Las nuevas religiones: Consideraciones para la formación ciudadana en las escuelas

El análisis experto de Isabel Bohorquez, centrada siempre en los usos, costumbre y desafíos pendientes de la educacion.

Isabel Bohorquez

El mundo parece haber girado hacia una mirada religiosa de las cosas.

¿Por qué afirmo esto?

Porque todas las expresiones a favor o en contra de ciertos tópicos sociales que hoy nos encuentran en un enfrentamiento abierto, incluso sangriento, hasta despiadado de las partes enfrentadas en base a sus creencias, tienen los sesgos de un pensamiento religioso obnubilado. Digo religioso fanático, sin matices, ni críticas reflexivas ni admisión del otro que piensa diferente como un igual, sino al contrario, como un adversario, un hereje, un infiel o un enemigo.

¿Estoy refiriéndome a las grandes religiones de Oriente y Occidente? No necesariamente, aunque luego, en la trastienda de las ideologías erigidas en nuevas expresiones de fe, puede que las encontremos, ya sea financiando los movimientos o sirviendo de pantalla...

¿El mundo se está tornando irreflexivo con los propios postulados que lleva siglos tratando de alcanzar?

¿El mundo está retrocediendo en su evolución humana?

Tõnu Lehtisaari, psicólogo de la religión, define el fanatismo como la defensa extrema y apasionada de algo que trasciende la norma. El fanatismo religioso se define por la fe ciega, la persecución de los disidentes y la ausencia de la realidad. Hoy en día, se usa mayormente para designar a las personas profusas en su proselitismo hacia una causa religiosa o política, un deporte, pasatiempo u hobby o hacia una persona a quien idolatra.

Fenómenos con esas características se pueden observar a nivel nacional e internacional, en causas sociales y políticas frente a las que podemos advertir un asunto de obnubilación religiosa. No importa el tópico de que se trate o la legitimidad de origen del mismo.

En Argentina solemos decir que el peronismo es una religión, lo mismo el kirchnerismo. Y con ello me refiero a las características arriba definidas por Lehtisaari.

Sin importar los resultados, los índices de pobreza, de inflación, de inestabilidad económica, de violencia social, de delincuencia, de corrupción...se idolatra a sus líderes y se sigue interpretando cada circunstancia a la luz de su fe sin que la realidad cuente como catalizador posible del dogma político. Y, en consecuencia, hay que perseguir y aniquilar (simbólica o materialmente) a cualquier disidente de la fe que se profesa. Los peronistas aman a Perón, los más veteranos invocan -todavía- la Puerta de Hierro y sostienen las expresiones del líder, aunque en la actualidad la composición política de lo que puede identificarse como peronismo contemporáneo contradice absolutamente los dichos de Perón. También se puede observar gente rezando frente al balcón de Cristina Kirchner que está presa con privilegios luego de años de proceso judicial por fraude y corrupción.

El feminismo a ultranza parece otra religión (en los términos de Lehtisaari), que desprecia al varón y lo considera su enemigo, que ha fomentado acciones violentas y todo un camino de desprestigio del varón en aras de una supuesta defensa de la mujer que radica en una supremacía más que en una reivindicación.

Lo mismo puede decirse de los representantes de la ideología de género extrema, que pretenden instalar condiciones tempranas para que desde la infancia se diluyan las diferencias de orden biológico y psicológico a cambio de un constructo social y cultural que pueda fluir de una elección de identidad a otra (con lo que eso podría implicar en la constitución de la estructura psíquica) repudiando la definición binaria varón/mujer y pretendiendo que la sociedad en su conjunto se haga eco de ese repudio al instalarse en la cultura como un deber ser.

Paradójicamente, aparecen expresiones de anti-religión en favor de posturas políticas que contienen doctrinas de orden sociológico y económico, que desdeñan o rechazan el fenómeno religioso, particularmente si éstos provienen del cristianismo y del judaísmo, como parte de sus principios, con idénticas características a las que describe Lehtisaari. Y de las que se han nutrido la mayoría de los movimientos de la izquierda socialista extrema.

