Tras los rastros de un despojo: ¿Cómo fue que la Psicología desplazó a la Pedagogía en la escuela?

Un planteo profundo de la educadora Isabel Bohorquez, que busca hallar las raíces del actual fracaso del sistema educativo.

Isabel Bohorquez

Las últimas cuatro décadas venimos atravesando un proceso de "psicologización" de la Pedagogía. Con esto quiero decir que los aportes de la Psicología desde sus diferentes perspectivas irrumpieron en las rutinas escolares y en muchos casos censuraron todo aquello que no entrara en su esquema interpretativo.

¿La escuela tradicional necesitaba transformarse? Claro que sí, ningún modo de hacer escuela es inamovible y absoluto. Todo lo contrario, como proceso dinámico, de intercambio social y situado en un contexto histórico, las prácticas educativas son permeables a su tiempo y cuanto más reflexivas, serán más ricas y adaptativas a los desafíos de su presente.

Sin embargo, en esa tensión entre lo nuevo y lo tradicional, la Psicología cobró un protagonismo excesivo a mi entender y en el escenario áulico perdió la batalla la enseñanza y el acervo cultural se vio disminuido, o sea, enseñamos menos y peor y nuestros estudiantes aprendieron menos y se fueron vaciando de sentido muchas de las buenas prácticas educativas.

La escuela como institución social (aunque no en el modelo que hoy la conocemos) es milenaria y podemos rastrear tratados de Pedagogía que ya tienen varios siglos. La Psicología es joven y pujante.

La Psicología como disciplina científica surgió a mediados del siglo XIX en principio como la ciencia que observaba la conducta. De hecho, los primeros estudios tenían un carácter descriptivo y de tipo taxonómico, clasificando los diversos tipos de conducta según se los considerara en base al binomio sano-enfermo, apto-no apto. La conducta entendida como una expresión de la conciencia voluntaria y adaptada a su entorno, racional más que emotiva. La voluntad: recordemos este concepto.

Esta Psicología racionalista, emparentada con la Medicina (especialmente la Fisiología y la Neurología) de entonces, alejada lo más posible de la Metafísica, de la Teología y las religiones, buscó comprender y anticipar, así como abordar los aspectos conductuales de las personas asumiendo la primacía del Yo consciente. Esta era una Psicología experimental, basada en la métrica y en la observación objetiva, lo más parecida a sus hermanas mayores, las Ciencias Naturales y Exactas.

La inteligencia fue uno de los tópicos fundamentales, por lo que las pruebas de coeficiente intelectual, así como las diferentes tabulaciones de las capacidades o habilidades cognitivas fueron una prioridad en esta área. Lo mismo la ubicación anatómica de dichas habilidades tanto como la explicación de sus desviaciones en base a etiologías orgánicas (ubicar en el cerebro las funciones cognitivas, volitivas y "emocionales"). Si había un interior que importaba era el fisiológico orgánico.

Pronto aparecería la consideración ambiental y lo que el entorno (estimulando o privando) puede incidir en la conducta de las personas.

Y casi como una respuesta a tanta racionalidad organicista imperante, surgió también la Psicología Profunda, aquélla que estableció lo irracional, lo inconsciente e involuntario como un eje explicativo de la conducta humana. Ya no importó tanto el afuera y lo observable, sino apenas como una expresión simbólica de la subjetividad entendida como una trama oculta y a veces inexplicable para lo cual todo contenido cargado de significados provenientes del interior (los sueños, los furcios, los lapsus, los rituales, los miedos, las fijaciones, etc....) escondido y enmudecido (reprimido) podía salir a la luz. Aquí primaron las emociones, los sentimientos, las experiencias vividas y en el punto de traumáticas, a posteriori consideradas fuente de enfermedades y de sufrimiento.

