Venezuela: La dictadura caerá

Sergio Hugo Bruni analiza la situación de Venezuela en el contexto de las democracias y ante el Nobel de la Paz a Corina Machado.

Sergio Bruni
Analista político. Designio Consultora.

No hay dictaduras buenas o malas. Todas atropellan los derechos más esenciales del hombre. Todas atentan contra las libertades individuales. La de Venezuela es una dictadura pura y dura, aunque algunos sectores de la política vernácula e internacional, intentan maquillarla calificándola de "democracia de baja intensidad" o términos por el estilo.

Una de las principales condiciones que identifica a una democracia es la celebración de elecciones periódicamente. Es una condición necesaria pero no suficiente. Las elecciones, además, deben ser libres, competitivas y con diversos candidatos en igualdad de condiciones por alcanzar el poder. Las últimas elecciones presidenciales de Venezuela, del 28 de julio del 2024, demostraron, una vez más, que esto no sucede en aquel país.

Recordemos que antes de la votación, el régimen inhabilitó a la candidata opositora, María Corina Machado, una de las políticas más populares del país, e impidió la inscripción de su sustituta, Corina Yoris. También detuvo a los activistas opositores del régimen y restringió el voto del exterior: en un país que ha sufrido una enorme emigración en los últimos años, apenas pudo participar el 1% de los siete millones de venezolanos con derecho a voto en el extranjero.

El candidato opositor, Edmundo González Urrutia, fue el claro ganador de las elecciones del año pasado, aunque nunca fue reconocido por el régimen, este desconocimiento agravó la situación de Venezuela ante el mundo libre. La respuesta de Maduro frente la presión internacional para que reconociera el triunfo de González Urrutia, fue profundizar la represión contra cualquier manifestación de oposición a la dictadura.

Venezuela también carece de separación de poderes. Maduro controla los tres poderes del Estado -legislativo, ejecutivo y judicial- los organismos electorales, el Ejército y los medios de comunicación públicos. Esto le ha permitido ampliar sus poderes presidenciales y legitimar sus irregularidades electorales y la represión contra sus opositores. También ha contribuido a afianzar una red clientelar del Estado que anula la transparencia, la rendición de cuentas y la representatividad de los votantes.

La regresión democrática de Venezuela comenzó hace dos décadas con Hugo Chávez. Chávez llegó al poder en 1998 al presentarse como un líder contra la corrupción imperante. Ganó las elecciones prometiendo refundar la república para regenerar la política y en sus inicios, debe admitirse, no alteró los pilares democráticos del país. De hecho, con la reforma constitucional de 1999, impulsó la participación popular con mecanismos de democracia directa.

El punto de inflexión llegó tras el golpe de Estado fallido que sufrió Chávez en 2002. Desde entonces, el régimen chavista fue erosionando los contrapesos democráticos. Chávez aprovechó su triunfo en el referéndum revocatorio en 2004 y su abrumadora mayoría en las elecciones legislativas de 2005 para cooptar las instituciones. Empezó a legislar sin pasar por la Asamblea Nacional. En 2004, modificó la composición del Tribunal Supremo (TSJ) para tener mayoría, incorporando doce jueces chavistas. Tres años más tarde, logró el cierre de Radio Caracas, uno de los principales medios del país, crítico con el chavismo.

Sin embargo, uno de sus hitos más potentes fue hacerse con el control de PDVSA, la petrolera estatal, lo que le permitió administrar la principal fuente de ingresos del Estado. Allí comenzó el derrumbe institucional que lo terminará su patético sucesor Nicolas Maduro. La asociación civil, Transparencia Venezuela, estima que entre 2010 y 2020 se desviaron más de 23.000 millones de dólares a través de entramados ilícitos de PDVSA,

Maduro se sirvió de esta base para asentar la transición autoritaria tras la muerte de su predecesor en 2013. Por entonces, la oposición todavía tenía margen para competir electoralmente. De hecho, ganaron las elecciones de 2015. Esa mayoría calificada le otorgaba la capacidad de realizar cambios constitucionales y de impulsar un referéndum revocatorio contra Maduro. Fue ahí cuando Maduro dio el paso hacia un régimen dictatorial que transita sus últimas horas.

Para evitar perder el poder, el oficialismo volvió a modificar la composición del Tribunal Supremo a su favor. El nuevo tribunal anuló la elección de tres diputados antichavistas, lo que le quitaba a la oposición su mayoría calificada. Al negarse la Asamblea a acatar esta decisión, el TSJ despojó a la cámara de sus competencias. El golpe final se concretó con la convocatoria de elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente en 2017, en las que la oposición se negó a participar. Con el control absoluto de la Constituyente, el chavismo reemplazó a la Asamblea opositora y confirmó su giro dictatorial. Desde entonces, Venezuela se ha afianzado como una dictadura bajo el mando de Nicolás Maduro.

Además, por si faltase algo en este espectáculo tan triste como dramático, el "Cártel de los Soles" que preside el propio Maduro ya ha sido considerado como grupo criminal y terrorista que atenta gravemente contra toda la humanidad.

Como estamos observando por estos días, Estados Unidos eleva la presión contra Venezuela en un momento crítico para el régimen que ha perdido apoyo interno. En este contexto, EEUU, intensificará la presión sobre la dictadura para encontrar una solución razonable que ponga fin al terror, a las persecuciones, a las torturas y a todo lo que identifica a la dictadura chavista.

Todos desearíamos, que sucediera una transición pacífica hacia la plena democracia, hacia un pleno Estado de Derecho. El dictador Maduro tiene la posibilidad de hacerlo, solo él, dejando el poder usurpado, sin condiciones.

De lo contrario, será el responsable de una lucha sangrienta entre el pueblo venezolano y la dictadura que azota a Venezuela desde hace más de dos décadas.


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