La izquierda en el mundo parece una nueva religión en sí misma y curiosamente hoy es la que apoya a Palestina de una manera insistente, como si la guerra en Gaza fuera la única causa que merece ser respaldada en el planeta haciendo caso omiso a las posturas religiosas/políticas de Hamás. No dejo de pensar cómo hicieron para financiar la Global Sumud (del árabe firmeza, perseverancia, en alusión a la ocupación palestina) Flotilla que requirió varios millones de euros para componerse de 44 barcos, más de 300 activistas (entre ellos una legisladora argentina por el Frente de Izquierda de los Trabajadores FIT-MST en la ciudad de Buenos Aires) a los que hubo que alimentar, darle atención sanitaria, etc., el combustible y el personal de a bordo para hacer la travesía de aproximadamente 20 días, más la ayuda por supuesto.

¿Siria no ha importado de la misma manera? Masacres a pueblos enteros, asesinatos a civiles, incluyendo mujeres y niños alauíes o alauitas, pertenecientes a una rama del islam chiíta, que representan alrededor del 10% de la población de Siria, de mayoría musulmana sunita, son hechos actuales, recientes.

Recordemos que los alauitas son una secta musulmana chiíta minoritaria que vive predominantemente en la Siria de mayoría suní. La familia Assad, miembro de esta secta, gobernó Siria durante más de medio siglo, hasta que Bashar fue derrocado en diciembre pasado por militantes islamistas suníes que pretendían remodelar el orden político y sectario del país. Durante el gobierno de Assad, la secta alauita estuvo cada vez más vinculada, a ojos de sus opositores, a las atrocidades cometidas por su régimen durante la guerra civil siria. Ahora hay hechos de exterminio y de persecución de gente indefensa ¿por venganza?

La ONU estima que, en este país de 23 millones de habitantes, al menos 17 millones necesitan ayuda humanitaria y que en 14 años el conflicto ha dejado entre 470.000 y 610.000 muertos, la mayoría civiles, y cerca de 12 millones de refugiados y desplazados.

Siria duele por donde se piense...

Mientras tanto, se observa en el corazón cultural de Occidente, Europa, Estados Unidos y Canadá, así como países de Oceanía, Nueva Zelanda y Australia, el problema de la inmigrancia que toma ribetes religiosos en el sentido expresado por Lehtisaari y asistimos a manifestaciones, gestos violentos que pretenden imponer el islamismo y la ley (sharía) tanto como la noción de que el lado correcto es tolerar todo lo islámico, aunque ello no sea recíproco con las culturas y religiones de esos países. Esto está provocando reacciones de alerta en los diferentes países receptores de los inmigrados que ya llevan décadas de "colonización silenciosa". Así como asistimos a una "caza de brujas" en Estados Unidos de los inmigrantes que quizá llevan generaciones en el país y que son parte del tejido social, pero de repente parecen tornarse intrusos y hasta enemigos a los que hay que perseguir.

No quiero dejar (de insistir) al mencionar a los miles de cristianos que hoy, en pleno 2025 se están persiguiendo y asesinando por profesar su fe en regiones no cristianas. Algo totalmente inadmisible para los cánones de vida que asumimos como sociedad planetaria a estas alturas.

¿Qué no estamos viendo como camino de tolerancia y de integración cultural?

¿Acaso la redención y la salvación han cedido ante la expiación y la condena?

¿Y los partidos políticos?

Las derechas políticas en el mundo, que han ido evolucionando también en base a sus intereses contextuales, se han caracterizado por afirmar que determinados órdenes sociales y jerarquías son inevitables o deseables, apoyándose por lo general sobre la naturaleza humana, el derecho natural, la economía o la tradición. Estas jerarquías han sido justificadas como producto natural de la competencia en las economías de mercado o, simplemente, como una consecuencia del esfuerzo individual. En un arco complejo y diverso las derechas admiten distintas expresiones de nacionalismo, oposición a la inmigración, tradicionalismos, conservadurismos culturales, adhesión a la confesionalidad (religiones) hasta formas de fascismo.

