Teorema de la Omisión: donde falla la prevención, el delito se activa
Una nueva forma de entender por qué muchos delitos ocurren y cómo podrían haberse evitado. Escribe el criminólogo Eduardo Muñoz.
¿Qué delitos estamos permitiendo por no actuar a tiempo?
La violencia que nos golpea muchas veces empieza mucho antes del crimen. Nace en una omisión: una denuncia que no se atiende, una cámara que no funciona, una alerta que no se emite.
La inseguridad, en muchos casos, no es solo la consecuencia de un acto criminal, sino el resultado directo de un fracaso preventivo. No hablamos de accidentes: hablamos de fallos concretos del sistema.
El Teorema de la Omisión: cuando prevenir también es una forma de justicia
Desde esta perspectiva desarrollé el Teorema de la Inseguridad por Omisión Preventiva: un marco criminológico que propone dejar de mirar exclusivamente al autor del delito para comenzar a observar a quienes, teniendo la obligación de prevenir, no actuaron.
Este teorema sostiene que la falta de acción por parte de los responsables de planificar, ejecutar y monitorear políticas de prevención genera las condiciones ideales para que el delito ocurra. Cada omisión no es solo una ausencia: es una grieta por donde se cuela el crimen.
Criminología contemporánea: el contexto también delinque
La criminología actual ya no se limita al análisis del victimario. Modelos como la Teoría de las Ventanas Rotas (Wilson y Kelling) y la prevención situacional muestran cómo el entorno influye en la conducta delictiva. En esta línea, el Teorema de la Omisión propone un paso más: estudiar no solo lo que ocurrió, sino lo que no se hizo para impedirlo.
Cuando el Estado no ilumina zonas inseguras, cuando no se cruzan datos de riesgo o no se da respuesta a denuncias reiteradas, la omisión se convierte en un factor criminógeno.
Delitos evitables y responsabilidades compartidas
Cuando una mujer denuncia reiteradas veces a su agresor y ninguna autoridad interviene, el femicidio que ocurre no puede analizarse de forma aislada. No es solo la responsabilidad del asesino: es el resultado de múltiples omisiones institucionales que facilitaron el crimen.
Ignorar informes de riesgo, minimizar amenazas o desestimar signos de violencia son formas de complicidad pasiva que también matan.
Omisiones privadas, consecuencias públicas
Aunque el Estado tiene la responsabilidad principal en materia de seguridad, no es el único actor involucrado. Las instituciones privadas también pueden contribuir a la inseguridad cuando eligen no actuar. El caso del Instituto Próvolo en Mendoza lo ejemplifica con crudeza: durante años, autoridades eclesiásticas y educativas desoyeron o encubrieron las denuncias de abuso sexual contra menores por parte de miembros del clero.
También ocurre en clubes deportivos que protegen a entrenadores denunciados por abusos, priorizando su reputación por sobre la integridad de los jóvenes. Incluso en consorcios que se niegan a iluminar zonas donde ya hubo robos, a pesar de los reclamos de los vecinos.
El silencio, la indiferencia o el cuidado de la imagen institucional no pueden seguir pesando más que la prevención del delito. Porque no actuar, cuando se tiene la posibilidad de hacerlo, también genera víctimas.
La seguridad se construye antes del delito
Si queremos una sociedad más segura, debemos entender que la inseguridad no se mide solo por los crímenes cometidos, sino por los que no se evitaron. La seguridad no se improvisa: se diseña, se anticipa, se ejecuta.
Porque en criminología, no todo crimen tiene un autor con nombre y apellido. A veces, el mayor responsable es quien no hizo nada.