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Empezá a leer desde aquí "Fraile Aldao", libro que presentarán este lunes

"La historia, entre el arte político y la literatura" es el título del prólogo que escribió Hernán Brienza, director de la colección de Editorial Marea que lanza el libro "Fraile Aldao", de Jaime Correas. Leelo aquí. Los datos de la presentación.

Este lunes 5 de diciembre desde las 19.30 en el Museo Carlos Alonso, Mansión Stoppel de avenida Emilio Civit, será presentado el libro "Fraile Aldao. Un general de la Santa Federación", de Jaime Correas.

Hablarán sobre el volumen editado por Marea en Buenos Aires Julián Imazio y Paulo Belloso.

Más sobre el libro puede conocerse haciendo clic aquí. Abajo, el prólogo del director de la colección de la empresa editora, Hernán Brienza:

La historia, entre el arte políticoy la literatura

Esta es la historia de un hombre. Y no es poco decir. Ni tampocoes una verdad de Perogrullo. Contar la vida de un individuoen su circunstancia y su contexto, con sus opciones, aciertos,equivocaciones y miserias, puede ser uno de los actos más insolentes que un escritor puede llevar adelante con la narración deuna figura histórica. Me refiero a esa humanización chusca queconsiste en descubrir los amores secretos y las pequeñas desviaciones supuestamente escandalosas, ese cartoneo innecesario en la intimidad de un biografiado con el simplón motivo demezclarnos a hombres y mujeres del pasado y del presente en unmismo lodo discepoleano. Por el contrario, este libro trata delproceso de comprensión de las acciones erradas o acertadas deun personaje falible, siempre falible, haciendo política.

personaje falible, siempre falible, haciendo política.Es por esa razón que esa humanización es resultado de unaconcepción profundamente política, porque no hay nada másantipolítico que la mitificación, la cosificación de un líder o unapersona que protagonizó un periodo histórico. Incluso, cuandose lo hace positivamente, ya sea a un individuo o a una generación, como puede haber sido la de 1810 o la de los años setenta,porque, de ese modo, se niegan sus valores reales -sus corajesy sus miedos- de hombres y mujeres comunes atravesados poruna encrucijada.

La biografía de José Félix Aldao, escrita por Jaime Correas,transita por el andarivel de la humanización. El autor lo hace dela mano de la ficción como herramienta para darle mayor plasticidad al desafío de retratar a ese hombre que fue sacerdote,amante, guerrero, revolucionario, general del Ejército de los Andes, caudillo federal, gobernador de Mendoza, y alborotadorpermanente. En la pluma de Correas uno puede reconocer trazosartísticos que recuerdan la máxima recomendada por el historiador Vicente Fidel López, en el siglo xix: "La historia es un arte".

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Está claro que no hay una sola forma de contar la historia.Desde el nacimiento de la patria hasta hoy convivieron distintasmaneras de relatar el pasado. Elitistas, populares, revisionistas,divulgadores, anecdotistas, novelistas, dramaturgos, académicos, todos ellos son hijos y nietos de las primeras corrientes historiográficas que representaron Bartolomé Mitre y Vicente FidelLópez, y entre los que se cuela el tucumano Juan Bautista Alberdi,con sus obras de teatro, como El gigante Amapolas.

La discusión sobre cómo contar la historia no es nueva. Eldebate capital de la historiografía argentina se produjo en 1881,cuando Vicente Fidel López, al publicar su Historia de la Revolución Argentina, criticó la obra de Bartolomé Mitre, lo que motivó una polémica notable, condensada en tres volúmenes, unopublicado por López, bajo el título Debate histórico, y dos por elgeneral Mitre, con el título Comprobaciones históricas y Nuevascomprobaciones históricas, en 1881 y 1882. En realidad, se trata dela polémica central sobre la historiografía vernácula, en la que seenfrentan las dos grandes escuelas estilísticas del siglo xix, representadas por López y Mitre. 

