Día Internacional del Vino: la poesía y el arte bajo el corcho
El maridaje entre arte y vino, por Marcela Muñoz Pan.
Nuestro vino argentino es el alma líquida en la filosofía del quehacer cotidiano, ya sea cuando lo tomamos en familia al almorzar y muchos con hielo y soda, sí, es riquísimo, seguramente los conocedores de este maravilloso poema etílico no les gustaría que diga esto, pero es una realidad linda. También el vino, después de una extensa jornada laboral lo descorchas solo, en familia, en pareja y tu corazón vuelve a latir en la noche relajada como extrayendo un sorbo en un eterno minuto por siempre. Un vino que compartimos con los amigos, es liberar los aromas de una infancia, el recuerdo del primer beso, la promesa de ser siempre amigos pase lo que pase. El vino sella esos pactos de alegría auténtica y profunda.
Hoy nuestra industria vitivinícola no está pasando la mejor situación, hay que reinventarse todo el tiempo, se están arrancando hectáreas de viñedos acá y en muchas partes del mundo, una tristeza enorme está llorando la tierra que vio crecer sus parras, estoicamente seguirán esperando una nueva cosecha. Pero hay algo que jamás podrá detener lo que provocó el vino: la poesía. Beber el vino es un acto de contemplación, de pausa, porque cada sorbo es una necesidad instantánea de detener el tiempo, podemos tomar un vaso con agua helada de un tirón, incluso un vaso de cerveza helada, podemos tomar un vaso de gaseosa también de un tirón, pero es muy poco probable que se pueda tomar un vaso de vino, porque él mismo, tan sofisticado, te obliga a esa pausa, como una ofrenda a la pasión del que cultivó la vid, como al que la cosechó y al que lo elabora (los enólogos) y termina en manos de los sommelier para darle un toque de definición, y aquí no termina esta comunión que une tantos lenguajes y tareas universales, porque llega el artista y lo pinta, viene el poeta y lo poetiza, viene el artesano y lo hace táctil, lúdico, el diseño en las etiquetas lo hace único, como un paisaje embotellado.
Espero que esta crisis vitivinícola sea una pausa épica, para recordarnos que el vino es un legado sagrado, ancestral.
Bebamos cada sobro como un acto de resistencia amorosa, tal vez, la tierra descansa, pero los sueños pueden fermentar nuevas copas de cristal, en los vinos de la paz, los vinos que nunca generaron guerras. Les dejo un par de poemas para degustar. ¡Salud!