Gestión o partidismo, política o religión: espejo o espejismos
El fanatismo político de matriz religiosa o la construcción de una sociedad con hechos e ideas que se discuten con los pies sobre la Tierra. En el medio, una grieta que no debe cerrarse, sino saltarse.
El taxista se molestó en girar su cabeza en lugar de seguir hablando por el espejo retrovisor. Lo que tenía que decir debía ser subrayado, pensó. De allí el gesto: una apuesta fuerte en medio del tránsito complicado en hora pico en la ciudad de Rosario. Obviamente, hablábamos de política. Y dijo: "Hay que ver si vienen a hacer política y pelearse por el partido, o a hacer cosas".
Hablaba del nuevo gobierno santafecino, que el peronismo de Omar Perotti le arrancó al socialismo. Roberto Garro, el conductor del vehículo, le tiene desconfianza a los que ocupan un cargo para hablar de política y por eso, explicó, votaba a los socialistas, porque simplemente gobernaban y hacían cosas. Pero que él y mucha gente creyeron que no podían estar tanto tiempo junto en el poder porque eso, dijo, "hace sospechar de ellos y además, se agrandan".
Venía de hablar con Joaquín Morales Solá en un congreso de inversores y, por cierto, quien parecía estar dando en la tecla en el análisis político, de fondo, era el taxista, quien preguntó si era por eso que en Mendoza habían torcido la tendencia nacional volviendo a votar al mismo gobierno. "Se ve -indicó- que allá hacen cosas y son menos fanáticos con el partido".
Allí apareció dibujada una posibilidad de explicación a los términos con los que en Mendoza podría estarse entendiendo a la política. Sería algo así como "una sucesión de hechos que afectan a la vida de las personas". No se trata de un debate permanente y la multiplicación de consignas políticamente correctas. E inclusive, estaríamos hablando -al construir esta teoría de quién gana y por qué en Mendoza- de cuestiones que interpelan desde el impacto, como por ejemplo, el cambio en el sistema de transporte público, con una discusión altamente negativa para el Gobierno, pero que venía a cambiar el "no hacer nada" de décadas. Los que criticaron, teorizaron y construyeron castillos en el aire fueron identificados como "nada" a la hora de ser considerados en las urnas. Y fueron votados los criticados. ¿Por qué? Por hacer en lugar de hablar.
Como decía el taxista.
Impresiona una imagen, a raíz del diálogo en el vehículo que sirvió de disparador del análisis: la del espejo y los ojos. Quien dice verdades es capaz de hacerlo frente al interlocutor y de mirarse en un espejo, sin miedo. Quien miente o disfraza una verdad, no, porque probablemente caiga en su propia trampa y descubra sus errores gestuales. Nos pasa a todos. Le pasó al taxista cuando quiso reafirmar su idea. Y podemos imaginarnos a cada uno y a los dirigentes que decir lo que dicen frente a un espejo podría complicarles la postura, los gestos y las muecas expresivas si fuese una mentira lo que exponen.
Pues con la realidad política -que es la del país, en definitiva- pasa lo mismo.
Hay quienes prefieren hablar de frente y pueden hacerlo frente a un espejo, en el que no temer qué ver reflejado.
O aludir a espejismos, promoverlos, hacer creer que eso que refleja está allí, al alcance de la mano, con tal de aprovecharse del recorrido que hay hasta esa ilusión.
Aquí está el dilema de la acción política argentina, muy probablemente: lo real (aunque duela) y lo ficticio (que ilusiona). Y tiene que ver también con una eterna discusión entre política (lo que pasa y podría pasar en un marco de diversas posibilidades que hay que construir en forma colectiva) y la religión (una promesa por la que hay que disciplinarse y obedecer, y solo tener fe en la espera de su cumplimiento).
Entre esos andariveles de lo concreto y lo imaginario, lo costosamente doloroso y el placer de la lealtad a la imaginación transcurre la discusión política en Argentina, o sea, nuestras vidas en lo cotidiano.
Y en esa alineación de un lado y el otro hay una grieta, que nadie podrá cerrar. Porque de eso no se trata, sino de superarla, de dejar atrás los fanatismos, de progresar en el pensamiento y de avanzar hacia un mundo que transcurre en la Tierra y no en el Cielo.
Menos espejismos y más espejos.