La escuela mitrista, por ejemplo, considera que la historiadebe ser elevada al nivel de una ciencia y basa su mirada en lainvestigación de los hechos para poder contrastarlos a través delexamen crítico de los documentos. De esa manera, intenta recuperar el método experimental de las ciencias naturales. Mitredefine con claridad esa noción en su libro Comprobaciones históricas: "La historia no puede escribirse sin documentos que leden la razón de ser, porque los documentos de cualquier manera que sean constituyen, más que su protoplasma, su sustanciamisma. El documento es a la historia lo que la horma al zapatoque fabrica el zapatero". La discusión de los llamados "padresde la historia" abrió la producción historiográfica en dos: de unlado, los defensores de la metodología como reparo de la subjetividad y, por el otro, aquellos que apostaban a la reconstrucción yacercamiento del pasado al gran público. Con brocha gorda, unopodría decir que el mitrismo parió la "historia profesional" y queLópez alumbró a los divulgadores. 

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López, en cambio, considera a la historia como un arte, donde lo sustantivo es la reconstrucción viva de los hechos. Allí, se hace hablar y actuar a los personajes e interpretar las ideas y las pasiones de la época, en una suerte de acto de resurrección o evocación histórica. López recoge las versiones de la tradición oral en una narración llena de interés y color, que atrapa al lector.Como contrapartida, desdeña el método, no muestra demasiado afán en clasificar los documentos y no le interesa la verificación de los hechos, sino la escenificación del drama.

No es objeto de este prólogo, sobre la vida del Fraile Aldao, ladisquisición historiográfica argentina, pero sí retomar el guantearrojado por López: "La historia es un arte". He allí el extractode la discusión. Por supuesto, podría leerse la frase de López deforma literal, donde el término "arte" está funcionalizado comopericia, habilidad, destreza. Pero hay una segunda acepción queestá ligada a la posibilidad de entrecruzar técnica o ciencia conestética, es decir, la reconstrucción de la historia como un hechoartístico y estético. Allí, el pasado debe ser recreado con belleza. 

Lejos estoy de sostener que entre arte y belleza hay una conexión directa exenta de contradicciones, recodos, grietas, intersticios, donde lo horrible se entromete para que una obra seamás revulsiva que cómplice con el mundo. Lejos estoy de creerque el arte existe para apaciguar a una humanidad que en muchosaspectos es fabricante de injusticias y desatinos. El arte que másme convoca es el que se envuelve en la rabia, el que no se entregaa la complicidad ni a la complacencia. Y si la historia es un arte,entonces, solo puede estar allí para movilizarnos, conmovernosy compadecernos de los protagonistas del pasado. 

El texto de Correas logra el objetivo de conmover, hacernos reflexionar y comprender la situación de los personajes enel tiempo en que ellos viven. Porque cuando el arte se relacionacon la historia no habla tanto del pasado como del momento en que es percibida una obra. Un cuadro de Caravaggio, una sonatade Beethoven o un filme de Fellini nos dicen tanto del momentoen que fueron creados como del momento en que son percibidosy recreados una y otra vez por cada receptor. 

Un libro, entonces, es un presente permanente. La historiaque allí se relata no puede cristalizarse, aunque se abandone elvolumen en un estante. Es un hecho que siempre está reproduciéndose en cuanto se abren sus páginas. Por eso es imposibleretener la historia. Una obra puede relatar un suceso ocurrido enel pasado, pero en cuanto es leída o releída ya sugiere al presente. Es por esa razón que es imposible crear un arte histórico; elarte siempre es político, que no es otra cosa que historia en vivoy en directo.

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La política es un mundo de representación, un espacio ficcional donde las figuras son personajes en acción. Y se sabe quela historia es la política del pasado y lo que escribe el presentecomo una causa. "Entre el pasado y el presente hay una filiacióntan estrecha que juzgar el pasado no es otra cosa que ocuparsedel presente. Si así no fuere, la historia no tendría interés ni objeto. Falsificad el sentido de la historia y pervertís por el hechotoda la política. La falsa historia es origen de la falsa política".La frase pertenece a ese imprescindible ensayo titulado Grandesy pequeños hombres del Plata, escrito con cierto aire zumbón porAlberdi. Aquel texto es útil para pensar los usos que se ha dadoa lo largo de estos dos siglos a la historia argentina: un extensocombate intelectual entre distintas generaciones y escuelas paraapropiarse de un pasado. Porque en el imaginario social y político quien se adueña de la memoria colectiva tiene la posibilidadde delinear un futuro compartido.Hernán Brienza

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