Esta Psicología dio relevancia a la subjetividad, a la conducta sana-enferma entendida como parte de una biografía que comienza en el útero materno y en las representaciones que la pareja parental (madre-padre) proyecta sobre su hijo, luego esa comprensión se iría mucho más lejos y abarcaría constelaciones familiares enteras hasta siete generaciones afirma la Psicogenealogía. El árbol genealógico, los ancestros y los mandatos heredados, tejidos de modo invisible muchas veces, pasaron a primer plano en el análisis de las problemáticas humanas. El deseo resuelto u obturado: recordemos este concepto también.

Recién en la segunda mitad del siglo XX se comenzó a hablar de desarrollo y evolución, lo que dio lugar a comprender que las personas siendo niños no éramos adultos en miniatura y que la infancia tiene sus particularidades que acompañar y respetar, así como estimular, lo mismo la adolescencia y el resto de las etapas de la vida. La Psicología Evolutiva se enfocó desde diversas perspectivas, en la evolución psicoafectiva y la evolución cognitiva fundamentalmente.

Cada etapa con sus particularidades, planteó el desafío de comprender los procesos en juego, muchas veces no tan evidentes. Proceso: recordemos este concepto a la par de los anteriores.

Después, entró en escena la Psicología Social, con la consideración del grupo como unidad de estudio y de observación, trasladando mucho de lo aprendido en la Psicología Profunda a las dinámicas de grupo. El sujeto individual pasó a considerarse un actor con una posición y posibilidades (o no) de cambio y aprendizaje dentro de un grupo. Se amplió la mirada de lo individual y creció la consideración en términos más cercanos a las explicaciones sociológicas respecto de los condicionantes de la conducta humana.

Me detengo aquí a riesgo de ser injusta o inexacta en mi resumen demasiado apretado, pero espero que los aspectos planteados nos alcancen para dimensionar que pasó con todo ello cuando se derramó en la escuela.

Por su parte, la Pedagogía mucho más antigua, considerada un arte, una práctica y un sistema metódico para abordar el proceso educativo, fue durante siglos la responsable de orientar la práctica educativa.

La Pedagogía siempre tuvo sus supuestos respecto a la persona. En la base de cualquier práctica áulica hay una concepción de voluntad, de deseo, de conciencia, de inteligencia, de grupo, de individuo, etc. Se tenga una clara noción de ello o no, toda acción pedagógica asume intrínsecamente una mirada del sujeto que aprende, del que enseña y de lo que está en juego que es bastante más que un objetivo y un contenido de aprendizaje.

Cualquier docente sabio y sensible ve un niño enfrente (y otros treinta más) con todo lo que eso implica además de tener en su carpeta la planificación de las actividades que pretende realizar ese día.

La discusión instalada desde la década de los setenta a esta parte, le restó mérito a la Pedagogía conocida hasta entonces y sus recursos metódicos para enseñar el conjunto de contenidos considerados necesarios en la educación básica. Los tildó de tradicionales, autoritarios, memoristas y mecanizados, sin sentido.

Esta Pedagogía que minuciosamente generó herramientas didácticas en base a los conocimientos y habilidades a enseñar: lectura, escritura, matemáticas, ciencia, arte, etc. fue cuestionada por una Psicología que asumió el protagonismo de explicar la subjetividad y sus procesos, que priorizó lo evolutivo, lo interno, el deseo y le propuso a la escuela, a los docentes, a los formadores de docentes que basaran su práctica pedagógica en esas consideraciones más que en cualquier otro aspecto, rompiendo ella misma el triángulo perfecto.

Tras los rastros de un despojo: ¿Cómo fue que la Psicología desplazó a la Pedagogía en la escuela?

Todos los aspectos mencionados tocaron a la puerta de la escuela reclamando no sólo su consideración sino también su aplicación: el docente además de enseñar los contenidos curriculares empezó a enredarse en el laberinto de los procesos cognitivos, los conflictos inconscientes, las dinámicas de grupo, la comprensión de problemáticas y singularidades que se le impuso tomar en cuenta al momento de relacionarse no ya con un alumno sino con un sujeto de deseo, de derecho y que en su camino individual puede tener ritmos diferentes, entusiasmos diferentes y elecciones diferentes a las planteadas por el maestro. La formulación en abstracto puede parecer atractiva, pero intenten por un momento convertir todo eso en una actividad práctica en el aula de cualquier tema, por ejemplo, suma y resta.

