El arbolito, los adornos y la tradición

El 8 de diciembre se conmemora el Día de la Inmaculada Concepción de María y en Argentina es feriado inamovible. Además, ese día se arma en los hogares el famoso "Pinito de Navidad". Aquí un poco de historia.

Más allá de la tradición religiosa que acompaña a nuestro país desde su conformación, que marca que el 8 de diciembre es un feriado inamovible desde 1994 en conmemoración a la Inmaculada Concepción de María, este día coincide con el comienzo de los rituales navideños, los cuales marcan que el año calendario está entrando en su recta final.


¿Qué comemos para las Fiestas?

Una de las tradiciones que ha perdurado en el tiempo, y que la Argentina importó desde el extranjero desde hace mucho tiempo, es armar el famoso "Pinito" de Navidad en algún rincón del hogar. Ritual que por lo general es realizado en familia y que incluye pasos como buscar los adornos, volver a leer las instrucciones y someterse al difícil desafío de desenredar las lucecitas (en caso de que hayan).

¿De dónde surge esta tradición? No es fácil precisar un momento ni un lugar específico. Si bien hay registros que marcan que los antiguos romanos y babilonios realizaban ritos parecidos, la teoría más firme une esta tradición con las regiones nórdicas de Europa, vinculada con la mitología nórdica: para estas fechas, los norteños celebraban el nacimiento de Freyr, dios de la lluvia, del sol naciente y de la fertilidad, cercano al solsticio de invierno que ocurre los 21 de diciembre en el hemisferio norte. Por esto, los nórdicos adornaban árboles perenne (que duraban o que no se le caían las hojas) para recibir la llegada del sol naciente.

Otras teorías, también próximas al solsticio de invierno, mencionan que por estás fechas los celtas (pueblo de las islas británicas de la edad media) adornaban robles con la esperanza de la llegada de un nuevo sol, el cual daría por terminadas las largas noches de oscuridad. Ambas ideas se vinculan a la religión cristiana cerca del siglo VIII de la mano de San Bonifacio (patrón de los cerveceros), quien fue el primero en decorar un árbol dentro de la fe católica en sus campañas evangelizadoras.

Incluso a los adornos se les dio un aire religioso: las bolas de colores pasaron a simbolizar las manzanas de Adán y Eva, mientras que las lucecitas (esas imposibles de desenrollar) son consideradas "la Luz de Cristo", mientras que las guirnaldas refieren a la unión de las personas y la estrella que suele colocarse en la cima no es otra que la estrella de Belén, aquella que guió a los Reyes Magos en su larga travesía por el desierto.

¿Y cuando llegó a nuestro país? Tampoco es fácil de precisar, pero la versión más aceptada es que el legado de los pinitos desembarcó por estos pagos en las invasiones inglesas de 1807, de la mano de un irlandés llamado Miguel Haynes, un supuesto hijo natural del rey Jorge IV de Inglaterra. Para diciembre de 1828, este excéntrico irlandés plantó en su casa, ubicada en el centro porteño, un abedul. El europeo lo decoró con velas para las festividades navideñas, lo cual llamó la atención de los vecinos y de a poco, los argentinos fueron incorporando esta tradición a sus rituales navideños.

Si bien no es sencillo conjugar certezas cuando se trata de ritos lejanos y distantes en el tiempo y el espacio, la tradición de festejar para estas fechas (ya sea la Navidad cristiana, el solsticio de invierno nórdico o el Inti Raymi de los incas) se vinculan al cierre de un ciclo y el comienzo de algo nuevo. Es por eso que muchos se inclinan por decorar un árbol para poder encenderlo y con él, el espíritu de un comienzo renovado y mejor. Eso sí: el 6 de enero, cuando lo desarmes, guardá las luces ordenaditas, así no tenés problemas el año próximo. 

Esta nota habla de:
¿Estás de acuerdo con la prohibición de la Ciudad de fumar en determinados espacios abiertos?