza, extremo oeste del Paraíso: Se puso colorado

Para llegar a calificar una acción humana como pecaminosa, primero hay que familiarizarse con Las Tablas de la Ley, es decir, adherir, adscribir, responder a una creencia religiosa. En una ciudad pedemontana de América eso es ser católico o fingir serlo, o bien practicar el cristianismo desde alguna de las marcas del protestantismo. Cuando la posición de las personas es de poder político o económico, todo se exagera ante el público, y la presumida pasión por la Biblia puede no ser otra cosa que una obra del mismísimo Satanás. Un Diablo práctico y consuetudinario, a mano; palpable y amistoso, afecto a caer en tentaciones y a tentar, en simultáneo. El disfraz religioso en casos como estos y a pesar de que la evidencia los desnuda una y otra vez, sigue resultando efectivo, ya que resulta ser un juego aceptado. La perversidad es atractiva. Si la practica un rico o un famoso es cool. Si está en la agenda de un "común", puede resultar hasta castigada con una multiplicación de los infiernos por la sociedad, la justicia, los medios, las redes: todos. Es la hipocresía la primera norma constitucional que cumplen todos los que pueden cumplirla, porque hasta es difícil conseguir integrarse a esos círculos de privilegio. Quien está en el torbellino gana, siempre: es un huracán que arrasa con toda la atención, los bienes ajenos y que expulsa con su fuerza centrífuga a los que intentan ser parte sin acreditar condiciones que un canon no escrito del "ser y parecer" indican. Aquellas personas que tienen credenciales suficientes de propiedades, contactos o recursos, pasan al centro y son elevados hasta arriba, en un juego riesgoso pero que pide constantemente más y más fuerza, insaciable.

Por eso aquí revisaremos los pecados de una ciudad como Mendoza (y sus alrededores y circunstancias, que pueden ser la montaña, el campo o Miami, Chile y Buenos Aires, por extensión), en una ficción que se coquetea con la realidad, o viceversa.

Así, desfilarán situaciones que resultan prácticas comunes en algunos círculos. Tan habituales que les sorprendería verse reflejados, aburridos de todo lo que hacen, tienen o podrían llegar a hacer. Tan extrañas, que muchos creerán que es imposible su veracidad. Por un lado o por el otro, todos protestarán. Los que puedan levantar la mano, sintiéndose aludidos y los que quieran más, conocer de quiénes se trata, como si esto fuera una crónica de casos reales maquillados para impactar. Hay más posibilidades de rechazo: aquellos que se sientan estafados por lo que consideran lisa y llanamente un producto de una imaginación desproporcionada. A la vez, saldrán quienes intenten contrastar las historias contadas con algunas versiones de la realidad que llegaron a sus oídos en algún momento.

Todos fracasarán. Todos triunfarán. Hay de todo en Mendoza, la ciudad del pecado, pero, fundamentalmente, hay pulsión por practicar y desentrañar las perversidades de protagonistas vernáculos a quienes el domingo pueden tropezarse en misa o de quienes recibirían consejos sobre cómo ser mejores desde la portada de un diario o en una entrevista desde cualquier medio.

Un cornudo y una gorriada; un maltratador maltratado; un estafador desde su performance visible de tutor de la legalidad; una despechada que da consejos o un conservador que es un fiestero secreto. Un juego de cartas para quedarse con dos doncellas del poder; la malcrianza de un niño producto de la falta de amor; el capricho de un niño rico que paga el Estado para que sus papás crean que es útil en algo y que es más hombre de lo que quisiera ser si no estuviera atrapado en los condicionamientos que lo atan al placard... Paredes que se saltan con habitualidad durante la noche; whatsapps descubiertos inoportunamente. Complicidades condicionadas y en tensión que se rompen, o que se conservan bajo altísimos costos. Deportistas que no lo son; empresarios que no lo son; castos que no lo son; herederos que destruyen todo y se quedan solo con las apariencias.

Más o menos con esos colores se pintará una tela que ya llega manchada al atelier. Pura ficción en la que -como en toda obra pictórica- algunos ven realidades y otros, imposibles.

* Todas las historias publicadas en esta sección son de ficción. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

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