Cuando no aprender es noticia: indicios del fracaso
Isabel Bohorquez se mete a fondo con el tema que conoce y desnuda las cifras de las evaluaciones educativas.
Los últimos informes sobre las pruebas Aprender[1], operativo de evaluación educativa que ha alcanzado difusión a nivel nacional y que viene desarrollándose desde el año 2016, reflejan una realidad adversa para el conjunto del país en lo que se refiere a los resultados deficitarios del estudiantado de nivel primario y secundario argentino en áreas básicas tales como Lengua y Matemática (entre otras).
La expresión que emplea la ONG Argentinos por la Educación es la de tragedia nacional para aludir a las adversas condiciones en las que se encuentra nuestro sistema educativo que no logra alcanzar los estándares mínimos indispensables.
No pretendo ahondar en detalles sobre los resultados en esta ocasión, ya que hay suficiente información disponible al respecto. Sí, me interesa enfocarme en un proceso poco comentado y que puede pasar inadvertido para la opinión pública: en Argentina la evaluación educativa comenzó en el año 1993 en el marco de la entonces Ley Federal de Educación N° 24195, que estableció un Sistema Nacional de Evaluación de la Calidad (SINEC). Dicho sistema buscó a través de la evaluación de logros académicos de los estudiantes suministrar información válida y confiable sobre cuánto es lo que aprende y qué es lo que aprende en cada recorrido por el sistema educativo y cuáles son los factores asociados a ese aprendizaje. Ese mismo año se diseñó el primer operativo nacional de evaluación (ONE) que se aplicó con algunas interferencias hasta el año 2016. A partir de entonces, se implementaron las pruebas Aprender arriba mencionadas.
A lo que se agrega: "En la línea de la producción de información sobre el sistema educativo, desde 1996 se implementa el Relevamiento Anual (RA), un operativo de carácter censal y anual, cuya unidad de relevamiento y análisis son las unidades educativas (o sea, las escuelas). Se trata de la fuente oficial de información sobre las principales variables del sistema. La implementación se ajusta a un glosario, criterios metodológicos y procedimientos comunes que aseguran la comparabilidad de los datos en adecuadas condiciones de cobertura y calidad".[2]
En resumen, llevamos tres décadas evaluando el sistema educativo y recabando información sobre el mismo.
Sin embargo, acceder a esa información y a los estudios comparativos que pudieron realizarse, así como las observaciones derivadas de los resultados de los operativos de evaluación cruzando datos con los relevamientos anuales es todo un laberinto, las más de las veces sin salida.
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El uso que se le ha dado a esa información recogida durante 30 años, probablemente ha tenido un tenor político más que investigativo. Y digo político en un sentido negativo, entendiendo que tanta información útil debió ser orientadora para la toma de decisiones en el ámbito del propio sistema educativo, procurando remediar aspectos deficitarios en la enseñanza, en los recursos destinados a diversas áreas educativas, etc. en vez de servir para que un candidato se suba a un podio o un funcionario derive fondos con fines espurios...
Digo con esto, ¿qué hemos hecho con toda esa información?
¿Por qué llegamos al año 2025 y sentimos que el techo se nos cae sobre la cabeza siendo que Argentina ha tenido una trayectoria sostenida de evaluación educativa?
En principio, entiendo que lo que le sigue a un operativo de evaluación o a un relevamiento censal ha tenido en nuestro país una gran discontinuidad según sean los usos que se ha hecho de lo relevado. Y eso tiene que cambiar.
No alcanza con mantener por años una modalidad de evaluación si luego, y según los gobiernos de paso, la información es desdeñada, obturada o malversada.
Necesitamos tener herramientas de comparación y de seguimiento según las distintas regiones para enfocarnos en medidas correctivas si son necesarias o de promoción de acciones en base a datos de la realidad.
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Necesitamos transparencia de los datos públicos y confiabilidad en su veracidad más que preeminencia de los argumentos ideológicos.
Las creencias pedagógicas también pueden ser fundamentalistas y de ello han derivado errores mayúsculos en la historia reciente de nuestro país.
"Lo importante es que cada alumno haga lo que pueda y como pueda" (dando primacía a un espontaneísmo pedagógico que vació de contenidos la enseñanza)
"No importa si te sale mal, lo que vale es el proceso" (estableciendo un lugar difuso al docente que debe correr la cortina del misterioso camino del proceso del alumno en desmedro del método de enseñanza)
"Es indispensable asegurar la inclusión educativa" (una de las banderas más controvertidas e injustas de los últimos 20 años que vació las escuelas especiales y dejó desvalidos a cientos de estudiantes que requieren atención y herramientas específicas)
"La disciplina es represiva, hay que lograr consensos" (licuando la autoridad institucional y dejando a los docentes y directivos con escasas o nulas herramientas para impartir pautas de convivencia necesarias).
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La lista puede seguir y me interesa ahondarla.
¿Qué intento expresar? Donde reina la ideología, se somete y esclaviza el dato de la realidad. Venga de donde venga esa premisa ideológica deformará la realidad hasta reñirla con lo más obvio para ceñirla a su medida.
Aún recuerdo como en la década de los ochenta desembarcó la Pedagogía Operatoria desde España (nuevamente) inspirada en la Psicología Constructivista de Jean Piaget entre otros y la mayoría de nosotros caímos en la trampa de considerar que toda acción pedagógica que pudiera tener un tufillo a Psicología Conductista era mala palabra y una herejía docente que había que condenar.
Pasaron 40 años y muchos procesos, entre ellos de índole socio políticos, que nos han conducido a un sistema educativo endeble, confuso en su horizonte, pobre en recursos, donde los docentes están sobre exigidos, abandonados a sus posibilidades y con una formación, muchas veces deficiente cara a las disciplinas que deben enseñar.
Cuando escucho que un ministro de educación (como el de mi provincia) le adjudica los resultados negativos de las pruebas Aprender a la situación social, a la pobreza y a la crisis, me enojo y me apeno por observar en esas excusas mediocres la falta de compromiso con la realidad que viene hablando por si misma los últimos 30 años y frente a la cual debemos aportar soluciones pedagógicas fundamentalmente.
Lo bueno de que el no aprender sea noticia es que nos da chances para ello.
[1] https://www.argentina.gob.ar/educacion/evaluacion-informacion-educativa/aprender/aprender-2024/aprender-primaria-2024
[2] La institucionalización de la evaluación educativa en Argentina: disputas por sus sentidos y usos. http://educa.fcc.org.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1981-19692023000100201#fn3