La triste realidad de la ruta que atraviesa la zona más rica del país
Nada cambia y solo se le introducen parches que quedan chicos debido a las tardanzas en las obras. La Ruta 7 no está acorde a su contexto y es un monumento a la decadencia argentina.
Los argentinos tenemos un orgullo de fácil activación y solemos destacar todo lo que el país tiene, con grandilocuencia. Eso a veces impide identificar un buen diagnóstico de todo lo que falta y más aun: deja de lado la noción de espacio tiempo, ya que a veces nos enorgullecemos de más por logros del pasado, congelados en el tiempo por falta de nuevos acontecimientos que alimenten el ego argentino.
Eso ocurre, por ejemplo, con el Corredor Bioceánico, la Ruta 7 que une al Puerto de Buenos Aires con los de Chile, la unión entre los océanos Atlántico y Pacífico.
Su función es casi como la que tiene el Canal de Panamá en el movimiento de mercaderías hacia y desde el mundo.
Pero además, se trata de la ruta que atraviesa y enlaza la zona productiva de mayor riqueza en el país: "Centralia".
Su condición es pésima.
Entre Buenos Aires y San Luis, posee un solo carril para cada mano, con alguna excepción en el tramo cordobés más cercano al territorio puntano, al que le han agregado algunas zonas con un carril más, esporádicamente.
Eso implica que todo es más lento, más peligroso, menos previsible.
No ayuda ni al transporte de cargas ni a los usuarios individuales o familiares que quieren, por ejemplo, conectar Mendoza con Buenos Aires y todas las ciudades intermedias.
No es un dato menor que sea la zona de mayor riqueza productiva: ¿por qué no tiene rutas acordes a lo que produce y deja para el país?
Al abandono de gobiernos que robaron con la obra pública, dejando todo congelado en el tiempo, se suma la anarquía militante actual desde el Estado, un fenómeno tan nuevo como extraño que deja todo al azar y que, si no fuera por algunos gobiernos provinciales que han decidido echar manos a la obra, permanecería todo así y para siempre.
Transitar entre Mendoza y Buenos Aires por la Ruta 7 es una experiencia medianamente positiva en Mendoza y en San Luis (a pesar de que aquí nos quejamos y dejando fuera de consideración el área montañosa, tan deficiente como el resto) y en el Conurbano bonaerense y CABA. El resto es un verdadero desastre: marcha demasiado lenta, pozos, parches y hasta la sumatoria de maquinaria pesada de campo que entra y sale en la Pampa Húmeda, como amenaza constante a la seguridad vial.
Por ello es que la mirada debe ser integral y a vuelo de pájaro, despojados de intenciones partidarias, ya que alguien tiene que imponer un cambio total.
Caso contrario, todo seguirá igual de mal o cualquier país con un poco de organización y recursos, como acaso Brasil en asocio con China, generarán una alternativa propia de vinculación entre ambas costas de América de Sur que nos descartará, consecuencias económicas.
Y esto, sin contar con la fatalidad constante del argentino que solo quiere moverse por el país, pero no logra conseguir las condiciones apropiadas para hacerlo rápidamente y con seguridad.