Anticipo: Leé un capítulo de "Coaching político, el camino del líder coherente"

El próximo miércoles 16 de septiembre a las 20, en vivo por Facebook Live y desde el Espacio de Lectura Antü, Sergio Miranda presenta el primer libro en Argentina de coaching político. Memo te anticipa un capítulo del volumen.

¿Qué tiene un político en la cabeza?

Anticipo: Leé un capítulo de "Coaching político, el camino del líder coherente"

Es oportuno listar cuáles son los temas principales que tiene un político en la cabeza. Ellos ocupan el día a día y además determinan la agenda. Bien usados y discernidos condicionan y permiten su buen accionar en equilibrio.

Sin embargo, a fuerza de verdad, la realidad es que solo un tema domina la agenda mental de un político: su carrera política.

Vamos a conceptualizar la idea de carrera política más allá de las definiciones obvias y tradicionales que, simplemente, la resumen a una serie de peldaños, que, desde el deber ser del político, deberían transitarse de forma ascendente. En este caso la carrera se refiere, ni más ni menos, a una escalera sin fin que solo permite ascender.

Nos permitiremos profundizar esta idea y resumiremos el concepto entendiendo que la carrera que tienen en mente los políticos tiene dos elementos: la vigencia y el legado.

La vigencia

La vigencia tiene que ver, fundamentalmente, con una construcción adecuada de poder, tal que permita cumplir con los objetivos políticos establecidos para transitar el cursus honorum. Supone esto que el político empieza su carrera y, casi inmediatamente, se proyecta hacia el futuro, va definiendo, elección tras elección, cuál será el cargo que ocupará a continuación. Esto no es malo ni bueno en sí mismo. Solo depende de la energía que se ponga en esta tarea y la capacidad -o incapacidad- para ver y aprovechar nuevas oportunidades.

La construcción de poder a la que hacemos referencia implica la claridad en la definición de los objetivos, ya que la vigencia de la carrera, necesariamente, requiere de la consecución de estos a fin de procurar una mejora constante en la imagen y en el desempeño. Estos objetivos, en general, son de corto plazo y tienen más que ver con pequeñas batallas libradas cotidianamente.

La vertiginosidad y complejidad de la acción política determinan que, permanentemente, el político esté al borde de una crisis. Esta situación supone una ruptura en el normal devenir de los acontecimientos, por lo que exige un político de reacciones rápidas, que le permitan salir indemne.

Si a lo anterior sumamos las crisis personales que se generan en la vida privada o particular del político (como ocurre en la de todos), vemos que ambas crisis lo ponen frente a un conflicto. Y como todo conflicto debe ser superado lo más rápidamente posible, para recuperar a pleno la capacidad de acción que le permita mantener vigencia (o lo que es lo mismo: mantenerse vigente).

Las crisis y las coyunturas adversas generan desgaste en la autoconfianza y bajan el nivel de excelencia de lo que se hace. Se entra, de este modo, en un círculo vicioso, donde las crisis y adversidades minan la confianza y la excelencia, lo que genera más crisis y más adversidades.

A su vez, la vigencia también se sostiene en la capacidad de empatizar, convencer, mediar y negociar, que son acciones fundamentales a la hora de conseguir efectividad electoral, superar conflictos y lograr resultados. Estas acciones también hacen a la habilidad para ascender o mantenerse en la escena política.

La vigencia requiere de un fundamental equilibrio entre flexibilidad y rigidez. Equilibrio que permita manejarse satisfactoriamente en escenarios de permanentes cambios, donde la capacidad de previsión disminuye. A su vez este equilibrio posibilita la comprensión de las dinámicas que se generan en las relaciones interpersonales, dadas muchas veces entre los actores políticos y sociales. Así, comprendiendo formas y lógicas, la vigencia requiere de un manejo impecable de las habilidades comunicacionales.

El parámetro que mide la vigencia del político es la capacidad desarrollada para sostener la confianza hacia su persona. Esta confianza es una subjetividad del otro hacia el político, que se construye con base en la historia de cumplimiento de las promesas pronunciadas. Cada promesa lleva implícitos tres rasgos: sinceridad, competencia y responsabilidad. La sinceridad se define a partir de que lo que se piensa y lo que se dice son idénticos. La competencia es la presunción de que se cuenta con la capacidad necesaria para actuar en consecuencia con lo prometido y, además, de que se tienen los recursos para tal cumplimiento. El tercer elemento es la responsabilidad, que es el hacerse cargo y actuar en consecuencia, es decir, realizar las acciones necesarias para ejecutar lo prometido.


Dónde encuentro mejor mi resultado a la hora de sostener la vigencia: ¿concentrado en el próximo cargo al que aspiro o viviendo el aquí y el ahora de la responsabilidad que me toca y haciendo mi mayor esfuerzo?


El legado

Simplificando la conceptualización de vigencia y legado como elementos de la carrera política, podemos decir que la primera tiene que ver con mantener una emoción viva en las personas; por su parte, el legado se relaciona con la aceptación racional que hace el público de la obra, material o inmaterial, del político.

El legado es el reconocimiento desapasionado y sin emociones, de las concreciones o resultados logrados por el político. Es la posibilidad de materializar el reconocimiento y la trascendencia.

Muchas veces puede darse el caso de que para que pueda verse, racionalmente, el legado sea necesaria la pérdida de vigencia del político, por lo cual, el legado aparece cuando la carrera política ya culminó y la pasión se desvaneció.

Como nota final para este intento de escudriñar qué tiene un político en la cabeza, podríamos agregar que la carrera política es una experiencia viva que nace, crece, sobrevive y vuelve a nacer. No hablamos, entonces, del final de una carrera, ya que esta concluye solo cuando el político decide que es así. Si la carrera es interrumpida por factores externos a su voluntad, solo podemos considerarla suspendida en su vigencia, ya que en la cabeza del político estará el pensamiento y la acción recurrente de volver al campo de juego y la forma de lograrlo.


Esta nota habla de: