Columna Líquida

Capítulo IV: Doña Bonarda y Doña Malarda

Aquí continúa la historia contada por Marcela Muñoz Pan, con sorbos de realidad. En la Semana del Bonarda, un nuevo capítulo de Doña Bonarda y Doña Malarda.

Marcela Muñoz Pan

Los festejos de cumpleaños de Bonarda fueron todo un éxito, más de cien jóvenes participaron de las ferias de artesanos, de los maridajes con chocolate, de los juegos de preguntas y respuestas. Las autoridades presentes invitaron a otras autoridades y comenzó una especie de gesta cultural y hasta turística, ya que los pasajeros que venían en tren al enterarse de estas actividades diarias, en el transcurso del día, tarde y tardecita noche, decidían bajarse y conocer el Este y su Bonarda, como un cumpleaños abierto al mundo. La posada de Doña Irene y Don Pancho tuvo que salir a buscar muebles, más colchones, camastros, toallones, sillas, mesas, vajilla, manteles, porque cada día tenía más visitas en su hospedaje Molino La Tebaida, una casona pintada de azul con las Santa Rita abrazando las paredes por doquier, coronando las puertas de acceso con sus florcitas fucsias tan seductoras, alegres, ellas invitaban a quedarse y disfrutar una verdadera posada de pasada por Gral. San Martín.

Al tercer día de los festejos, Doña Irene había cocinado como nunca en su vida, pero ella era feliz porque siempre tuvo el sueño de dedicarse a cocinar con su sello personal y con las enseñanzas de su abuela María con esos secretitos únicos de la cocina familiar, sus manos de amables harinas y sonrisa de dulce de durazno fueron su inexorable destino. Don Pancho le sugirió que crearan un restaurante, así es que entre colores del Bonarda que aparecía en la entrada a la posada, los aromas de los membrillos en conserva con crema batida, las tortas fritas con jamón, el asado chirriando con olor a jarilla y romero, los choricitos caseros como el flan de dulce de leche, fueron los testigos de un sueño que comenzaba a cocinarse de verdad.

Doña Irene y Don Pancho inauguraron el restaurante y en reconocimiento a la transmisión de la cultura culinaria por su abuela le pusieron "María Paz". El nombre fue una continuidad de sensaciones que provoca ese lugar, recordemos que cerca, a unos quinientos metros, se encuentra el Museo Las Bóvedas, ese lugar de remanso que eligió el Gral. San Martín para pensar sus tácticas y estrategias para su campaña libertadora. Paz, remanso es lo que descubrían los inmigrantes que iban llegando en tren. Un cumpleaños que en definitiva iba creando un mundo alrededor de infinitos encuentros. Doña María Elena y Don Osman nunca imaginaron toda la historia cultural, gastronómica, turística que habían plantado. El tiempo les daría las bonanzas en las cosechas.

El primer día de cumpleaños y no quiero dejar de contarles fue una gran celebración en el edificio más emblemático que había en la ciudad, el Centro de Congresos y exposiciones al lado del Templo del Vino, allí fueron llegando las autoridades municipales como el Intendente Dr. Don Raúl Rufeil, el diputado Dr. Don Daniel Llaver, el asesor legar Dr. Walter Sar Sar, la coordinadora de todas estas celebraciones Doña Ana Martínez y concejales ilustres como la docente Doña Beatriz Mohr, también vinieron autoridades de la municipalidad de la Capital como Don Felipe Reinaldo y de departamentos vecinos como Junín.

Los festejos por la noche se sucedieron en la bodega de los padrinos de bautismo de Bonarda, El Aleph de Don Sharbel Moros y Doña Elba, ellos oriundos de San Martín pero tenían la bodega en Barriales Junín, eran el matrimonio más cercano y de confianza de Doña Elena y Don Osman, es por ello que los eligieron como sus compadres. Los invitados iban llegando al evento e iban recibiendo una enorme copa para degustar los mejores Bonardas, la música se hacía presente con artistas locales, los fogoneros, la noche mágica donde los amigos se iban reencontrando, riendo, compartiendo realmente un momento único, es que los anfitriones de lujo los hacían sentir como en su propia casa realmente. Un Aleph que descubre mundos dentro del mundo en un instante donde lo puede ver todo, todo confluye, tal cual fue pensado el festejo de los padrinos de Bonarda, un infinito de posibilidades, situaciones, colores, sabores. Una tardecita infinitamente perfecta.

Qué visionaria Elena, siempre se imaginó mientras vivía en Buenos Aires que al volver a su terruño trataría de unir a toda una zona siempre relegada por los gobiernos de turno en muchos aspectos, fundamentalmente con el tema del agua y con respecto al vino, a sabiendas, que la zona Este es la mayor producción en Sudamérica y con la llegada del tren que trajo a muchos trabajadores, inmigrantes, que llegó a unir pueblos que jamás estuvieron conectados, que generó un proceso de industrialización contundente, con todo esto y su empuje de mujer empoderada, fue creando paso a paso una gesta unificadora cultural, turística que poco a poco fue generando puestos de trabajo, fiestas populares, ventas fuera de la provincia de los productos regionales, puesta en valor de las obras pictóricas, difusión de las letras, en fin, un nuevo aleph al mundo. Elena sabía que todos debían saber, sabía que con su amor a sus hijas, aunque no pararía de buscar a la otra niña gemela, con estas actividades tenía más posibilidades de encontrar a la niña perdida, robada o vaya a saber qué pasó.

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