Cambio de época: señales de madurez política tras las elecciones

Fernando Gentile es consultor estratégico y mentor ejecutivo. Con más de 25 años de experiencia en banca, hoy impulsa proyectos de consultoría y real estate desde Madrid. Aquí, analiza cómo cambió el gobierno tras las elecciones.

Fernando Gentile
FG & Co.Consultor y Mentor. Estrategia y Liderazgo.

Las elecciones no solo ordenaron el mapa político: también marcaron un cambio de tono. Un gobierno que reconoce errores, una oposición más responsable y una sociedad que exige madurez institucional.

Hace unos días, en una nota publicada en este mismo medio, decía que estas elecciones legislativas habían servido para limpiar la visibilidad, ordenar el escenario y depurar la actualidad. Generaron el efecto de separar lo importante de lo accesorio, lo que la gente quiere de lo que ya no tolera, y aquello sobre lo que realmente se debe hablar y gestionar.

La realidad demostró que fue así. La opinión pública se concentró en las propuestas de los ganadores, en las voces de los dirigentes que asumirán funciones el 10 de diciembre: qué harán, qué proyectos impulsarán, qué consensos buscarán. La población quiere eso: que se hable y se gestione en torno a lo que puede mejorar la vida de los argentinos.

Cuando las urnas despejan el cielo

Tras las elecciones del pasado 26 de octubre, mis primeras impresiones fueron que el Gobierno nacional realizó una buena lectura del resultado de las urnas y actuó en consecuencia. El discurso del presidente Javier Milei, una vez conocidos los resultados, tuvo un tono adecuado, con apertura y convocatoria a todas las fuerzas y actores políticos que coinciden en el rumbo general, aunque con matices. Valoró el esfuerzo y el apoyo de los votantes, y puso el foco en su responsabilidad hacia lo que viene.

El día posterior confirmó esa línea. Podría haberse interpretado que el discurso había sido preparado solo para un eventual triunfo, pero el comportamiento posterior demostró que no fue así. Durante la semana siguiente, el Gobierno mantuvo la misma actitud. Algo que pasó casi inadvertido, pero que resultó relevante, fue una declaración del propio presidente en una entrevista televisiva. Ante la pregunta de si esperaban este resultado, respondió con franqueza: "No, no lo esperábamos".

Esa respuesta, breve pero sincera, reflejó un cambio de actitud. Mostró la tensión previa a la elección, la dificultad del contexto y, al mismo tiempo, la capacidad de reconocer errores. El Gobierno parece haber capitalizado los desaciertos cometidos durante sus primeros dos años, especialmente en los últimos meses: generalizar los enfrentamientos, convertir a todo lo externo a su espacio en un enemigo, confrontar con el Congreso en lugar de buscar aliados, querer demostrar tener la verdad más que construir acuerdos, o explicar las medidas después de aplicarlas y no antes.

También aprendió que centrar esfuerzos en atacar o defenderse del kirchnerismo distrae de lo esencial: gobernar, mostrar resultados y recuperar confianza. Por eso, lo ocurrido después de las elecciones me pareció valioso. Históricamente, la clase política argentina ha tendido más a exhibir triunfos que a interpretar el mensaje de las urnas. Y quienes pierden, a minimizar o disimular la derrota.

Del resultado a la reflexión. En esta oportunidad, percibo algo diferente. Hablo de un cambio de época, porque el presidente, como representación máxima de la Nación, y tras una victoria legislativa, convocó a debatir los matices de un rumbo que muchos comparten. Invitó a todos los que quieran ayudar a la Argentina a ser parte de las soluciones. Se reunió con más del 80 % de los gobernadores junto a su gabinete, se entrevistó con el expresidente Mauricio Macri y enfatizó que la conformación del nuevo equipo no girará en torno a los nombres, sino a las capacidades necesarias para afrontar los desafíos de los próximos dos años, en sintonía con el mandato popular.

Veo en estos gestos una lectura madura del momento político. No solo se moderó el tono y se corrigieron las formas: también se escuchó al ciudadano, se empatizó con el esfuerzo colectivo y se redirigió la energía hacia la gestión. Esa fuerza que antes se usaba para confrontar hoy parece orientarse a construir.

En el horizonte inmediato aparecen las reformas laboral e impositiva. Más allá de los detalles técnicos, lo importante es el espíritu con que se presenten y discutan. Si el enfoque se centra en facilitar la creación de empleo, promover la formalidad y simplificar el sistema tributario, no deberían ser vistas como amenazas, sino como oportunidades de crecimiento. La clave estará en el diálogo político y social que acompañe su implementación.

Cualquier ciudadano, empresario o dirigente responsable debería estar dispuesto, al menos, a analizar, debatir y buscar la mejor versión posible de estas reformas. Eso es hacer política con mayúscula: discutir ideas, no trincheras; construir acuerdos, no enemigos. Trabajar para un bien común que beneficie a todos: empresas, empleados y ciudadanos.

Una frase de una película infantil lo expresa de manera sencilla y profunda: "El ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el hoy es un regalo. Por eso se le llama presente."

Las elecciones recientes dejaron más que un resultado: dejaron una enseñanza. Nos recordaron la importancia de enfocarnos en el presente para construir un futuro mejor. Quizás sea, después de todo, el verdadero inicio de una nueva madurez política.



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