Duelo y dolor: la vida es una moneda...
Isabel Bohorquez aplica su capacidad de análisis y su pluma prodigiosa para que hablemos de las aberraciones humanas. Un artículo para leer y compartir.
"Un reflejo de cielo iluminaba un poco su rostro.
Rieux dijo con una sonrisa amistosa:
-Vamos Tarrou, ¿qué es lo que lo impulsa a usted a ocuparse de esto?
-No sé. Mi moral probablemente.
- ¿Cuál?
-La comprensión".
(Camus, La peste)[1]
Esta semana comencé con una marcha en mi ciudad, Rio Cuarto, provincia de Córdoba, reclamando por la inseguridad y lo poco que vale la vida de las personas en la flagrancia de delitos que se cometen a diario.
Me prometo a mí misma que volveré sobre ese tema porque en Argentina, particularmente en algunas provincias y regiones se ha vuelto una constante el acecho de la delincuencia con los riesgos que eso supone para la integridad de las personas.
Pero lo que me arrebató el corazón, y por ello escribo hoy, fue la entrega de los cadáveres de los pequeños Kfir y Ariel Bibas y finalmente de los restos de su mamá, por parte de la organización islámica Hamás.
¿Qué narrativa puede explicar un hecho así?
¿Cuál puede ser la razón justificable de una aberración tan inconmensurable como es el hecho de secuestrar a dos pequeños niños con su madre junto a tantas otras personas inocentes y aniquilarlos a sangre fría?
¿Cuáles pueden ser las motivaciones para tanta crueldad?
Lo que me parece incomprensible además de los hechos per se, es que haya gente que se lamente fugazmente porque atribuyen con ligereza estos horrorosos crímenes al tema del conflicto entre Israel y Palestina, cuestión que quizá consideren un problema irresoluble, lejano y ajeno.
Incluso, en nuestro país y en nombre de un progresismo laberíntico y contradictorio, hay sectores de la izquierda que suman la bandera de Palestina a sus marchas por vaya a saber quién y qué causa, porque asumir que en la Franja de Gaza gobiernan héroes revolucionarios...creo que supone una miopía inexplicable.
En el fondo de la cuestión, las verdaderas víctimas son las personas indefensas, sin importar su raza, etnia, religión o procedencia. Y los actos heroicos debieran referirse exclusivamente a salvar esas vidas, nunca a aniquilarlas.
Cuando escucho argumentos que refieren a los derechos de origen y las dudas respecto a la potestad sobre la Franja de Gaza, asumo que hay un profundo desconocimiento histórico.
En otro artículo[2] describí resumidamente la perspectiva historiográfica que pone en evidencia la vinculación de los pueblos israelíes con el territorio:
Los pueblos originarios que hoy llamamos israelíes o judíos, habitaron la región que actualmente es identificada como Palestina alrededor de 2000 AC, o sea, desde hace por lo menos 4000 años. El nombre de Palestina lo recibió durante la ocupación de los romanos (que, si bien comenzó en el año 63 AC, se identifica el año 135 DC como fecha en que se reemplazó el nombre de Judea por el de Palestina) y durante el mandato británico (1922 hasta la partición de la región en 1948); ya que bajo otras ocupaciones -o sin ellas- siempre fue el Reino de Israel (o Israel, Judea, Tierra Santa) y durante la ocupación otomana fue llamada la provincia de Judea (1517 a 1918).
Los israelíes atravesaron un larguísimo proceso de constitución como Nación (no en el sentido político con el que podemos entender ese concepto hoy en día) y desde sus comienzos se enfrentaron a persecuciones y destierros.
El cristianismo acontecería obviamente mucho después y los musulmanes ocuparían esa misma región recién alrededor de 600 DC. (debido a la rendición del imperio bizantino ante el Califa Omar, segundo de los sucesores del Profeta). De hecho, Mahoma no murió allí, aunque uno de los templos que se levantaron en la ciudad sagrada representa su ascensión al Cielo.
Extraordinario punto del planeta es éste, donde confluyen la historia antigua, el surgimiento de religiones (el judaísmo y el cristianismo lo tienen por cuna) y una intrincada trama de intereses políticos y económicos para el dominio y control de la región, que dio origen a la conformación de un territorio paradójicamente sagrado y atacado una y otra vez a lo largo de los siglos.
¿Qué destino inexorable y arduo el del pueblo judío, los lleva a tener que disputar frente al mundo entero un territorio que es su tierra de origen desde hace por lo menos 4000 años?
Vuelvo sobre mis propias palabras[3]en otro artículo también referido al tema y me pregunto:
La Tierra de Israel está estratégicamente localizada en el centro del mundo, es el puente que conecta los continentes de Europa, África y Asia. ¿A quiénes les conviene esta guerra cruel e interminable? ¿Es un conflicto por recursos energéticos? ¿Tiene que ver con factores geopolíticos?
¿Quiénes financian el armamento y la logística de Hamás? ¿Cómo pudieron sortear las alertas y la vigilancia israelí para atacar impunemente los kibutz? ¿Son intereses de sectores internos a ambas naciones o de países del entorno de esta tierra lastimada y masacrada?
¿A quiénes beneficia esta masacre y este exterminio?
Inquietudes que me siguen rondando en el intento de comprender...
Sin embargo, aun explorando respuestas posibles sobre socios y aliados que expliquen el interés por la destrucción y ocupación territorial, lo que no encuentra justificativo en mi entender es el nivel de aberraciones a las que se está dispuesto a llegar en esta contienda.
Aquí acude a mi memoria Hannah Arendt y su concepto sobre la banalidad del mal.
Arendt describió por primera vez en el año 1961, durante el juicio al nazi Adolf Eichmann, lo que ella consideró la nueva forma de criminalidad del siglo XX y que refleja lo que los totalitarismos pueden alcanzar en su cometido por dominar y concretar sus planes. La propia autora decía que todos los regímenes totalitaristas en algún momento caen, pero lo que puede permanecer y sostener vigencia es la maldad que continua hasta nuestros días.
"Ella observó cómo los regímenes totalitarios se metían en la cabeza, entre las personas, en el hogar, en todas partes. La soledad era un síntoma de los regímenes totalitarios, dijo, y con ella venía la incapacidad de pensar por uno mismo. La soledad se apoderaba de la gente, el miedo se apoderaba de la gente. Así que la falta de reflexión, dijo, era parte de un régimen totalitario".[4]
Esa maldad, es irreflexiva, las dificultades para pensar se manifiestan también en su forma de expresión, no muestra ninguna empatía con los demás y considera a las personas algo superfluo, de allí su banalidad.
Esa maldad, considera que las personas al ser superfluas, sus vidas no tienen importancia o valor, o no lo tienen según lo establece el régimen totalitario.
Esa maldad vacía la condición humana hasta sustituirla por el pensamiento totalitario.
¿Esto es?
¿Se trata de hombres y mujeres malvados que han banalizado la vida, la desprecian y la ignoran?
Kfir y Ariel, así como tantos rostros inocentes ¿son víctimas de una profunda y enraizada maldad?
¿Cómo afrontarla?
[1] Albert Camus, La peste, Penguin Randon House, Bs As, 2016, p 111-112
[2] https://www.memo.com.ar/opinion/israel-corazon-de-leon/
[3] https://www.memo.com.ar/opinion/israel-hamas-palestina/
[4] https://www.thebritishacademy.ac.uk/blog/hannah-arendts-lessons-for-our-times-the-banality-of-evil-totalitarianism-and-statelessness/