Israel y Palestina: ¿destino final?

"¿A quienes les conviene esta guerra cruel e interminable? ¿Es un conflicto por recursos energéticos? ¿Tiene que ver con factores geopolíticos?". Preguntas y respuestas en un artículo de fondo de Isabel Bohorquez.

Isabel Bohorquez

El llanto del Shofar

Escucho las noticias y miro las imágenes inconcebibles de los crímenes cometidos por Hamás hacia el pueblo israelí y no puedo reconocer en ellas la más mínima condición humana en tales agresores de niños, hombres y mujeres inocentes que corren desesperados en medio de una ola de violencia injustificable.

Los soldados de Hamás, cual demonios liberados del inframundo, arrasan sin piedad con familias enteras. No hay excusa que alcance para tantas atrocidades ni venganza que argumente crueldades sin límites.

Algunos medios periodísticos hacen pie en una mirada desconcertada ante el conflicto, basada en el hecho de que se trata de diferencias milenarias de orden religioso y fanático. Todo culmina allí junto con las condolencias por las víctimas inocentes y sus familias tanto de un lado como del otro.

Es verdad, yo también me conduelo de las víctimas no importa si son israelíes, palestinos o de la nación o procedencia que sean. No hay víctimas privilegiadas o preferidas, todas son importantes.

Lo que llama mi atención es que aún subsistan intentos de explicar estos crímenes desde una perspectiva revolucionaria y liberadora del pueblo palestino.

Pobre pueblo... pobres palestinos, pobre gente que siempre está a merced de quienes dicen liberarla y les someten a una vida tremendamente esclavizada bajo las condiciones de los que mandan. Qué terrible paradoja esa, la de la emancipación con violencia.

De un lado y del otro familias enteras sufren, comunidades se ven hostigadas y en constante incertidumbre. ¿Israelíes o palestinos? ¿Acaso el dolor de unos u otros vale más? ¿Qué define la legitimidad de uno y de otros?

Hace más de dos años, en esta misma columna, expresé en pocos párrafos un breve recorrido historiográfico que más allá de los textos bíblicos -y recogiendo indicios arqueológicos así como vestigios de su proceso-, muestran el largo camino del pueblo judío que se aproxima a los 4000 años en lo que ellos llaman la Tierra de Israel, la Eretz Yisrael. Tierra escogida y dada por Dios: "Esta es Jerusalén, la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella." (Ezequiel 5:5). Ser la nación escogida, significa estar unido a la tierra escogida. Y esa unión ha tenido a lo largo de estos cerca de 4000 años demasiadas guerras y demasiada sangre derramada.

Repaso aquí algunos párrafos del texto ya publicado[1]:

"Lo que yo entiendo de esta historia es lo siguiente:

Los pueblos originarios que hoy llamamos israelíes o judíos, habitaron alrededor de 2000 AC la región que actualmente es identificada como Palestina. Denominación que recibió durante la ocupación de los romanos (que comenzó en el año 63 AC aunque se identifica el año 135 DC como fecha en que se reemplazó el nombre de Judea por el de Palestina) y durante el mandato británico (1922 hasta la partición de la región en 1948); ya que bajo otras ocupaciones -o sin ellas- siempre fue el Reino de Israel (o Israel, Judea, Tierra Santa) y durante la ocupación otomana fue llamada la provincia de Judea (1517 a 1918).

Los israelíes atravesaron un larguísimo proceso de constitución como Nación (no en el sentido político con el que podemos entender ese concepto hoy en día) y desde sus comienzos se enfrentaron a persecuciones y destierros.

El cristianismo acontecería obviamente mucho después y los musulmanes ocuparían esa misma región recién alrededor de 600 DC. (debido a la rendición del imperio bizantino ante el Califa Omar, segundo de los sucesores del Profeta). De hecho, Mahoma no murió allí aunque uno de los templos sagrados que se levantaron en la ciudad sagrada representa su ascensión al Cielo.

Extraordinario punto del planeta es éste, donde confluyen la historia antigua, el surgimiento de religiones (el judaísmo y el cristianismo lo tienen por cuna) y una intrincada trama de intereses políticos y económicos para el dominio y control de la región, que dio origen a la conformación de un territorio paradójicamente sagrado y atacado una y otra vez a lo largo de los siglos.

¿Qué destino inexorable y arduo el del pueblo judío, los lleva a tener que disputar frente al mundo entero un territorio que es su tierra de origen desde hace por lo menos 4000 años?"

La Tierra de Israel está estratégicamente localizada en el centro del mundo, es el puente que conecta los continentes de Europa, África y Asia. ¿A quienes les conviene esta guerra cruel e interminable? ¿Es un conflicto por recursos energéticos? ¿Tiene que ver con factores geopolíticos?

¿Quiénes financian el armamento y la logística de Hamás? ¿Cómo pudieron sortear las alertas y la vigilancia israelí para atacar impunemente los kibutz? ¿Son intereses de sectores internos a ambas naciones o de países del entorno de esta tierra lastimada y masacrada?

¿A quiénes beneficia esta masacre y este exterminio?

Los asesinos de Hamás tienen cómplices, socios y financistas. Desconfío de los argumentos religiosos cuando hay tanto aparato bélico en juego.

Más allá de cualquier legitimidad esgrimida: si la pertenencia de origen (que en el fondo es sólo una cuestión de línea histórica sobre quien llegó antes o después) o si la fe profesada y la visión del mundo (judía o árabe-musulmana) o si la contundencia de los asentamientos y el arraigo que con el tiempo, lejos de admitir una convivencia pacífica, ha conservado el recelo y la diferencia; nos encontramos en un punto sin retorno sino optamos mundialmente por reclamar la paz y el respeto por la vida humana.

Traigo aquí la expresión del llanto del Shofar porque allí es donde la congoja y el desconsuelo encuentran en las lágrimas su camino.

Su sonido está conectado con el llanto de la madre cuando vio que su hijo no regresó de la guerra.

El shofar en sí es una secuencia de llantos, en ese llanto sin palabras hay mucho poder.

El shofar nos viene a decir que dentro de todos nosotros hay un lugar oscuro, de conmoción, de lágrimas. Pero el shofar también nos recuerda la palabra shipur, que significa mejorar. Ese es el propósito de las lágrimas, del llanto sin palabras. No es para rendirse si no para desesperarse. Para estar conmocionados, no en autocomplacencia sino en elevación, en convertir nuestras vidas en una ofrenda; no muriendo sino viviendo y amando a Dios.

El mundo entero debe llorar con estos pueblos hermanos el llanto del Shofar y así alcanzar la redención como humanidad.



[1] https://www.memo.com.ar/opinion/israel-corazon-de-leon/

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