Emiliana Lilloy

Si no hay clases, ¿quién se ocupa?

El rol de las mujeres en la pandemia con cuarentena obligatoria. Emiliana Lilloy analiza la situación y formula preguntas: "¿Quién se encarga de cada cosa? ¿Cómo lo hacíamos antes? ¿Qué implica cada tarea? Tiempos, energía, contacto emocional, espacio personal, tolerancia etc. ¿Se puede trabajar en asuntos laborales y cuidar al mismo tiempo?".

Emiliana Lilloy

Hace décadas que el feminismo tiene entre uno de sus principales ejes de trabajo el tema de los cuidados. Esta palabra, es decir "los cuidados", es por un lado tan clara que no necesita explicación, y por el otro tan clara que necesita ser explicada. Es que cuando hablamos de trabajo de cuidados (hace muy poco le adicionamos "trabajo") nos referimos a una ocupación o quehaceres diarios que parecieran hacerse solos, naturalmente. Son trabajos invisibles, tan invisibles que históricamente han carecido de valor económico y que por algún "designio natural o divino" han estado a cargo de las mujeres: las invisibles en la construcción del mundo.

Este trabajo sólo se hace visible o notable cuando alguien no los hace (porque se va, porque decide no hacerlo, porque muere, por lo que fuere), y ahí es cuando asumimos que hay un vacío en nuestras vidas y lo comenzamos a hacer dándonos cuenta de que requieren tiempo, energía física y mental, o le pagamos a otra persona para que lo haga, asumiendo que tienen un valor económico que antes no tenía. Esto último fue lo que quisieron demostrar las Islandesas cuando en 1975 pararon al país en una huelga que concentró al 90% de las mujeres, y que habiendo tenido la primer presidenta mujer en los años 80, hoy es el país más igualitario del mundo. Lo mismo es lo que se reclama bajo el lema "sin nosotras se para el mundo" cada 8M con la huelga internacional de mujeres.

Y por qué se para el mundo ¿De qué se trata el trabajo de cuidados?

Son todas las tareas y acciones cotidianas que se hacen rutinariamente y que permiten la reproducción de la vida social. Se trata de nuestra alimentación, la higiene, la vestimenta, la limpieza, tareas que pueden hacerse personalmente o pueden llevarse a cabo por intermedio de otra persona. Es decir, se pueden coordinar las acciones de esa otra persona y las precondiciones para el cuidado como hacer la compra de los bienes necesarios para llevarlo a cabo: comida, artículos de limpieza etc. Por otro lado se consideran también tareas de cuidado las vinculadas con la educación afectiva, la contención y guía dentro del contexto del hogar.

Todas estas actividades han sido históricamente asignadas a las mujeres sin atribuirle valor económico, al tiempo que se le prohibió el acceso al mercado laboral. La ecuación perfecta: asignación "natural o divina de un rol" y prohibición de todo otro tipo de conducta. La historia la conocemos. La lucha feminista de nuestras antecesoras conquistó los derechos laborales para las mujeres y logramos entrar al mercado laboral. Pero esta entrada no se ha dado en las mismas condiciones: no sólo porque nos pagan menos por igual trabajo, sino también porque los trabajos de cuidado aún siguen a nuestro cargo. Esto es, que esa mudanza masiva de las mujeres hacia el "mercado laboral público" no ha sido acompañada de un traslado o mudanza masiva de los varones al "mercado laboral privado" o trabajo de cuidados. He aquí la llamada doble o triple jornada laboral de las mujeres, que al volver de nuestra jornada laboral, encontramos que el trabajo de cuidados en casa sigue a nuestro cargo.

Muchos varones dirán que esto no es así y que ellos asumen hoy la crianza educación y tareas del hogar de manera igualitaria y sus parejas mujeres confirmarán esta información. Es verdad que estamos cambiando (de lo contrario todo sería más frustrante aún) pero lo cierto es que en las encuestas sobre el uso del tiempo, las mujeres aún llevamos mucha ventaja asumiendo los trabajos de cuidados.

A poco que se observe el tema, advertimos que no es una cuestión menor revisar estas costumbres (imposiciones), por más que a veces se quiera hacerlo ver como nimiedades, cuestiones irrelevantes, o se objete su planteo como una cuestión de falta de amor. Todas estas conductas, es decir, ridiculizar el reclamo o tildarlo de falta de amor o compromiso, no son más que estrategias que impiden que logremos una distribución justa en la asignación de las tareas para lograr nuestra libertad e igualdad más allá de pertenecer a uno u otro género.

Sacar este tema del ámbito de lo romántico y el amor de madre o de pareja, y llevarlo al lugar de las políticas públicas o a un tema de Estado con implicancias económicas, requiere un cambio cultural que paulatinamente vamos haciendo y que es necesario hacer tanto varones como mujeres. Las mujeres, que fuimos y somos las más afectadas por la colonización cultural que nos enseñó que si no hacemos estas tareas y si no las hacemos bien, no seremos buenas (hijas, madres, esposas) y por lo tanto no seremos válidas, tenemos que desarmar esas estructuras. En los varones el cambio radicará en asumir responsablemente estas tareas de forma igualitaria en el hogar, comprender que tienen que ser una cuestión de Estado y por lo tanto parte del presupuesto de un país, y pagar por ellas de manera justa.

En tiempos de pandemia los cuidados y todas las tareas del hogar se nos hacen patentes y ya no podemos negarlas o escapar de ellas. Las clases suspendidas nos ponen a trabajar con nuestros/as hijos/as en casa y desafían a compartir las 24 horas a cargo de la alimentación, la vestimenta, los baños, la tarea de la escuela etc. ¿Quién se encarga de cada cosa? ¿Cómo lo hacíamos antes? ¿Qué implica cada tarea? Tiempos, energía, contacto emocional, espacio personal, tolerancia etc. ¿Se puede trabajar en asuntos laborales y cuidar al mismo tiempo?

Todas estas preguntas nos interpelan en estos días. Cada persona obtendrá sus respuestas propias y personales. Respuestas que nos invitan a reflexionar sobre lo que hemos hecho hasta aquí con la ocupación del tiempo, nuestras valoraciones de las cosas y lo que haremos cuando logremos vencer la batalla a esta pandemia y ojalá hayamos aprendido algo nuevo.

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