La misma década de los setenta (del siglo XX) gestó la Pedagogía Crítica, de raíz humanista, existencialista, a veces más hegeliana, a veces más marxista y anti capitalista, que soñó la utopía socialista, una pedagogía que albergó el proyecto latinoamericanista enfrentando la pobreza y la indignidad de tantos millones de personas.

¿Carece de fundamento esa Pedagogía? No, claro que no. Su mayor falencia ha sido -tantas veces- su aversión a los métodos humildes y prolijos de las pedagogías tradicionales que rechazaron de plano, aunque no pudieron sustituirlos por algo mejor. Además de su desconocimiento en general de las áreas curriculares (Lengua, Matemática, Ciencias, etc.)

Paulo Freire fue un exponente fundamental de las pedagogías críticas y, sin embargo, tuvo un método simple y concreto para que los campesinos aprendieran a leer y escribir porque el analfabetismo era el verdadero enemigo, mucho más que el patrón capitalista. Pablo Freire, en sus propias palabras, no fue marxista. Decía que ni siquiera Marx lo hubiera sido. Y se lamentó siempre del academicismo cerrado y necio de las universidades.

Cierto sector del progresismo intelectual argentino inspirado en las ideas setentistas y encontrando asidero en los aportes de la Psicología entre otros, concibieron el proyecto de escuela tal cual lo conocemos hoy en día. Y digámoslo, en general nos fue bastante mal.

Creo en las buenas intenciones de la Psicología y su empeño por comprender la condición humana, la salud, la evolución y el desarrollo pleno. Y también creo que la visión crítica siempre es indispensable pero que no hay una sola perspectiva crítica.

Considero que un error grave fue desplazar a la Pedagogía (tildada de tradicional) en vez de complementarla y enriquecerla. Se pretendió justificar algunas prácticas pedagógicas inviables y se volvió en sí misma un modo de hacer la escuela, una creencia pedagógica que vació de contenidos la enseñanza, la trivializó, la redujo a un proceso individual y a un medio intrascendente. Reduciendo también al sujeto porque se menospreció la voluntad en aras del deseo y volvió así inconsistente y errático cualquier trayecto formativo. En definitiva, dejó solos a quienes pretendió comprender.

Aunque haya incluso una Psicología Educacional, en el fondo, las premisas de esta disciplina nunca se pudieron involucrar profundamente con la tarea pedagógica.

Observaron desde afuera, a salvo de la intemperie que vive un maestro tratando de que sus alumnos sigan una propuesta mientras su directora le pide que además atienda a los procesos de cada uno (muchos de los cuales no son evidentes, esto de que Anita de golpe empezó a leer es un claro ejemplo de lo cotidiano), incluya a todos, respete las singularidades y en definitiva haga malabarismos para estar al frente de tanta exigencia enseñando bastante poco al final del día.

Yo me solidarizo profundamente con los docentes de hoy en día, es muy difícil su labor que los obliga a una tarea muchas veces alejada de su verdadero lugar como enseñantes.

Y así como entiendo que la Psicología hizo aportes fundamentales a la Pedagogía y a la sociedad en general, creo que es tiempo de recuperar la reflexión didáctica, los métodos, profundizar en los contenidos, nuestros docentes tienen que estar mejor formados en las áreas que enseñan, deben ser expertos en temas curriculares y por supuesto, conservando una mirada compresiva de sus alumnos y de sí mismos, así como del valor de aquello que enseñan, todo ello puesto en el aula.

La mejor batalla contra la desigualdad y la pobreza tan injusta es que nuestros estudiantes aprendan muchísimo más de lo que hoy aprenden en nuestras empobrecidas y mediocres escuelas.

Es tiempo de volver a equilibrar el triángulo y de recuperar nuestra capacidad de debate reflexivo sobre cómo hacer la escuela.

Seguiremos.


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