Debates

¿La educación en la escuela requiere reglas? ¿Sí o no?

El análisis y el debate planteado por el Prof. José Jorge Chade.

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza Dr. en Ciencias de la Educación.

Analizando las críticas favorables y aquellas no favorables que nos llegan en relación a las nuevas reglas del Ministerio de Educación de la República del Salvador, en general relativas a reglas de convivencia dentro de la escuela como las normas de conducta y disciplina en escuelas públicas, como el uso del uniforme, el corte de cabello y la realización de saludos respetuosos, tengo que decir que hay muchas cosas que son necesarias ponerlas en discusión relativas a este tema. Sabemos que en estos últimos años las reglas que tienen que ver con la educación y el respeto hacia los demás, sea en el hogar, sea en la escuela han perdido puntos. Por lo tanto es necesario que padres y educadores nos concentremos en cuidar este tema, que no es un detalle pequeño.

Sabemos que hay reglas, cada una de acuerdo al contexto y a la sociedad donde nos movemos, hay reglas que se pueden modificar, hay otras que se pueden transgredir, pero también hay otras en determinados contextos que hay que saber aceptar y respetar.

Recuerdo una conferencia de Leonardo Garnier Rimolo, quien es catedrático de la Universidad de Costa Rica, hablando de reglas, de aquellas que no se pueden transgredir ni obviar decía "Imaginen a Messi cuando empezó a jugar en el Barza, que le hubiera dicho al presidente del Barza, mire yo soy argentino, por lo tanto, no usaré la camiseta del Barcelona, usaré la de Argentina...la respuesta hubiera sido, lo siento Ud. juega para el Barcelona por lo tanto debe aceptar esta o estará afuera".

En cada contexto y para una correcta participación y tolerancia social las reglas deben existir.

Y aquí aparece la educación, sabemos que la misma implica la transmisión de valores y la enseñanza de normas sociales, esenciales para el crecimiento individual y el desarrollo de la sociedad, a través de un proceso de aprendizaje basado en el respeto, la amabilidad y la coherencia por parte de los adultos. Las normas educativas tienen y deben ser claras, comunicadas con calma y explicadas, para proporcionar a los niños y jóvenes los límites adecuados que les ayuden a desarrollar la autonomía y la autorregulación.

Repasemos entonces el real significado de educación, tuve un maestro durante mi actividad docente universitaria que decía siempre, no se cansen de repetir aquello que consideran justo y necesario en el proceso educativo.

Si hablamos de la transmisión de valores, sabemos que la educación es el proceso mediante el cual una sociedad transmite conocimientos, habilidades, valores y comportamientos a las generaciones futuras.

Si pensamos en el desarrollo individual, el objetivo principal de la educación es guiar al individuo hacia la autonomía, ayudándole a formar su propia identidad, conciencia y capacidad de relacionarse con el mundo.

Por lo tanto siguiendo este hilo conductor las reglas fundamentales serían:

- Respeto y amabilidad:

Enseñar a decir "gracias", "por favor", "lo siento", "buenos días" y a mostrar respeto por los demás y por uno mismo son las bases de la buena educación.

- Comportamiento social:

Las reglas incluyen comportamientos como pedir permiso, no interrumpir cuando alguien habla, respetar el espacio de los demás y mantener un comportamiento digno en lugares públicos.

- Conciencia y respeto:

Es importante educar en el respeto hacia los demás y hacia el medio ambiente, promoviendo valores como la empatía y el altruismo, que favorecen las relaciones sanas y una vida comunitaria más armoniosa.

Para avanzar hacia esto tenemos que enseñar las normas como:

- Coherencia y claridad:

Los adultos deben ser coherentes y comunicar las normas de forma clara y respetuosa, explicando los motivos que las sustentan para ayudar a los niños y jóvenes a comprenderlas.

- Dar el ejemplo:

Los niños y jóvenes aprenden observando el comportamiento de los adultos. Es fundamental que los adultos sean un modelo positivo, mostrando los mismos buenos modales y el respeto que esperan de los más pequeños.

- Apoyo y comprensión:

Ofrecer apoyo emocional y físico, tener expectativas realistas en función de la edad del niño o del joven y comprender su perspectiva, estos son elementos cruciales para un proceso educativo eficaz.

- Previsibilidad y seguridad:

Las normas hacen que el mundo sea comprensible y predecible para los niños, proporcionándoles una estructura tranquilizadora y permitiéndoles desarrollar patrones mentales sobre el funcionamiento de la realidad.

- Desarrollo de habilidades:

Aprender las normas ayuda a los niños y jóvenes a desarrollar la autorregulación, la planificación del comportamiento y la capacidad de comprender las consecuencias de sus actos.

Desde que son bebés, y empiezo desde la infancia porque es desde aquí donde empieza la labor artesanal educativa de los padres. Los niños tienen sed de conocer las leyes del mundo físico, relacional y social. En nuestra cultura se ha ido imponiendo progresivamente la concepción del niño como un sujeto al que hay que conocer y respetar siempre, desde los primeros momentos de vida. Es algo positivo, que ha mejorado profundamente la relación entre padres e hijos.

