Bomberos del incendio que provocaron
El senador Martín Kerchner analiza en esta nota las opiniones de quienes aun habiendo sido responsables del descalabro económico, hoy dan cátedra del "deber ser" económico del país.
"Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros". Jean-Paul Sartre
No deja de asombrar el fervor con el que ciertos personajes, otrora conductores de la economía nacional, se presentan hoy como los nuevos oráculos de la sensatez macroeconómica. Recitan recetas sobre lo que hay que hacer, claman por el crédito productivo, denuncian el ajuste salvaje, suplican por la recomposición del salario real... y uno, que tiene buena memoria, no puede evitar preguntarse: ¿no serán los mismos que hace apenas meses tenían las manos en el timón?
Resulta inquietante ver cómo algunos rostros, que hasta ayer nomás festejaban déficits fiscales con épica militante, hoy se transforman en los adalides de crítica económica, como si bajar la inflación del 200% que dejaron fuera algo sencillo. Hablan como si acabaran de aterrizar desde otro planeta, indignados por el desmadre que encontraron en Ezeiza. Pero no, estaban acá. Estaban a cargo de todo.
Durante años, construyeron una economía basada en la ilusión permanente: subsidios sin financiamiento, emisión sin anclas, cepos que se multiplicaban como hongos después de la lluvia, tarifas congeladas con inflación desatada, y un Estado que, más que presente e inteligente, era omnipresente y opaco. Y cuando la cuenta llegó, claro, el que vino a pagarla lo hizo con motosierra.
Pero que no se confunda el ciudadano: esto no es un ataque al libre pensamiento, ni a la libre opinión. Es apenas un llamado a la memoria. Porque resulta moralmente incómodo -por no decir obsceno- ver a los responsables del naufragio denunciando la dureza del salvavidas.
Resulta que ahora, desde la comodidad del llano, descubren las bondades de la inversión y del tipo de cambio competitivo, pero durante años hicieron todo lo posible para espantar a los empresarios, atrasar el dólar, generar una brecha cambiaria del 100% y poner el país al borde de una híper-inflación. ¡Bienvenidos a la República del Sentido Común! Lástima que llegaron con el fuego ya propagado.
Por suerte en Mendoza la ciudadanía los sacó del gobierno a tiempo, pero en Nación costó más, y ahora el remedio es tan amargo como la enfermedad que ellos mismos incubaron durante años de populismo irresponsable disfrazado de sensibilidad social.
Tal vez todo esto sea una nueva edición del folclore local: el arte de no hacerse cargo, la habilidad para reinventarse sin haber cambiado. La Argentina, siempre generosa, les concede nuevos micrófonos y los escucha con reverencia académica. Mientras tanto, la sociedad hace malabares para sobrevivir al ajuste que ellos, con sus torpezas y contradicciones, ayudaron a parir.
Hay un viejo refrán que dice: los que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo. En nuestro caso, parecería que algunos están intentando, no repetirlo, sino más bien reciclarlo. Ojalá la sociedad no lo permita, y siga buscando algo superador.