Entendidas de esta forma, las derechas políticas en el mundo pueden erigirse como una religión o adherir a una religión y en base a ello, fundamentar su accionar en los términos que define Lehtisaari. Tenemos ejemplos de ello en todo el planeta.

Razonablemente, como sociedad a nivel mundial hubo muchos motivos para presentarle cara a la derecha y proponer otra salida colectiva en aras de un progreso social y humano.

Asociamos la libertad de expresión, de estilos de vida, de modos de ejercer la justicia y alcanzar una distribución de las riquezas y bienes considerados comunes que protegiera a los más débiles, una cultura popular y laica, sin imposiciones religiosas a la vereda del frente. O sea, a la izquierda y al progresismo que prometió ocuparse de alcanzar un mundo mejor.

El progresismo político, más bien orientado al socialismo de izquierda, que ha venerado los regímenes anticapitalistas aunque fueran dictaduras, que ha coronado el rol del Estado por sobre cualquier otro recurso social para resolver los problemas de la gente y que ha demonizado los sectores privados, que ha admitido compartir banderas con minorías que traccionaron por reclamos de transformación social en favor de los colectivos que han cobijado selectivamente, que ha acusado de crímenes de lesa humanidad según los filtros de su selección y que ha desviado la mirada ante otros que no son parte de su elenco de interés, hoy también parece una religión según los términos de Lehtisaari.

Ese mismo progresismo que debía aportarle a la humanidad las estrategias superadoras del oscurantismo y el estancamiento político, que asumió las causas justas como propias y que midió con esa vara al mundo entero, hoy flaquea en defensa propia y de su dogma que vuelto obnubilación religiosa sólo ve sus propios intereses y se banaliza de cara a las causas que dice defender.

Este proceso de insensatez merece una seria revisión de parte de tantos intelectuales valiosos que lo representan. Pensar el progreso, pensar el cambio necesario, pensar la justicia planetaria con los ojos abiertos y avanzar con lo que tenemos, con los gobiernos posibles, con las sociedades posibles. El combate ideológico constante tantas veces aliado al combate violento y cruento, solamente deteriora la vida de las personas y sus comunidades.

¿Qué hacer entonces?

Discernir, pensar, y empezar a levantar la voz en favor de la tolerancia sin sentirse el dueño de la antorcha es un buen comienzo.

Lo más peligroso de cualquier obnubilación religiosa es esa persistente vanidad de creerse poseedores de las verdades que dejan al resto por debajo de esa superioridad. El paso siguiente es la dominación, y en caso de resistencia, la aniquilación.

Eric Hoffer, filósofo moral y social estadounidense, reconocido por sus profundas reflexiones sobre los movimientos de masas y la psicología de la creencia nació en 1902 en el Bronx, Nueva York, en una familia de inmigrantes, y enfrentó una infancia difícil que incluyó ceguera durante parte de sus primeros años. A pesar de este obstáculo, se convirtió en un ávido lector y pensador autodidacta. Trabajando como estibador durante gran parte de su vida, las perspectivas únicas de Hoffer fueron moldeadas por sus experiencias y sus observaciones agudas de la sociedad. Su obra El verdadero creyente, publicada en 1951, examina las motivaciones detrás del compromiso de las personas con los movimientos ideológicos, ofreciendo un análisis profundo del fanatismo y del atractivo de las ideologías totalitarias.

Hoffer plantea que las inseguridades personales, la fragilidad subjetiva hace a los sujetos proclives a adherir a ideologías que los completen. Destaca la importancia del entusiasmo y la emoción por sobre la racionalidad para adherir a movimientos que inspiran y prometen cambios en la vida personal y colectiva. Una creencia en una doctrina o líder alcanzable y una percepción esperanzadora del futuro como una causa sagrada sirve como un sustituto de la fe perdida en uno mismo. Sobre esta base subjetiva y un descontento compartido colectivamente se edifican las lealtades a movimientos que muchas veces sustituyen una causa por otra o las superponen, incluso contradictoriamente.

Hoffer describe los diferentes momentos del proceso del movimiento de masas y todo lo referido anteriormente en este texto sobre el repudio, la identificación de los dignos y los indignos, las necesarias maniobras para sostener el entusiasmo están incluidos en el diáfano análisis del autor estadounidense. Su vigencia le hace merecedor de ser un texto de estudio en todas las escuelas secundarias y las universidades.