Sin embargo, respetar al niño no significa someterse a él, ni privarlo de la enseñanza y la transmisión de las normas necesarias para la convivencia civilizada. No basta con sancionar y hacer cumplir las normas, dejando que sigan siendo condicionamientos externos. Es necesario que se aprendan e interioricen, para que el niño aprenda a desenvolverse.

Actualmente, a veces es necesario recordar a los padres que educar a sus hijos también significa establecer normas y límites, que deben presentarse al niño de forma clara y bien definida.

Las reglas tienen la función de orientar el comportamiento del niño para que pueda crecer bien en los diferentes contextos sociales e interactuar adecuadamente con sus compañeros. Para que sea capaz de respetarlas, el niño debe conocer bien las reglas que se le piden que siga y debe saber cuáles serán las consecuencias de sus actos.

El niño necesita límites (y también los jóvenes), porque la ausencia de reglas crea desorientación y confusión. Imponer reglas no significa imponer prohibiciones, es el propio niño o joven quien nos las pide con sus berrinches, broncas y a veces sus lágrimas suelen ser un requerimiento de atención más personalizada.

El berrinche y la rabia es una forma de relación que el niño activa porque no comprende la situación en muchos casos. Los padres tienen la tarea de estar a su lado y ayudarle a comprender y entender cada uno de sus comportamientos, apoyándole en sus dificultades. Pero también tienen la tarea de corregir y gestionar ciertos comportamientos disfuncionales e inadecuados, estableciendo reglas que deben ser firmes, estables y concretas para favorecer la educación del niño. Por ejemplo, es mejor no decir «ordena tu habitación», sino ¡ fíjate donde dejaste las piezas de Lego en tu habitación?

No importa lo que se diga, sino cómo se dice. Para un padre, saber manejar una rabieta no es fácil, de hecho, debe tener claro cómo afrontar adecuadamente la crisis en curso. El niño tiene todo el derecho a protestar, pero corresponde al padre, que sabe que no puede satisfacer esa petición específica de su hijo, mantenerse tranquilo y receptivo. Hay que hablar a los niños con un tono tranquilo y en voz baja, tranquilizándolos siempre, por ejemplo, diciendo: Es normal estar muy enojado, ¿decime que necesitas?, yo te ayudo.

No saber prohibir algo en el momento oportuno puede tener consecuencias negativas en la relación entre padres e hijos. Muchos padres viven momentos de incomodidad por no saber decir NO.

El "no" es, de hecho, la respuesta más compleja que se le puede dar a un niño o a un joven y requiere, por parte del adulto y/o padres, un compromiso constante y firmeza. Los padres no deben satisfacer todas las peticiones del niño o del adolescente, ya que para crecer con seguridad en sí mismo, se necesitan límites y saber que sus padres le guiarán de forma coherente, aceptando también sus fracasos. Es necesario recordar que una educación demasiado permisiva no permite aprender a gestionar la frustración de niños y jóvenes, del mismo modo que una educación demasiado rígida compromete la buena elaboración de sus emociones.

Legado a este punto, regresemos a las reglas de la escuela de la que hablamos al comenzar al comienzo, por ejemplo las normas que hay que seguir en la escuela son más o menos las mismas que hay que seguir en otros lugares (en el médico, en el trabajo, en la iglesia...). En la iglesia no empezamos a gritar y a levantarnos en cuanto el párroco se da la vuelta. Sin embargo, en la escuela, en cuanto el profesor se da la vuelta, empieza el caos.

En clase hay que estar en silencio, no se puede salir del aula sin el permiso del profesor, no se puede pasear por los pasillos, no se puede usar el móvil para escuchar música o jugar, no se puede comer durante las horas de clase ni copiar los deberes que cada uno debe hacer siempre en su casa.

En la televisión se habla cada vez más a menudo de lo que ocurre en los distintos colegios de nuestro país y del extranjero, y parece que son pocos los que conocen y respetan las reglas y las normas de comportamiento.

Sin embargo, los comportamientos incorrectos no solo afectan a los alumnos. Hay también profesores que no siempre cumplen con su deber. Algunos hablan por el móvil durante las clases, otros leen el periódico y luego asignan capítulos para estudiar sin siquiera haberlos explicado.

Creo que debemos tratar de evitar, entonces, los extremos educativos en la casa y en la escuela, para desarrollar un vínculo afectivo equilibrado con nuestros hijos y/o alumnos y convertirlos en adultos serenos y responsables en el futuro.

Bibliografía

Artículo de Paola Cortini, pedagoga, Asociación Lo Schicco di Grano, Florencia, Italia 2023.

J.J. Chade, El lenguaje infantil: desarrollo, dificultades e intervenciones, Erickson, Trento , 2004

A. Phillips «Los no que ayudan a crecer». Ed. Feltrinelli, 1999.

Jesper Juul, «Los no para amar». Ed. Feltrinelli, 2006.

E. Maheu, «Saber decir NO a nuestros hijos». Ed. Giunti, 2020.

P. Moretti, A. Perino, «Manual para padres imperfectos», Ed. Sperling e Kupfer, 2022.

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