Amor con sabor a Malbec en Mendoza Este

Una boda, un buen vino y Mendoza como destino. El argumento de la "Columna Líquida" de este domingo de la escritora Marcela Muñoz Pan.

Marcela Muñoz Pan

El Sol acaricia las viñas y el viento lleva consigo el suave murmullo de la tierra, escribió en su cuaderno que dejaba en la mesa de luz, porque casi siempre sus sueños se hacían realidad. Un sueño Malbec. Felipe en sus últimos 18 años había viajado por todo el mundo transmitiendo sus apetencias y gustos exquisitos por el Malbec, pero nunca había ido a Mendoza y mucho menos a Mendoza este. Era un lugar mágico, le decían sus colegas, donde las uvas maduras brillan con un profundo color púrpura bajo el resplandor del sol. Allí, el aroma del vino fermentado se entrelaza con una energía especial, con años de historias de vitimigrantes, con el legado del Gral. José de San Martín.

Felipe tenía muchos contactos en sus redes sociales y una de ellas era Clara, una joven enóloga apasionada, trabajaba en una bodega de San Martín desde hacía años. Su sueño siempre había sido crear un Malbec que capturara la esencia de la tierra y el alma de la gente. Sin embargo, en su corazón, había otro anhelo: encontrar un amor que compartiera su pasión por el vino y la vida.

Un día, en una cata de vinos organizada en la bodega, apareció Felipe, sin saber que era Felipe, su amigo de tantas charlas por chat. Su mirada profunda y su sonrisa despreocupada cautivaron a Clara de inmediato. Intercambiaron palabras sobre el vino, la vida y los sueños, y descubrieron una conexión inexplicable. Un sueño se estaba por cumplir.

A medida que la tarde se desvanecía y el sol se ocultaba tras la cordillera, Clara le ofreció a Felipe un recorrido por la bodega. Caminaron entre las barricas de roble, hablando de la importancia de cada ingrediente y del proceso de vinificación. Clara le explicaba cómo el Malbec que habían creado esa temporada tenía notas de frutas oscuras, especias y un ligero toque de chocolate, mientras él escuchaba con atención, fascinándose por su pasión.

Con el tiempo, sus encuentros se volvieron habituales. Después de las jornadas de trabajo, se sentaban juntos en un rincón de la bodega, brindando con una copa de Malbec. Las risas se mezclaban con los aromas del vino, y así, poco a poco, su amistad se transformó en un profundo amor. Cada sorbo les recordaba que su conexión crecía, y cada atardecer en el viñedo era testigo de sus promesas.

Una noche, mientras la luna bañaba las viñas de plata, Felipe decidió que era el momento perfecto para confesar su amor. Con una copa de su Malbec preferido en la mano, articuló palabras llenas de sinceridad: "Clara, este vino es como nosotros, madurando en el tiempo, lleno de momentos y memorias. Te amo, y quiero que nuestras vidas sean como esta bodega: un lugar donde siempre podamos regresar y encontrar lo mejor de nosotros."

Clara, emocionada, sonrió y respondió: "Y yo quiero que nuestro amor sea como el Malbec que tanto queremos. Que pase por el proceso de maduración, que baje cada día más profundo en nuestros corazones, hasta que se convierta en un legado eterno." En ese instante, sellaron su amor con un beso bajo la luz celestial única. Felipe decidió instalarse en San Martín por siempre.

Los meses pasaron y tomaron la decisión de sellar ese amor soñado con una gran boda, ella tenía una amiga Silvia que organizaba bodas y fiestas, así es que delegó toda la ceremonia y la fiesta en la bodega para que Silvia se luciera como siempre.

Amor con sabor a Malbec en Mendoza Este

Todo lo pensado era con tonos pasteles y la diferencia la marcaba el color Malbec del smoking de Felipe y un ramo de rosas para Clara casi casi del mismo color. Para la noche de la fiesta trabajaron para crear un vino especial que llevara su nombre, simbolizando su unión (idea que les había sugerido Silvia) Finalmente, decidieron presentar su creación en la fiesta, invitando a amigos, familiares y a todos los que habían compartido su amor. Felipe invitó a todos sus amigos que vivían lejos y que Silvia con su empresa Bodas de Destino pudo organizar tiempos, vuelos, gustos. Todo salió perfecto.

Amor con sabor a Malbec en Mendoza Este

Cada botella era un reflejo de su conexión y del proceso de crecimiento que habían compartido. La bodega vibraba con sonrisas, música y el suave sonido de brindis nupcial. Juntos, demostraron que, al igual que el vino, el amor necesita tiempo, cuidado y la mezcla perfecta de ingredientes para florecer. Y así, entre barricas y viñas, su historia entre tanta historia sanmartiniana, se contaba una y otra vez, reflejando la magia de un amor tan intenso y profundo como el mejor Malbec de la región. Con cada cosecha, con cada botella, celebraban haberse conocido, recordando siempre que su amor había comenzado en la mágica bodega de Mendoza Este, donde el Malbec era mucho más que un vino; era un símbolo de su amor eterno.


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