Manual para convencer de que sobra uno de los poderes del Estado, el que juzga
Se intenta suplantar a la Justicia por un sistema de "linchamiento popular", una contralawfare. De tal modo, en lugar de subsanar y corregir la presunta persecución política judicial, se intenta consolidar un sistema marginal de condenas, con tal de anular al otro. Mientras tanto, se instalan como los "amadores vs los odiadores".
El sistema republicano adoptado por la Argentina puede no ser perfecto, pero es el más equilibrado en comparación con otros que se nos proponen. No lo es la "dictadura del proletariado" que dice regir en Cuba o en Corea del Norte. Es expulsivo el "socialismo del siglo XXI", también conocido como "chavismo", que aumentó la cantidad de poderes del Estado y las denominaciones pomposas en presunto favor del "pueblo", pero que consolida una élite cerrada que exige alineamientos absolutos y quita derechos a los que osan desafiar su línea (cambiante, pero dura) de pensamiento.
En la Argentina la Constitución está en plena vigencia, por más que con argumentos diversos desde sectores políticos se pretenda imponer addendas de facto bajo la misma argumentación demagógica de beneficiar a "sectores postergados" o "proteger a la población" de supuestos males. Así, en pandemia, se violaron rotundamente sus mandatos en torno a la libre circulación por el territorio nacional, además del derecho al trabajo y otros. Todo, ante la distracción o el miedo de jueces que debían hacerla cumplir.
Volvamos a la escuela: en este orden, hay tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Se controlan. Su tensión es crucial para el sostenimiento de la democracia y el voto de la sociedad premia, castiga, equilibra, desequilibra: define.
Pero hay una tendencia en estos tiempos a disminuir el rol de algunos de los poderes. Así como la antipolítica ha sostenido históricamente que "está de más" el Poder Legislativo, basados en la mala calidad de sus integrantes, desde los sectores más ideologizados del actual gobierno se indica que el Poder Judicial los "persigue" y, por lo tanto, están a centímetros del lugar en donde podrían pararse y pedir "juicios populares", como aquellos que hicieron en Plaza de Mayo para condenar y escupir a periodistas críticos.
En ese camino se inscriben las declaraciones de Estela de Carlotto, de las Abuelas, a quien el respecto por su lucha histórica no impide que se le critique por su inquina actual contra los que no piensan como ella, al punto de reclamar cárcel, por ejemplo, y sin que la Justicia lo haya dictaminado nunca, contra el expresidente Mauricio Macri.
Carlotto salta a la Justicia y decide; reclama un "operativo clamor" para que muchos digan lo mismo que ella y con eso, cual genio de la lámpara ideológica, se cumpla su deseo: ver a Macri tras las rejas.
Por supuesto que ella y quienes se han sumado a una línea de pensamiento que cree que quienes no comulgan con su ideologismo están de más, no piensan igual cuando la Justicia condena a integrantes de su colectivo. En esos casos, acusan a este poder de "lawfare", de perseguirlos porque supuestamente llevan la bandera de la verdad y si roban -como algún día confesó un periodista afín al kirchnerismo, Hernán Brienza- es para financiar 'la causa' de los sectores que, aunque estén ejerciendo el poder, son "postergados", "perseguidos", "víctimas" de los "poderes fácticos" y "reales", de los que siempre niegan ser parte, socios, beneficiarios o alimentadores.
Hay un camino iniciado y señalizado hacia un Estado manejado unilateralmente y en donde la única verdad no sería la realidad, sino lo que se indique desde el liderazgo aceptado que hasta podría no ser el Presidente votado para que ejerza tal magistratura.
¿Sobra el Poder Judicial y deben juzgar, condenar o linchar los animadores del partido gobernante?
El asunto es mucho más delicado que 'una discusión más' dentro de lo aceptable por "la grieta": se trata del sistema en el que nos movemos cada uno o en el que no nos podremos mover más si el poder se centraliza en un solo grupo en desprecio de las libertades individuales.
Lo que se está planteando insistentemente es que unos merecen ser alcanzados por todo el peso de la ley, y que esa leyes deben tener atenuantes para cuando uno de los propios es el acusado.
El rescate de la tropa propia habla de una "guerra" política innecesaria, desactualizada, exagera ante la falta de ideas propias ni planes ni proyectos para el país. Un romanticismo de los años de plomo en donde a cualquier loco con un arma se le ocurría que todos debíamos alinearnos en el país que él soñaba, fuera militar o guerrillero.
En lugar de una agenda de futuro, se nos impone una agenda de pasado, cuando la militancia política hoy pasa por cómo poner en práctica las mejores ideas para sacar al lugar en donde vivimos adelante, sin víctimas de ningún tipo, de ningún lado, sino como gran aporte a la convivencia y la vida, sin pobreza, con oportunidades y acceso a una educación para la superación y no para viajar en el tiempo e intentar ganar absurdas batallas mal asumida, perdida o que dejó gusto a poca sangre en pasado.