El fin de una era: Mendoza ante el desafío de arrancar 70.000 hectáreas

El historiador Pablo Lacoste advierte que la vitivinicultura es hoy una "fábrica de máquinas de escribir". En un crudo análisis, describe el impacto del cambio generacional, el sobrestock mundial y la urgencia de abandonar la "lógica del subsidio" que marcó a la provincia durante 80 años.

A pesar de las llamas

La vitivinicultura, ese portaviones que durante décadas fue el orgullo y el pedestal de prestigio de Mendoza, se está derritiendo como una barra de hielo. Así lo describe el historiador Pablo Lacoste, quien recientemente regresó de un congreso en la Universidad de Toulouse con una advertencia que muchos prefieren no escuchar: el vino ha dejado de ser una bebida de consumo cotidiano. "Hay un cambio de época. Un cambio generacional donde los boomers hemos sido reemplazados por millennials y la generación Z que tiene otras pautas de consumo y no les interesa el vino con estructura. El vino ya no funciona", afirmó Lacoste durante una entrevista en el programa "A pesar de las llamas" por Radio Post

Esta caída no es una fluctuación coyuntural, sino un cambio de mercado radical que está llevando a situaciones extremas en el mundo: "En Burdeos se están suicidando los enólogos de familias tradicionales porque ven cómo se derrumba su posición social y su estatus. Hay un músculo industrial en todo el mundo que supera ampliamente la demanda y eso viene en caída hace 20 años".

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El diagnóstico para Mendoza es quirúrgico y no admite medias tintas. Lacoste explicó que la provincia está intentando sostener una estructura que ya no tiene mercado, comparando la situación con los cambios tecnológicos del pasado. "Esto es estructural. Buena parte de esa gran maquinaria industrial del vino se ha convertido en fábricas de máquinas de escribir. No hay quien te compre máquinas de escribir ya"

Según el historiador, el sobre-stock es total y las bodegas están colmadas: "La inmensa mayoría de las bodegas de Argentina y Chile tienen una cosecha entera adentro. No pueden comprar uva porque no tienen dónde meterla. Es parecido a lo de Maduro en Venezuela, que con el bloqueo de los barcos petroleros no puede seguir sacando petróleo porque no tiene dónde colocarlo".

De la "obesidad mórbida" al salto cultural

Esta saturación del mercado internacional, donde "barcos cargadísimos dan vueltas al mundo a ver a quién le venden el vino porque los chinos dejaron de importar", obliga a Mendoza a una reducción drástica de su superficie cultivada. Sobre este punto, Lacoste fue categórico: "Hay que prepararse que Mendoza va a tener que arrancar 70.000 hectáreas en los próximos 5 años". 

Para él, intentar evitar este proceso es un error clínico: "Si queremos poner a la persona enferma en respiración artificial podemos prolongar la agonía, pero eso va a prolongar la crisis". 

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El paralelismo con otras industrias locales es inevitable: "YPF se está retirando de Mendoza porque los yacimientos ya dejan de ser rentables; con la vitivinicultura, que es la mayor parte del campo, pasa lo mismo y hay que prepararse para un cambio urgente".

La salida de este laberinto requiere, según Lacoste, abandonar el "síndrome de abstinencia" de una dirigencia acostumbrada a vivir del Estado. "Durante 80 años estuvieron acostumbrados a que el momento de resolver los problemas era hacer lobby con el gobierno para conseguir subsidios. Éramos el borracho acostumbrado a que le dieran el trago; ahora nos lo han quitado y nos cuesta. El país es como un gordo con obesidad mórbida: es dolorosísimo bajar 50 kilos, pero hay que enderezar la macroeconomía para tener un país normal".

El futuro, para el historiador, no está en el llanto por lo perdido, sino en la innovación y el "turismo ecocultural". En este punto, invocó la enseñanza del libro ¿Quién se ha llevado mi queso? para proponer una nueva mentalidad: "Eso ya pasó, hay que aceptarlo y no ponerse a llorar. Hay nichos como los vinos naturales que tienen más demanda que oferta, pero a los enólogos de la industria no les gusta porque trabajar sin química ellos no saben, les da miedo".

Mendoza se encuentra, entonces, ante la necesidad de un cambio radical: "La minería es una apuesta, pero no alcanza para una provincia de dos millones de habitantes. Es el momento de que los mendocinos mostremos de qué estamos hechos, siendo creativos y asumiendo que el modelo de los últimos 80 años se terminó".

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