La invasión de Ecuador a México, ciclotimia social y potencial efecto dominó
No es sencillo de comprender y transmitir al ciudadano urgido por las broncas, qué pasó en el ingreso de Ecuador a la embajada de México para secuestrar a un político condenado, pero que había pedido asilo. ¿Y si Venezuela hiciera lo propio en la embajada argentina en Caracas?
Hay refugiados en la embajada argentina en Venezuela seis opositores a Nicolás Maduro. Se conoce el nivel de la crueldad de su dictadura disfrazada de democracia. El informe sobre asesinatos, torturas, detenciones arbitrarias y desaparición de personas no lo hizo Mauricio Macri ni Javier Milei, claros contrincantes ideológicos: fue la socialista chilena Michel Bachelet la autora del informe para la ONU.
Imaginemos lo que sucedería si sus fuerzas uniformadas o secretas, o bien su inteligencia alimentada por cubanos castristas, irrumpieran en la embajada para detener a quienes allí se encuentran.
Maduro ya ha sido cuestionado por impedir el ingreso de gendarmes argentinos para reforzar la custodia de la embajada, y además, acusado de cortarles el suministro eléctrico, como medida de amedrentamiento contra la Argentina por acogerlos.
Sirva el dato para dimensionar la burrada que acaba de hacer el gobierno derechista de Ecuador, en el otro extremo de Maduro, al invadir territorio mexicano -su sede diplomática- para detener en su interior al ex vicepresidente Jorge Glas, que había requerido refugio.
No es menor: es un ataque a un estado extranjero y un antecedente que, de aceptarse como algo "natural", podría desencadenar un efecto dominó de rupturas de los pocos códigos y reglas de juego que quedan vigentes en un mundo asediado por los vaivenes democráticos.
En su defensa, el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, calificó el asilo otorgado a Glas como "ilícito" y defendió el operativo. Alegó al respecto una cuestión no contenida por el Derecho Internacional: habló de un "abuso de las inmunidades y privilegios" concedidos a la misión diplomática. Su canciller, Gabriela Sommerfeld, acusó a México de "violar el principio fundamental de no intervención en los asuntos internos de otros estados. Pero resulta que todo eso no existe como Derecho. Es un comentario político y nada más que eso.
Lo explicó con claridad Diana Mondino, la canciller argentina -de un gobierno de pensamiento similar al de Noboa en Ecuador- cuando explicó: "Como Estado Parte de la Convención sobre Asilo Diplomático de 1954 que ha otorgado recientemente esta condición a dirigentes políticos venezolanos y se encuentra a la espera de la emisión de los correspondientes salvoconductos, la República Argentina se une a los países de la región en la condena a lo sucedido anoche en la Embajada de México en Ecuador".
Ecuador inauguró una peligrosa brecha, si se piensa no solo en Venezuela, sino en los investigados por corrupción en Argentina, que hasta podrían requerir asilo tras ser condenados en embajadas de países con gobiernos "amigos". El gobierno de Noboa consideró que "toda embajada tiene una sola finalidad: servir como un espacio diplomático con el objetivo de estrechar las relaciones entre los países". Además, agregó que "ningún delincuente puede ser considerado un perseguido político. Jorge Glas ha sido condenado con sentencia ejecutoriada y contaba con disposición de captura emitida por las autoridades competentes".
Pero recordemos que en casos como el venezolano la situación es inversa: podría decirse que todo opositor político es considerado un delincuente y por ello, es perseguido.
No en vano se despabiló Cristina Kirchner desde su comodidad privilegiada de El Calafate: ''Los hechos de público conocimiento sucedidos en la Embajada mexicana en Ecuador, constituyen una agresión sin precedentes en territorio americano que vulnera tanto el derecho internacional como la tradición histórica de la República de México en materia de asilo político'', señaló, en coincidencia con el gobierno de Javier Milei.
El nivel de efervescencia de la política en el mundo, con sus casos emblemáticos en toda América, merecen entonces un llamado de atención por su nivel de intolerancia y desparpajo ante las normas que -hay que decirlo, aunque duela y abra más debates- recoge el aplauso de las masas, posiblemente hartas de la burocracia política y ansiosa de hechos contundentes, por más ajenos a la ley que sean.
Un gran tema de análisis y reflexión, que contiene a muchos otros en la difusa realidad democrática de un mundo ciclotímico, como pocas veces antes.