OPINIÓN

La crisis de la Liga Mendocina y su degradación institucional

En los últimos días, el organismo rector del fútbol de Mendoza quedó en medio de una serie de polémicas que lo dejó en el ojo de la tormenta. Opina César Cattáneo.

César Cattáneo
Diputado provincial en Mendoza por la UCR

Durante los últimos años, se popularizó en Argentina el concepto de "casta", planteado como fenómeno profundamente extendido en múltiples organizaciones. Evitando caer en discusiones vacías de contenido, vamos a considerar este concepto vinculado a aquella organización que deja de servir a sus bases, y pasa a servir a los intereses de unos pocos, o los de siempre.

La crisis que atraviesa la Liga Mendocina de Fútbol no es un accidente ni una mala racha del momento. Es el resultado de la actual conducción liderada por Omar Sperdutti, que se fue desconectando de los clubes, de las y los deportistas y de la función social que el fútbol cumple en nuestra provincia. Lo ocurrido en las últimas semanas, con finales suspendidas, desorganización, hechos de violencia y descontrol, es apenas la cara visible de un deterioro institucional que ya lleva un tiempo.

Cuando una entidad acumula balances sin aprobar, asambleas impugnadas, autoridades sin respaldo formal, denuncias por manejos irregulares de fondos y causas judiciales por certificados médicos truchos en divisiones inferiores, ya no estamos frente a pequeños errores administrativos. Es un modo de conducción, una lógica que degrada una institución central en la vida y la pasión de deportistas y mendocinos.

Y eso se puede vincular al concepto de casta: dirigencias que se eternizan, que se blindan entre sí, que confunden la organización con un patrimonio propio y que reaccionan recién cuando el Estado, la Justicia o la opinión pública les marca un límite. La posible intervención de la Liga es una acción cargada de legalidad y antecedentes, como sucede con cualquier organización de la sociedad civil cuando no cumple con los requisitos exigidos por la Ley para su correcto funcionamiento. El plazo máximo de normalización es de 6 meses, siendo una reacción necesaria frente a una dirigencia que perdió legitimidad y no está cumpliendo su función, comprometiendo así recursos públicos para hacer frente, por ejemplo, a la violencia en las canchas.

Una de las voceras que despertó críticas y fundamentos contra la dirigencia actual de la Liga es la coordinadora de la rama femenina, Giuliana Díaz. Giuliana cuestionó la falta de presupuesto para garantizar la seguridad de los partidos, la falta de transparencia y de rendición de cuentas claras frente a un patrimonio que se compone por el aporte de socios. La intervención, con fines de normalización, apunta a algo básico señalado también por Giuliana: devolverle la Liga a quienes verdaderamente les pertenece. A los clubes, a los jugadores, a las familias y a una comunidad deportiva que merece reglas claras y conducción responsable.

El fútbol argentino cumple una función social irremplazable: es una instancia de formación, contiene y genera comunidad. Justamente por eso no puede quedar atrapado en prácticas opacas ni en conducciones que dejaron de representar a quienes dicen defender, como también está sucediendo con la AFA a nivel nacional. Ordenar, normalizar y devolver la Liga a sus socios es en ese sentido una responsabilidad pública.

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