Hoy el mundo nos necesita educados en la amplitud, en la serenidad y no en la obnubilación.

En esa tarea indispensable la escuela cumple un rol prioritario, pero para ello debemos mirar atentamente qué le proponemos a nuestros niños y jóvenes. Estar advertidos de nuestras religiosidades...y estar dispuestos a ser educadores, ante todo, eso quiere decir ni adoctrinadores ni indiferentes.

Un signo magnífico de nuestra nación ha sido la laicidad en la educación.

La ley 1420 (año 1884, impulsada por Domingo Sarmiento durante la presidencia de Julio Argentino Roca) estableció los principios fundamentales de nuestra educación que aún continúan vigentes: la educación común como un derecho, para niños y niñas (sin discriminación de género), gratuita y laica. El estado asumió la responsabilidad de la educación con un currículum que toleró -con límites- la enseñanza religiosa en las instituciones que así lo asumieran como un espacio curricular extra y reconociendo a la religión católica como parte de la identidad de la nación en formación a partir de la independencia como colonia española.

Esa tolerancia fue criticada por sectores que condenaron todo lo eclesiástico como oscurantista, pero no lograron imponer un laicismo absoluto. Cuestión que persiste hasta la actualidad.

El siglo XX abordó la laicidad con fuerza, especialmente en las décadas del '30 y del ´40. Tanto los grupos políticos afines a la Iglesia Católica como sus detractores, disputaron el espacio de formación religiosa: "el mito de la nación católica" y "la escuela sin Dios" formaron parte de las consignas en discusión.

Domingo Perón impulsó en el año 1947 la sanción de la ley N° 12978. Los argumentos de los diputados peronistas que defendieron la ley en el Congreso se fundamentaron en los principios del catolicismo integrista que buscó derogar el artículo 8 de la ley 1420 que ponía límites a la enseñanza religiosa asumiendo que la misma no era una obligación del Estado. La alianza Iglesia/peronismo histórico tiene en parte su raíz en este respaldo a la catequesis en las escuelas (cuestión que cualquier progresista de izquierda asimilado al actual peronismo/kirchnerismo repudiaría).

El precepto de laica y libre también involucró en su momento histórico a la educación superior argentina (1958) -para que fueran reconocidas las instituciones privadas como legitimas universidades o centros de estudio- y consolidó en la historia de la educación argentina un camino de libertad y de tolerancia que debemos conservar o recuperar según sea el caso...

El camino de enseñanza religiosa en nuestro país ha tenido mucho que ver con las diferentes decisiones provinciales y las posiciones que cada jurisdicción ha tomado en sus vínculos con la Iglesia Católica principalmente.

El debate actual sobre creencias, expresiones de fe y obnubilaciones religiosas (del tópico que fuera) debe tener un espacio en las instituciones porque la proliferación de fanatismos y el recrudecimiento de xenofobias es alarmante.

La maraña de conceptos defendidos como dogmas intransigentes se han constituido en un espejo opaco donde mirarse sin salir condenados por algún juicio a nuestra manera de interpretarlos. Muchos docentes temen la censura por lo que pueden decir al respecto y otros, no tienen la menor mesura para divulgar sus creencias pertinaces.

Hay que discutir el papel de los docentes en esta formación de lectura del mundo en base a una perspectiva de fe. Incluso de fes en plural. La distinción de lo fanático no debiera ser tan difícil...

Enseñemos a nuestros estudiantes desde temprana edad la tolerancia y el respeto por la vida, todas las vidas, todas las manifestaciones culturales y sociales, todas las singularidades para que, poniendo el empeño en que esa pluralidad sea posible, habilitemos en las escuelas para la existencia personal y colectiva, las garantías de aceptación para todos sin excepción en un contexto de paz, de solidaridad, de compasión, de ternura, de esperanza activa.

Y si, la única garantía es esa. El amor al prójimo y a nosotros mismos.

Cada uno puede elegir el Dios en que quiera creer.





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