Opinión

Educación Sexual Integral: los debates pendientes sobre lo privado, lo público y lo íntimo

La educación sexual integral es necesaria, podemos transitar caminos de acuerdo en las posiciones, enriquecernos y aprender de las pendulaciones ideológicas.

Isabel Bohorquez

La Ley de Educación Integral N° 26150 se sancionó en el año 2006 (hace casi veinte años) y afirma respecto a sus objetivos lo siguiente:

"ARTICULO 3º - Los objetivos del Programa Nacional de Educación Sexual Integral son:

a) Incorporar la educación sexual integral dentro de las propuestas educativas orientadas a la formación armónica, equilibrada y permanente de las personas;

b) Asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, precisos, confiables y actualizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación sexual integral;

c) Promover actitudes responsables ante la sexualidad;

d) Prevenir los problemas relacionados con la salud en general y la salud sexual y reproductiva en particular;

e) Procurar igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres".

En aquél entonces me desempeñaba como directora de Políticas Educativas del Ministerio de Educación de Córdoba y, en el marco de las tareas que nos tocó afrontar, abrazamos este proyecto como un desafío necesario que abría las puertas a una formación escolarizada, ampliando la mirada sobre la persona y su sexualidad no sólo desde su naturaleza biológica -inherente- sino también desde los aspectos culturales y socio-afectivos que son parte indispensable en una perspectiva integral.

Las escuelas, en aquel momento, tenían en muchos casos proyectos formativos incorporados a sus contenidos curriculares o en formato de talleres, etc. Esta ley fue la oportunidad de recuperar y revalorizar esas experiencias institucionales y trabajar desde las instituciones, las comunidades en sus contextos y según sus problemáticas e idiosincrasias.

Quienes trabajamos en el ámbito educativo somos conscientes de la necesidad de abordar las diferentes problemáticas que son parte de la vida de nuestros estudiantes, así como una mirada comprensiva y una escucha atenta de parte de un docente pueden ser quizá la primordial ayuda que un niño o un joven reciba ante un proceso que esté viviendo en soledad.

No es poca cosa la escuela cuando las cosas se hacen bien y con genuino afecto.

Pero, ¿cómo establecer los parámetros fiables para que en el conjunto de las instituciones educativas de un país haya un acuerdo posible para que esta tarea formativa puntual, de promoción y de acompañamiento, se realice?

Creo que con el correr de las casi dos décadas que lleva la ley en vigencia se han producido profundos deslizamientos hacia una mirada ideológica muy sesgada por un pronunciamiento que pone al varón bajo sospecha; que asume la igualdad de género con preponderancia hacia los derechos de la mujer dando por sentado que las desigualdades radican exclusivamente con respecto a las mismas, que desdibuja así muchas de las problemáticas que también atraviesan los varones, particularmente durante la niñez y adolescencia; que pone el foco en la importancia de la elección subjetiva de género como un aspecto sustancial de la formación; que establece el supremo derecho de la persona sobre su cuerpo y por ende habilita diferentes prácticas que se entienden como parte de esa supremacía, entre ellas, el aborto; que se constituye como el cuerpo de contenidos ligados a la noción de derecho humano y por ende, suprime cualquier debate tachándolo de censura.

Esta desviación se instaló como verdad absoluta y aseguró su desembarco en las escuelas a través de una inversión sostenida en materiales didácticos de toda índole (bibliografía, textos, fílmico, musical, etc.) así como a través de una vigilancia estricta de que los docentes aplicaran esa doctrina.

Sí, doctrina. Tan temible como cualquier otra doctrina que intenta condicionar la vida de las personas.

El punto central, hasta donde puedo entenderlo, es que el Estado asumió -a través de una legislación primero y de un desarrollo de diferentes acciones de política educativa después- una visión ortodoxa, autoritaria y hegemónica en respuesta a lo que se consideró justamente su antípoda.

Lo que suponía ser un proceso educativo, reflexivo y plural para abordar la problemática de la sexualidad integral en las escuelas como superación de mandatos y planteos herméticos o reticentes a aceptar nuevas perspectivas de comprensión de la condición humana y su devenir, terminó siendo la expresión de una posición aún más intransigente.

El agravante de ello es que además invadió aspectos de la vida de la persona que no son de incumbencia del Estado. No deben y no pueden serlo, ya que si el Estado interviene en los fueros íntimos de las personas estamos ante un Estado totalitario y arrasador, aunque simule simpatía por la libertad y los derechos humanos.

En el tema de la sexualidad como en cualquier otro que se refiere a la condición existencial de cada individuo, hay un aspecto que es público (el que es de convivencia social y que implica normas y pautas conductuales que permiten esa convivencia o la obturan), un aspecto que es privado y que tiene que ver con las pautas de relación y de creencia del entorno cercano y familiar, aquello que se desarrolla en el seno de las personas directas a cargo de los niños y jóvenes que también admiten pautas y regulaciones en la medida que intervengan en pro del cuidado de esos mismos niños y adolescentes. Y un aspecto que es íntimo que corresponde al fueron interno de cada persona. Ese aspecto íntimo y particular es ajeno al Estado o a cualquier intervención doctrinaria. O debería serlo.

Podemos discutir con amplitud si la ideología de género (que no necesariamente es la prioridad de muchos estudiantes) admite tal o cual matriz interpretativa y el Estado a través de sus instituciones, en este caso la escolar, puede considerar como enseñanza lo que es indispensable para la convivencia social, la tolerancia, el respeto, la aceptación de toda diversidad; también puede considerar la enseñanza de las pautas aceptables dentro del trato privado cuando los niños y adolescentes están bajo el cuidado de sus adultos responsables...pero intervenir en el fuero íntimo de cada niño o adolescente para procurar modelar sus experiencias u orientaciones es un avasallamiento inaceptable. Aunque se disfrace de democrático y de progresista.

No solo porque intenta desplazar con ello lo que la familia debe hacer como labor de crianza responsable, si no porque también manipula y se entromete con un proceso que es auténticamente sagrado: la construcción en base al libre albedrío de lo que cada persona va pudiendo transitar como proyecto de vida.

Con la vida de cada uno no hay que meterse jamás, aunque canten y bailen y cuenten cuentos coloridos....

¿Cómo encontramos la salida?

La educación sexual integral es necesaria, podemos transitar caminos de acuerdo en las posiciones, enriquecernos y aprender de las pendulaciones ideológicas.

Lo más importante, como centro y foco de la discusión: es que la persona en su fuero íntimo, desde los más pequeños de nivel inicial hasta los jóvenes de los últimos cursos del nivel secundario, encuentren en la propuesta educativa que podamos elaborar, el cobijo de una sociedad que los cuida y los comprende, les enseña a respetar y a tolerar y por sobre todo, a crecer plenos en un mundo que les hace lugar.

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